ERRORES Y ERRATAS

Siempre se ha dicho que errar es de humanos, quizás para mostrar las limitaciones que nos circundan.
Efectivamente todos nos equivocamos y en muchas ocasiones. Algunos consideran que lo importante no es equivocarse sino rectificar. “Rectificar es de sabios”, expresó alguien que, sin duda, se equivocó en más de una ocasión, como usted y como yo.

San Agustín le daba un valor existencialista al error. Decía el santo: “si yerro, existo”. Bien mirado (o leído) nos lleva inequívocamente a la frase con la que se iniciaba este artículo. Siglos después, Descartes “racionalizó” la frase del  santo filósofo y concluyó que “pienso, luego existo”.

Algunos atribuyen al hecho de equivocarse una sensación pesimista del Hombre, colocándonos en el vagón de cola de toda la Creación. Los que así opinan expresan que “el Hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.

Muchos se equivocan porque hablan demasiado y para excusar semejante comportamiento sacaron de la “chistera” el conocido dicho de “quien tiene boca se equivoca”. Claro que hubo quien le recriminó semejante atrevimiento y optó por la prudencia declamando que “en boca cerrada no entran moscas”.

A la confusión al transcribir algún texto se le denomina errata. Cualquier texto que caiga en nuestras manos puede contener alguna, incluido este.  Normalmente tienen poca importancia, aunque el castellano es tan rico en matices que una simple tilde cambia el significado de una palabra. No es lo mismo un SÍ afirmativo que un SI condicional. Los mensajes que circulan a través de las distintas aplicaciones que ofrece Internet están llenos de erratas.

Cuando hablan los políticos hay que prestarles bastante atención, casi la misma que al contratar una póliza de seguros o a la hora de negociar la hipoteca de la casa, porque suele  haber mucha  letra pequeña y se puede pasar por alto lo más importante del mensaje. Ya se sabe que en redactar “pequeños detalles” las compañías y la banca son históricos expertos.

Nuestro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,  es conocido, entre otros asuntos más lamentables, por sus “erratas orales”, de forma tal que algunas de sus expresiones son virales en la red.
Algunos diputados y diputadas se han enredado alguna que otra vez con femeninos inexistentes y, al igual que las sentencias virales del presidente, han corrido por la red a la velocidad de la luz.
Pero la atención que hay que prestar a estos mensajes no es con ocasión de pillarles en un error lexicológico o sintáctico, lo verdaderamente importante es prestar atención al contenido del mensaje, sobre todo para evitar ser “el animal que tropieza, no dos veces, sino más de dos, con la misma piedra”.

Lo primero que hace falta para analizar los mensajes es saber leer. Saber leer no significa conocer las letras y el sonido de sus uniones, cual cartilla “Amiguitos” (los más veteranos se acordarán), implica extraer conclusiones del texto leído una vez razonado su contenido.
Salud.