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Sábado, 23 de Junio de 2018

Historias populares de la villa de Rota, por Prudente Arjona

En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

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PLAZA DE ANDALUCÍA

 

 


Como ya he apuntado con anterioridad, varias de las casas de esta calle forman parte de la plaza de Andalucía, conocida en la antigüedad como Arrabal y Puerta de Tierra, donde se encuentra el Arco de la Villa, sobre el que existió un torreón central que miraba hacia el interior de la población. Por debajo del citado torreón había un pasaje cubierto a través del que se accedía al espacio que conforma la plaza de España, puerta que se hallaba defendida en la antigüedad con algunas estructuras de defensa exterior. Desde dicho Arco de la Villa, que aún se conserva, partían los caminos hacia Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María, que se bifurcaban al llegar a las afueras de la población. De ahí su nombre de Puerta de Tierra.


Sobre esta entrada principal de la población cuentan los Anales , que el día de Todos los Santos del año de 1741, después de misa mayor, cuando, habiéndose levantado una tormenta, dio un gran relámpago y cayó un rayo o centella no lejos de donde estaba situado desde muy antiguo el repuesto de la pólvora para el servicio de los fuertes de esta población, que era en la torre ubicada sobre el llamado arco “de la Villa”, colindante con la casa de don Manuel de Cortázar, viniendo a dar dicho rayo o centella en una de las almenas de la citada torre, que fue donde se conoció el estrago que hizo su caída.


Este incidente provocó la alarma en la población, por lo que el señor gobernador interino solicitó al capitán general de acuerdo con el Ayuntamiento, que se fabricase un almacén para la pólvora fuera de la población y de todo riesgo, lo que de hecho se ejecutó sin dilación de tiempo a costa de la Villa en el sitio y forma que entonces se veía, dicho del Calvario Viejo, situado al final de la calle de las Higueretas, sobre cuya puerta y entrada se puso la siguiente lapida e inscripción esculpida  con letras de molde: “ESTA OBRA COSTEÓ LA VILLA A SOLICITUD DEL SR. D. FRANCISCO DE CÁRDENAS, SU GOBERNADOR INTERINO, Y DIPUTADOS REGIDORES, LOS SEÑORES DON JOSÉ GONZÁLEZ Y DON ROQUE DE AMOR, AÑO DE 1741”.


Hay que apuntar que la instalación del citado almacén para la pólvora fue protestada por el vecino don José Cassé, en 1788, quién disponía de unas instalaciones vinateras de importancia, alegando que la existencia de dicho almacén le impedía expandir sus instalaciones, además de que dicho polvorín suponía un peligro al encontrarse cercano a sus depósitos de alcoholes, sobre todo teniendo en cuenta los incendios que se habían dado en los últimos tiempos en el mencionado almacén de pólvora.


Trasladado el polvorín a costa del señor Cassé, la ampliación de la bodega fue formalmente denunciada por el vecino don Antonio López, por tratarse de la ocupación de un camino que era del público, con el consiguiente perjuicio de los vecinos inmediatos y de todos los demás del pueblo, cuyo camino, añadía, no sólo era conocido desde tiempo inmemorial, sino que era frecuentemente usado por los vecinos para el acarreo de la arena necesaria para las obras, así como para trasladar al pueblo los efectos pertenecientes de las embarcaciones naufragadas en la playa de La Costilla, sirviendo asimismo de paso para las haciendas y corrales de la costa y el uso indispensable del castillo y fortaleza de la Almadraba que en ella se hallaba, sin que hubiera otro – proseguía -- en el espacio comprendido desde la población por la calle Calvario hasta la Playa de la Costilla, como tampoco salida capaz para bestias y carretas en toda la larga ribera o costa de la parte que miraba al este y sur, siendo por tanto aquel camino del que se servían todas las playas de la ribera para el transporte de cuanto era necesario conducir con caballería o carretas.


Una de las reseñas que me ha sorprendido de las cosas que contiene este escrito es el gran número de naufragios que debían producirse en aquella época, tan elevado como para poder reclamar un camino para trasladar los efectos de dichas embarcaciones siniestradas. También conviene decir  que cuando se alude al Calvario Viejo, no se trata de la actual calle de este nombre, sino al que existía en la prolongación de la calle Higuereta.


