Balsa Cirrito
LA CUESTIÓN PALPITANTE
En realidad, todo se reduce a una cosa: emigración. Trump, el Brexit, los movimientos ultraderechistas de Alemania, Francia e Italia - por no hablar de los del este de Europa - todo tiene su misma razón de ser y origen, y es el rechazo a los emigrantes
Por un lado se encuentran quienes proclaman: "Refugees welcome", aquellos que afirman que todas las culturas pueden convivir, quienes creen que hay que volcar los servicios sociales en los extranjeros. Por otro, los que aseguran que todos los que vienen son ladrones o terroristas, que no llegan para trabajar sino para aprovecharse, y que las culturas de los inmigrantes son incompatibles con las nuestras. Resumiendo podríamos decir que nos encontramos con racistas por un bando y con completos gilipollas por otro. Viendo las posturas, la solución parece complicada.
Realmente, me molesta escuchar a las dos partes. Cuando oigo a alguien decir que no pasa nada por inundar Europa de musulmanes me pregunto si lleva la cabeza en su sitio y en su lugar le han puesto un repollo. Y si oigo a algún individuo razonando que los refugiados de una guerra - cualquier guerra - tienen muchos lugares más próximos que Europa para refugiarse lo que me pregunto es si tiene corazón en el pecho o un trozo agujereado de piedra pómez.
Por supuesto, lo enfrentado de las posturas y la mutua incomprensión genera rencor e irritación. Aunque probablemente lo que más irrite a los ciudadanos europeos sea la absoluta arbitrariedad de los gobiernos, que abren la espita de la inmigración o la cierran a base de impulsos no siempre justificados, ignorando de cualquier manera lo que puedan decir los propios europeos. Sospecho, de cualquier manera, que la opinión pública se halla en general en contra de la inmigración, aunque no se dejan de producir curiosas paradojas. Por ejemplo, Polonia es uno de los países del continente más reacios acoger expatriados de cualquier tipo, lo cual es una opinión, respetable como cualquier otra; sin embargo, en Gran Bretaña los polacos son precisamente los emigrantes más detestados y los más citados y denostados por los brexiters, lo cual no deja de tener cierta justicia poética.
España y Portugal son una anomalía en Europa. Los dos países ibéricos son los únicos de todo el continente donde no ha surgido un poderoso partido populista y xenófobo de ultraderecha (salvo los independentistas catalanes, claro está), y eso que España durante la primera década del siglo fue el país del mundo que más inmigrantes recibió. No estoy seguro de si es porque somos más tolerantes o porque en el fondo nos importa todo un pepino (probablemente, lo segundo).
Porque en toda Europa - incluyendo a España - la mayoría de la gente tiene miedo a la inmigración. Y ese miedo no solo viene de grupos racistas empeñados en preservar ciertas esencias. Sencillamente, las personas tienen miedo de que su mundo se venga abajo, lo cual es absolutamente legítimo, aun sabiendo que todos los mundos, antes o después, terminan por venirse abajo. En el fondo, luchar contra la emigración, tal y como se plantean muchos países, no tiene mucho futuro. Nos puede o no nos puede gustar que nos invadan (a mí mismo no me hace mucha ilusión) pero el hecho indudable es que terminaremos invadidos. Hagamos lo que hagamos. A lo más que podemos aspirar es a organizar un poco la invasión. O, tal vez, y es la única solución que se me ocurre, ayudando a los inmigrantes en sus puntos de origen. En toda Europa se gastan cantidades ingentes de dinero en ayudas sociales a los inmigrantes. ¿No sería mejor que invirtiéramos toda esa pasta en sus propios países? A la larga, nos saldría barato.












Buzz Lightyear | Viernes, 02 de Febrero de 2018 a las 19:38:19 horas
Veo con cierta sorpresa, solo con cierta, que su ignorancia vá más alla, ya no es que no tenga idea de lo que es clasismo, es que tampoco sabe lo que es el comunismo, porque sino sabría que es exactamente el opuesto al primero. Lo que demuestra su atrevimiento al opinar de cosas de las que no tiene ni pajorela idea. Ya lo dijo el sabio "La ignorancia no tiene limites". La suya traspasa fronteras a la velocidad de la luz.
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