Carlos Roque Sánchez
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CAMINOS Y CAMINANTES (y 2)
(Continuación) Mientras, la otra vasija, la vieja, se moría de vergüenza consciente de que a duras penas cumplía con la mitad de su tarea. Y en su enorme disgusto apenas le servía de consuelo pensar que aquellas grietas eran, precisamente, el fruto de muchos años de servicio, de muchas idas y venidas portando agua, de mucho trabajo bien realizado.
Tan avergonzada estaba que un día, mientras el hombre sacaba agua del pozo, decidió hablar con él: “Quiero pedirte disculpas. Debido a mi largo uso sólo consigues entregar la mitad de la carga y así apenas sacias la sed de tu casa. Lo siento”. A veces parece que las vasijas pensaran como los hombres.
Sin embargo al oírla el hombre sonrió y le respondió: “Mientras regresemos observa con cuidado el camino”. Así lo hizo la vasija y asombrada pudo ver que por el lado donde ella iba, habían crecido muchas flores y plantas. “¿Ves que la naturaleza es más bella por tu lado?”, le comentó el hombre. “Como sabía que estabas agrietada resolví aprovechar este hecho y sembré flores, hortalizas y legumbres, las mismas que tú has ido regando durante años. Y gracias a ellas he recogido rosas para adornar mi casa y he alimentado a mi familia con lechuga, col y cebollas ¿Cómo podría haberlo hecho, si no fueras cómo eres?”
Sabido es que todo y todos, llegado el momento, envejecemos y perdemos cualidades, es algo tan cierto como evidente. Pero lo que quizás no es tan sabido y evidente, aunque no por ello menos cierto, es el hecho de que gracias a ese paso del tiempo adquirimos otras cualidades que siempre, si se quiere, se pueden aprovechar. O al menos eso creo o quiero creer.
Aunque si les soy sincero, tengo para mí que la vieja vasija de la leyenda ficticia, salió mejor parada que muchos humanos viejos de la vida real. Sí, estoy convencido. Aunque también puede ser que, a veces, algunos hombres pensaran como las vasijas.
‘Caminante no hay camino’. Poco puedo y debo escribir de la vejez, entre otros motivos porque no creo haberla alcanzado aún, si bien noto que mi cuerpo ya no es el que era ni de lejos. No digo que como envoltorio que es se esté poniendo ridículo, esto es la vejez para muchos, pero sí que, como suele decir un conocido galán, soy ya un hombre que más que vestirse se cubre.
En cualquiera de los casos les he de confesar que no me hace maldita la gracia y que, de manera preventiva, no tomen al pie de la letra lo que escribo. Sucede que los viejos sabemos, por viejo ya saben, muchas cosas que otros por jóvenes aún ignoran. Cosas de las que, unas, todo hay que decirlo, convendría que no las aprendieran nunca, no. Nunca jamás. Otras sin embargo, quizás, por qué no. Y estotras, éstas, indefectiblemente, sí.
Del subtítulo sólo recordar lo que ya saben. Forma parte de ‘Proverbios y Cantares (XXIX)’, y pertenece al libro ‘Campos de Castilla’ (1912) de Antonio Machado.
“Caminante, son tus huellas / el camino, y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante, no hay camino, / sino estelas en la mar”. Del poeta nada que decir, es mi preferido de cabecera.
Para contacto personal: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia












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