Por cierto que, tras un intento de trasladar el almacén de la pólvora al pago de la Viña Perdida (calle Triana y adyacentes), se construyó en la zona del Ejido, dando lugar al pago conocido por La Pólvora. Eso sí, el techo del nuevo almacén, conocido en el pueblo por casilla de la pólvora, se construyó en esta ocasión de bovedillas en evitación de nuevos incendios.


Volviendo a nuestra plaza de Andalucía y dando un salto en el tiempo, nos trasladamos al pasado siglo XIX, en que esta plaza se caracterizaba por la cantidad de puestos de frutas y hortalizas, establecidos al aire libre unos, y en los portales otros, todos ellos cubiertos con sacos de cáñamo como protección del sol, dotado, según narra el escritor José Navarrete en su novela María de los Ángeles, cuya acción se desarrolla en esta villa, de unas cuantas mesillas sostenedoras de los melones, las sandias, las canastas y las espuertas llenas de uvas, perillos, berenjenas, calabazas, tomates y pimientos verdes. Era, pues, un mercado público y el centro más importante del pueblo, y asimismo lugar de reunión de contratos y citas. Una copla de carnaval decía así:


Plaza de la Caridad / tan chiquita como eres.
En ella se encontrará / de todo lo que quisieres.


De igual manera, los braceros y jornaleros se acercaban cada mañana a dicha plaza con la esperanza de ser contratados por los manijeros, patrones y aperaores de los ranchos y cortijos para echar peonadas. También era la plaza en la que el humo de los tostadores de castañas se mezclaba con la niebla en los atardeceres otoñales, y donde la gente tomaba el sol invernal en las mañanas domingueras mientras otros se entretenían en extraer y comer con ayuda de un alfiler, los “burgaillos” que vendían los chiquillos, hijos de marineros y mariscadores. Hoy, que por desgracia está prohibido prácticamente todo en Rota, se le ha arrebatado al pueblo la posibilidad de degustar aquellos sabrosos burgaos de los Corrales roteños, cuyo sabor en nada tenía que ver con los que actualmente se importan de Marruecos. Las nuevas normativas prohibitivas impiden mariscar los cangrejos moros, las ortiguillas y erizos de mar, entre otras muchas especies, cuando todo ello ha significado una tradición popular de nuestro pueblo.


Como indicamos la plaza de Andalucía fue siempre el ombligo de la población y testigo de inolvidables noches nazarenas, en las que se predicaba desde un balcón del Ayuntamiento el sermón de Pasión en la madrugada del Viernes Santo, con el pronunciamiento por el pregonero de la Sentencia de Jesús y el canto del Ángel Consolador. A propósito de esto, debemos decir que en 1859 el Ayuntamiento, no se sabe por qué, acordó derribar la bonita torre renacentista que había sobre el Arco de la Villa, toda ella de cantería y buena estructura, construida en 1793 . Se trataba  de la Torre de la Harina, y desde uno de los balcones que daban a la plaza, conocido por balcón de Pilatos, cantaba el pregonero la sentencia en las madrugadas del Viernes Santo. Toda la cantería resultante de su derribo sirvió para formar las cunetas que existieron hasta 1949  a lo largo de la calle Calvario.


Formando esquina con las calles Charco y Nuestra Señora del Rosario existía una tienda de café y bebidas con cuartos de madera reservados, propiedad de Francisco Rodríguez Milán, que estaba atendida por un dependiente muy grueso, hasta el punto de que usaba una correa son seis hebillas, y que era conocido por toda la clientela con el apodo de Mangolo.


También fue testigo esta plaza de la quema de imágenes, ornamentos y objetos sacros sacados de la ermita de la Caridad en la noche del 17 de abril de 1936. Meses más tarde, a finales de agosto de aquel mismo año, Manolo Liaño Ruiz de Lacanal, un funcionario del Consistorio, buen sindicalista, fundador de la UGT en Rota, y de reconocidos sentimientos izquierdistas, que tuvo una librería en el número 2 de esta plaza, fue invitado por agentes franquistas, junto a otros doce hombres, a dar un paseo nocturno sin retorno a bordo de uno de aquellos camiones, paseo del que jamás regresaron sus pasajeros, desconociéndose hasta el momento bajo qué cuneta o junto a qué pared de cementerio reposan sus restos.


