LAZO MARRÓN

Las pensiones suele ser habitualmente un tema recurrente en el ámbito político. El número de pensionistas en España, cerca de nueve millones,  es lo suficientemente atractivo para tenerlos en cuenta a la hora de cualquier convocatoria electoral.

La situación actual dibuja un panorama nada halagüeño.  El mensaje de que la “hucha” de las pensiones está en mínimos alarmantes hace cundir el pánico entre la ciudadanía. El efecto que ocasiona es claro: el pensionista debe darse cuenta que es un “ privilegiado” por poder cobrar una pensión que, a juzgar por los números que acompañan los negros mensajes, es posible que los pensionistas de dentro de unas décadas tengan una pensión de subsistencia y además tengan que trabajar hasta cerca de los setenta años para lograrla. Leído así, no es que te obliguen a trabajar hasta cerca de los setenta cumplidos, es que no vas a tener más remedio que hacerlo para poder tener unos ingresos que te permitan seguir manteniendo un nivel de vida más o menos digno.

La cuestión no es nueva, ya digo. En la década de los noventa del siglo pasado se enviaba a los pensionistas mensajes menos catastróficos. Se decía entonces que la pensión que cobraban los jubilados era el producto de sus años de cotización. El Estado actuaba, decían, a modo de cualquier empresa aseguradora de ahorro para las jubilaciones, y  se encargaba de guardar esas deducciones en las nóminas para garantizarles a los cotizantes sus pensiones futuras.

Ya en esos años se “vendía” las bondades de suscribir plan de pensiones privadas con el fin de disponer de mayor capital en el momento de la jubilación. Lo que parecía una incongruencia. Si ya teníamos garantizado “un plan de pensiones por el Estado”, con nuestras cotizaciones,  ¿para qué ahorrar para un plan privado con el mismo fin?
La idea de que las pensiones cobradas eran producto de los años de cotización pasó pronto, muy pronto, al mensaje de que las pensiones que se cobran lo hacen gracias a las cotizaciones de los empleados de cada momento. Es decir, cuanto más personal esté trabajando, más garantía existe de que los jubilados cobren sus pensiones. La crisis económica, con su consecuencia de aumento del número de parados, arrastró un déficit sobre la partida contable de las pensiones.

Las recetas puestas en marcha por los diferentes gobiernos basada en aprobación de reformas laborales retrógradas,  no han visto incrementada las cantidades destinadas a las pensiones debido a que las cotizaciones en este sentido han disminuido en las nóminas. Han prevalecido las contrataciones precarias que han permitido “vender” como un éxito la bajada del número de parados, pero que no han venido a solucionar el problema del incremento de la “hucha” de las pensiones. Tal y como está la situación planteada dicen los analistas de estos temas que se necesitan tres trabajadores para garantizar que un pensionista pueda seguir cobrando su pensión.
La subida de las pensiones en un ridículo 0,25% es un insulto. La cuestión de las pensiones es algo prioritario a resolver. Que el pago de estas forme parte de los Presupuestos Generales del Estado puede ser una solución. Para equilibrar un presupuesto se pueden subir ingresos, pero también se puede lograr reduciendo gastos.
Salud.