Esta plaza, junto a la de España o Alameda, era utilizada para correr el toro de cuerda, conocido también por gayumbo o toro del aguardiente, que se celebraba en las fiestas de la Patrona, en la Pascua de Resurrección y en las vísperas de San Juan Bautista. Estos novillos se traían hasta la calle Portugal, que servía parcialmente de toril tras una improvisadas empalizas. El iniciador de esta práctica fue el alcalde don José Moreno Bonhome, dado que mantener los toros encajonados y retenerlos hasta la suelta era incomodo y peligroso. Como es natural en esos casos, la calle Portugal terminó por ser conocida por calle del Toril.  De ella dijo el poeta:


¡Callejuela del Toril / de San Clemente y Puyana,
que recuerdan el embrujo / de una calle sevillana!


Relacionado con esta fiesta del toro del aguardiente recogen los Anales un triste suceso, ocurrido en la plaza de Andalucía el 3 de aOctubre de 1879. Aunque el toro iba siempre amarrado a una larga maroma, disponía del suficiente campo de acción para embestir y perseguir a los jóvenes que trataban de emular a Cuchares o el Gallo, entre los que se encontraba en aquel año el cabo de Carabineros Pedro Mauriño González, que hacia por lucirse, intentando lances y verónicas, hasta que en una de las embestidas del animal, que no pudo ser controlada por los que sostenían la soga, el toro lo persiguió cuando perdió el trapo que llevaba a modo de capote, y como quiera que en la plaza no había burladeros, corrió velozmente hacia la farola central del alumbrado de gas, con tan mala suerte que al intentar subir, quedó en tan mala posición que uno de los pitones del toro le penetró por el ano, destrozándole el recto y produciéndole tal hemorragia que cuando llegó al cercano hospital era ya cadáver. Esto provocó una gran conmoción en el pueblo y la suspensión del resto de los actos municipales programados.
Por cierto que un día de carnaval apareció en la plaza de Andalucía, un enorme cartel que decía: Esta tarde desfilará por esta plaza el animal más grande del mundo. Esto creó mucha expectación, lo que atrajo a la plaza mucha gente que esperaba impaciente el acontecimiento, que tuvo lugar a las cinco de la tarde con el paso de un enorme elefante construido de alambre y papel, en cuyo lomo se encontraba un negrito a manera de domador del animal, y bajo el cual se encontraba mi padre, Juan Arjona, que previamente había puesto el letrero, acompañado de Francisco Sánchez, quienes hacían caminar entre ambos el mastodonte de pega.


Recuerdo cuando se adoquinó esta plaza hace más de sesenta años, siendo yo un muchacho, donde aparecieron enormes silos que supuestamente sirvieron en siglos pasados para almacenar áridos. Hace un par de años se remozó de nuevo esta plaza, volviéndose a encontrar un nuevo silo, que el ayuntamiento cubrió con un grueso cristal a la espera de que, en algún año venidero, ilumine su interior, para que la gente pueda ver algunos de los pocos vestigios del pasado, que la insensibilidad municipal ha ido permitiendo que la piqueta destruya lo poco que ha ido apareciendo o ya teníamos localizado, como por ejemplo: las tinajas y el alfar encontrados en la plaza de la Merced, las casas que trascalan, la Bodega Rabina, etc.


Como se ve, es una plaza llena de historias y acontecimientos locales, en que cada roteño puede tener un recuerdo, y también los forasteros pueden traer a la memoria la alegría de su aspecto simpático, familiar y bullanguero en los días del verano, donde con tomar un café en el desaparecido bar Las Tres Puertas, un tinto o una cerveza con buena tapa en el recordado bar de José Pinterra, o con sólo estar de pie en las aceras en grata conversación, podía disfrutarse durante bastante tiempo con la distracción de los múltiples viandantes, la llegada de los coches de caballos de Saborido y Flaviano, o la extravagancia lingüística de Pepillo Puyana, pues los dueños de los negocios podrían decir la coplilla que el licenciado Izquierdo, farmacéutico, repetía de vez en cuando:


Tertulianos a la puerta / y moscardones adentro,
son cosas perjudiciales / a todo establecimiento.


A lo largo de la historia la actual plaza de Andalucía ha sido bautizada y rebautizada en infinidad de ocasiones, pues si en principio se le conocía como plaza del Arrabal el primer nombre que aparece en escrituras públicas es el de Puertas de Tierra, por ser la principal entrada por tierra al recinto amurallado o Villa.


Posteriormente, en 1586, aparece bajo el nombre de plaza de la Cruz Verde, y posteriormente de La Caridad, por haberse instituido la Hermandad de este título en la preciosa Capilla de San Juan Bautista. En 1878, acordó la Corporación rotular la plaza con el nombre de Alfonso XII.


A mediados del siglo XVIII había en el centro de la plaza una cruz y un pozo para servicio público, pero al secarse éste acordó el Ayuntamiento en 1769 quitar la cruz y cegar el pozo por servir sólo de asiento a gente ociosa, destinándose el material por vía de limosna para la obra de ampliación que entonces se realizaba en la capilla de la Patrona.


La rotulación de la plaza con el nombre de Alfonso XII era deseada, no sólo por el Cabildo, sino por todo el pueblo, ya que el Rey era la persona en la que se depositaba la confianza en aquellos tiempos de tanta inestabilidad política. De hecho, en marzo de 1877 marchó a Cádiz una comisión formada por don Juan Beigbeder Iznardi y otros munícipes para concurrir a la primera visita efectuada por el monarca a dicha ciudad.


Asimismo, tras el anuncio de la boda de S.M. con la princesa doña Mercedes de Orleáns, que habría de celebrarse el 23 de enero, acordó el Ayuntamiento en sesión del 10 de enero de 1878 celebrar dicho enlace durante los días 23 al 25 con repiques de campanas, rotulación de esta plaza, Tedeum, distribución de pan, cucañas terrestres, toros de cuerda, verbenas y conciertos de la banda Municipal.


Posteriormente, ya en 1890, recibe el nombre de Alfonso XIII, hasta que en 1931,  proclamada la II República, se le da el nombre de Fermín Galán, en homenaje a uno de los capitanes que se habían sublevado en Jaca recientemente contra la Monarquía, nombre que mantuvo hasta bien entrado 1936. Tras el estallido de la guerra civil recibe el nombre de plaza del General Franco, hasta que en l982 se le da el nombre de plaza de Andalucía, que es el que actualmente  tiene.


El Ayuntamiento mandó colocar junto al Arco de la Villa un hermoso azulejo que recoge una escena de la Virgen del Rosario, sentada y entregando el rosario al rey Fernando III el Santo,  conquistador de la villa en 1251, en presencia de Santo Domingo de Guzmán y sus capitanes. Es reproducción de un cuadro que existía en la antigüedad en el mismo lugar, y que por las inclemencias del tiempo hubo de retirarse a la Capilla de la Caridad, donde se encontraba la noche en que las imágenes y enseres fueron incendiadas.


No podríamos terminar de hablar de esta plaza si no mencionáramos la Ermita de la Caridad, y los diferentes puestos ambulantes que recuerdo, como el de Cositabuena y sus riquísimos polvorones y corrucos, el de Liaño, alias Salchicha, o el kiosco del Cai...


Hemos dejado para el final la descripción de la ermita de la Caridad, llamada así porque en ella radicó la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, fundada por don Miguel de Mañara Vicentelo de Leca, cuyos estatutos fueron aprobados por el ordinario eclesiástico de Sevilla el 4 de octubre de 1675, siendo rey de España Carlos II, hijo y sucesor de Felipe IV.


De acuerdo con sus Reglas, esta hermandad ejercía una caritativa misión en beneficio de los pobres y enfermos, y aunque algunos historiadores cuentan que llegaron a fundar el Hospital de la Misericordia, sito en la calle Gómez Ulla, donde hoy se encuentra la Gerencia Municipal de Urbanismo, en realidad dicho hospital fue fundado por una cofradía formada por vecinos, sobre el siglo XVI, y tuvo además un largo pleito con la de la Caridad respecto a rentas y asuntos de carácter económico. Por cierto, el Hospital como tal no cumplía las funciones que hoy entendemos como tal, ya que era una especie de asilo y centro de acogida para indigentes. Aparte de ello, tenía por obligación de su regla la atención a los condenados a la última pena y la de dar sepultura a los cadáveres de éstos y de los náufragos que aparecían por estas costas. A notar que nuevamente aparece el nombre de náufragos, lo que pone de manifiesto el intenso tráfico marítimo que había en esta bahía por aquellas fechas, así como la relativa frecuencia de siniestros en la época, por temporales u otras causas.


Respecto a la ermita, podría dar aquí datos sobre estilos, extensión, tipo de construcción, etc., pero creo que eso corresponde a los historiadores e investigadores roteños, ya que presumo que a ustedes, querido lectores, os interesa más la historia popular y las anécdotas relacionadas con esta ermita, por lo que pasaremos de largo en lo relativo a la parte técnica y artística, si bien hablaremos de las imágenes, diciendo, por ejemplo, que la actual imagen de Nuestra Señora de los Dolores con el cuerpo yacente de Cristo sustituyó al grupo que consumió las llamas en la noche del 17 de abril de 1936. La imagen de la Virgen fue completada por el escultor jerezano Chaveli a partir de un artístico busto que regaló doña Ramona Suero, viuda de Pisorno, procedente de la ermita de San Cayetano. Esta ermita pertenecía a una esplendida casa solariega que fue propiedad del benefactor de Rota don José Iznardi, y después de los señores Beigbeder y de don Félix Pizorno. La imagen de Jesús fue hecha nueva en su totalidad en 1942, por el expresado imaginero jerezano.


El antiguo grupo escultórico fue muy venerado en el pasado, hasta el punto de que en 1803 se creó la Venerable Orden Tercera de los Siervos de Nuestra Señora, para culminar en 1902 con la formación de una hermandad de hombres, que salió en procesión por primera vez el Viernes Santos usando capirotes. No obstante, esta hermandad duró sólo tres años, hasta que por iniciativa de don José Sánchez Durán fue reorganizada y erigida canónicamente el 7 de junio de 1955.


Tras la desamortización del ministro Mendizábal, el convento de la Veracruz de Mercedarios Descalzos, constituido en 1604, fue cerrado a cal y canto como tantas otras instituciones religiosas del país, si bien las imágenes y demás enseres permanecieron dentro de la iglesia, hasta que, tras varias vicisitudes fueron trasladados a la Iglesia Parroquial de Ntra. Señora de la O, como fue la propia imagen de Nuestra Señora de la Merced, que mora en la actualidad en la capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno, y que gracias al celo, fervor y dedicación de una feligresa roteña, como es María del Carmen Vera Bernal, es posible que en pocos años consiga crear una hermandad de gloria bajo la advocación de Nuestra Señora de la Merced.


Asimismo, el Santísimo Cristo de la Veracruz, anteriormente en la iglesia del citado convento, quedó depositado en la ermita de la Caridad. Sobre este particular se sabe que en una visita efectuada el 10 de junio de 1876, el Ilustrísimo Señor Don Antonio González Cienfuegos, ordenó el cambio de ubicación de la Santa Imagen, aunque se desconoce si fue directamente a la ermita, o acaso fuera primeramente a la Iglesia Parroquial.


La imagen del Crucificado es de tamaño natural, de 1,65 metros de altura, y de factura muy proporcionada, realizada en 1726 por Diego Roldán en precio de mil reales de vellón, y corresponde a la época de transición del estilo renacentista al barroco, si bien pertenece más bien al primer estilo, aunque sean evidentes los posteriores retoques barrocos. La cabellera es natural, que también fue una de las modalidades barrocas de la imaginería religiosa,  Ésta, se encuentra dividida en dos mitades en la cabeza, le cae por el dorso, llegando casi a la cintura. La primera cabellera fue donada por doña María Naval Zarazaga. Era una trenza grande que conservaba la donante, pues ella usaba, como era normal entonces, un rodete. La cabellera actual, donada por varias devotas, fue estrenada el Jueves Santo de 1942, importando su confección 175 pesetas. El trabajo fue realizado por doña María Rodríguez de Florido y doña Francisca Izquierdo de Grande, según datos recopilados por los escritores roteños y cronistas de la Villa, Don Antonio García de Quirós Milán y Don Ignacio Liaño Pino, si bien desconocemos si la misma ha sido sustituida a posteriori.


Asimismo se tiene el recuerdo de una señora llamada Ramona, que desde que el Crucificado llegara a la ermita de la Caridad no le faltó nunca un recipiente con aceite sobre el que flotaba una mariposa encendida. Dada la pobreza de la fervorosa Ramona, la gente le aportaba el aceite para la improvisada lámpara, y ella, por su parte, se llevaba horas y horas orando delante de la Sagrada Imagen, pidiendo por toda la feligresía de la Villa.
La bella imagen de Cristo Crucificado fue protagonista y testigo de excepción en la noche del 17 de Abril de 1936, cuando un grupo de descontrolados sacó a la plaza las imágenes y enseres de la ermita de la Caridad para arrojarlos a una hoguera, o “joguerá”, como decimos en Rota, según narra don Antonio García de Quirós Milán en su libro Historia de la Ermita y Cofradía de la Veracruz, quien se suma a los historiadores locales, como son también Rafael Quirós Rodríguez, Ignacio A. Liaño, Francisco Ponce Cordones o José A. Martínez Ramos, de cuyas investigaciones y legados literarios nos servimos para enriquecer la confección de estas historias populares.


Lo cierto es que aquella funesta noche, uno de los asaltantes, armado con un hacha, intentó infructuosamente desprender al Crucificado de la pared, y ante tal resistencia parece que intentó dejar una huella de aquella demencia colectiva, dándole un hachazo en el pie y desprendiendo un dedo. Resulta que el altar del Cristo de la Veracruz estaba adosado a un muro lindero con la casa número 2 de la plaza del General Franco, propiedad de don José Hidalgo Martín, cuya esposa, Leonor Patino Sánchez, costurera de hombre, al oír los golpes y hachazos que daban a la imagen del Crucificado, y viendo que las llamas consumían las demás imágenes y ornamentos, quiso salvar las ropas y objetos que tenía en la habitación adosada al altar mencionado. El ruido producido por el traslado de los baúles dicen que fue la causa del pánico que embargó a los actuantes, y creyendo éstos, en su estado de ánimo de completa excitación, que se trataba de un fenómeno sobrenatural, dejaron abandonada la imagen sin lograr sus pretensiones.


Según detalla A. García de Quirós en el expresado libro, hubo una testigo que presenció el hecho. Se trataba de Josefa Pérez Fabre, por aquel entonces una niña de corta edad, que vivía con sus padres en la casa inmediata a la ermita de San Juan Bautista, que inconsciente del peligro que corría se enfrentó a los protagonistas, que la amenazaron con lanzarla a la hoguera. La chiquilla vio por sus propios ojos como daban el hachazo al Cristo y se desprendía el dedo, y ella misma fue la que contó al autor, que el individuo, sudoroso y descompuesto, se quedó unos segundos mirando a la imagen tras darle el golpe de hacha, y sin decir palabra salió apresuradamente de la ermita junto con sus compañeros.


El dedo desprendido por el golpe de hacha fue hallado junto al hoy desaparecido púlpito, en medio de los escombros y suciedad de la capilla, por las hermanas, Carmen, María Dolores e Isabel Naval, María Caballero Fuentes y Antonia Rebollo Delgado. También fue recuperada, totalmente carbonizada, la cabeza del Cristo que formaba parte del grupo escultórico con la Virgen de los Dolores, y un cáliz en perfecto estado.
Dicho dedo fue adherido posteriormente al pie del Cristo por Carmen López Naval y María Caballero Fuentes, con cola de conejo que le facilitó el carpintero Juan Mora Mateos, Morita, que tenía en aquellos tiempos su carpintería en la citada casa de los Puertos o Puestos, como ya referenciamos anteriormente.


Junto a la ermita de San Juan Bautista, vulgo de la Caridad, hizo levantar la hermandad de la Santa Caridad una hospedería para el albergue de pobres enfermos de solemnidad, a cuyo efecto solicitó del Ayuntamiento el 26 de marzo de 1757 por vía de limosna un corte de palmas en el sitio llamado El Brosque, próximo a Aguadulce, con objeto de cocer la cal que necesitaban para dicha obra, petición que fue concedida.


Es interesante saber que los edificios religiosos cumplían también actividades sociales, tales como celebrar las votaciones en las diferentes elecciones. Sobre este particular, y como anécdota ocurrida en uno de dichos sufragios, concretamente el celebrado el 20 de Noviembre de 1820, el ciudadano don Narciso Moldes, que se había presentado a las últimas elecciones, pidió al Cabildo explicaciones del por qué su nombre no había sido admitido en las papeletas que se presentaron a la citada elección parroquial, celebrada el día 17, pidiendo que se le diese testimonio del número de sufragios que se presentaron a su favor y que constaban en el expediente formado al efecto. El Ayuntamiento contestó al señor Moldes con estos argumentos: Que consecuentemente con la orden comunicada del jefe político de la provincia, se había mandado sacar listas de los deudores al Pósito, Propios y demás caudales públicos, donde aparecía el Sr. Moldes con un descubierto de 7.802 reales y 21 maravedís por la renta de aguardiente y licores del año 1813, y de igual manera 754 reales y 26 maravedís por iguales conceptos del año 1814. El caso quedó meridianamente aclarado.


Otra anécdota, pero mucho más reciente, de la que yo fui testigo personal fue la siguiente: Hace unos años, precisamente el día que se celebró con una misa la última restauración de la ermita de la Caridad, que contó con la presencia del entonces obispo de la diócesis de Asidonia-Jerez, don Juan del Río Martín, hoy máxima autoridad del Cuerpo Eclecial de Capellanes de las Fuerzas Militares españolas,  a quién tuve el atrevimiento de dirigirme tras finalizar la función religiosa con la intervención del Orfeón Virgen de la Escalera, con la intención de rogarle una solución al problema suscitado entre los diferentes sacerdotes de las diversas parroquias locales sobre la celebración de misas de corpore insepulto en la capilla de la Santa Cruz, correspondiente al Cementerio Municipal, recientemente construida a tal fin, ya que ciertos políticos, desde las trastiendas y por desavenencias con el alcalde ejecutor del acertado proyecto, tenían revueltas las sacristías, llegándose a crear un clima tenso entre los curas que estaban de acuerdo en celebrar la expresada misa en la capilla del cementerio, y los que, obviando dicha capilla, pretendían que se continuara celebrandose en las parroquias a las que pertenecían los finados, ya fuese con antelación al entierro o con posterioridad al mismo.


Con estos argumentos me dirigí al señor obispo, diciéndole: “Ruego a Vd. pongan de acuerdo a los sacerdotes locales, ya que por humanidad y solidaridad con las familias afectadas, que llevan varios días soportando la pérdida de los seres queridos en el cementerio,  se ven obligadas, tras el entierro de sus difuntos, a tener que ir, junto con los amigos de los fallecidos, a escuchar misa en las parroquias correspondientes, lo que suponía más molestias, cansancio y dolor, a más del extender varias horas más el funeral con nuevos pésames, desplazamientos, etc”. El señor obispo, tras escuchar atentamente mi petición, se dirigió al párroco de la Iglesia de O, don Valentín Vigueras, ordenándole se encargara personalmente de acabar con esa triste situación. Varias semanas después el asunto quedó zanjado hasta el día de hoy, a Dios gracias.


Aunque en su día agradecí personalmente al señor obispo su santa y humana intervención, quiero de nuevo aprovechar la ocasión para darle nuevamente las gracias por haber sido sensible a la incompresible situación que se estaba viviendo en Rota por culpa de algunos políticos, que aunque siguen dándose golpes de pecho de cara al tendío, y pertenezcan a agrupaciones religiosas influyentes, bien poco les importa los verdaderos problemas del pueblo, al que dicen querer mucho...


Retomando de nuevo la Plaza de Andalucía, y rebuscando en las actas capitulares del Ayuntamiento roteño, podemos constatar la de veces que su firme ha sido empedrado y reparado, ya que se trataba de la entrada principal de la Villa, lo que suponía el paso constante por dicha calzada de calesas, carros, carretas, animales herrados y el movimiento de personas con motivo del mercado al aire libre situado en dicha plaza y el paso hasta el muelle, por lo que era constante el deterioro por el exceso de uso. Con tal motivo se hace referencia en diferentes actas y en distintas fechas de las reparaciones efectuadas en los años de 1752, 1777, 1786, 1816, etc.
Por otra parte, se encuentra recogido en un acta de 1823 cómo el Ayuntamiento,  ante los graves inconvenientes que se derivaban de los muchos puestos ambulantes montados en la plaza de la Caridad, tanto de carnes, como de verduras, frutas y pescado fresco, tomó el acuerdo de ubicar los distintos gremios por sectores, situando los primeros en la plaza de la Constitución, y los de pescado al sitio llamado de la tahona de la Boya, que se hallaba en la rinconada que había frente al convento Mercedario.


Aunque pueda extrañarnos, esta situación se vino prolongando en el tiempo hasta bien entrado el siglo XX, ya que no fue hasta el 18 de mayo de 1928 cuando el Ayuntamiento tomó el acuerdo de construir un mercado público, siendo alcalde don Zoilo Ruiz-Mateos, eliminando así los puestos ambulantes y todos los problemas causados por la anterior situación.

 

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  • Rebartoloderota

    Rebartoloderota | Martes, 26 de Junio de 2018 a las 18:33:12 horas

    Don Prudente, podría adelantarnos para cuando escribirá la historia popular de cuando el milagro de la Capilla que se incendió por combustión espontanea y que fue declarado milagro de nuestra señora del benzeno. Gracias.

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