Carlos Roque Sánchez
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¿EXISTE SANTA CLAUS?
En este mes, décimo del calendario romano pero que por las reformas de Julio César pasó a ocupar el duodécimo lugar, aunque siguiera conservando el nombre, estas cosas pasan, es frecuente oír la frase que intitula esta opinión navideña por fecha. Se trata de una de esas preguntas controvertidas cuyas respuestas adquieren en estos días, por motivos obvios, una especial relevancia.
Y como suele suceder con estas cuestiones, no todos pensamos igual. Por ponerles un ejemplo, hace unas navidades una maestra de Madrid afirmaba que el bondadoso gordinflón no existía. Algo que veo plausible, que podría ser ¿por qué no? Lo que ya no veo tanto es el hecho de que tal afirmación la justificara con la simple lógica de que en su Belén, esa figura no estaba. Así como lo leen, tal de sencillo y argumentado lo veía ella. Pues vaya con la maestra, su lógica y su pedagogía, en fin, allá ella y su “portal lógico”.
Pero por supuesto que en dicho pensamiento no está sola, no, hay más gente que piensa lo mismo. Ella no es única en la “noelera” negación existencial. Aunque, eso sí, otros utilizan mejores argumentos. Como cierto ministro anglicano que pone en duda la existencia de Papa Noel, y lo hace pensando en la dificultad que tendría para repartir tantos paquetes y en tan poco tiempo ¿Cómo lo ven?
Estarán conmigo que no está nada mal la idea del hombre de iglesia. Me gusta ese punto de vista escéptico y físico. Tanto que vamos a echarle unos números a la faena repartidora de ese día. Veamos. Si a los aproximadamente dos mil millones de niños de todas las religiones que puede haber en el mundo, descontamos los budistas, musulmanes, judíos, hindúes, etcétera de los que no parece ocuparse nuestro canoso y barbudo personaje, el número de niños beneficiarios se reduce a unos trescientos millones lo que, dadas las estadísticas de natalidad mundial, dan unos cien millones de hogares a visitar en tan señalado día. No sé qué piensan ustedes, pero esos son muchos hogares quizás para el ruin risueño.
Aunque tiene un factor a su favor. Dada la rotación de la Tierra sobre su propio eje y los diferentes husos horarios, nuestro viajero San Nicolás de Bari tendría treintaiuna horas para el reparto, en vez de las esperadas veinticuatro. Claro está si viajara, como parece lógico que así lo hiciera, de Este a Oeste. En ese caso tendría que realizar unas mil visitas por segundo, o sea emplear una milésima de segundo por casa en aparcar, salir del trineo, bajar por la chimenea, dejar los regalos junto al árbol, llenar los calcetines, comer lo que le hayan dejado, trepar por la chimenea, subir al trineo y marchar a otra casa. No sé. Mucho ritmo para alguien con una barriga tan prominente.
Además está el asunto de la velocidad. Según mis cálculos y los datos de densidad de población mundial, el trineo se debería mover a unos mil kilómetros por segundo. Demasiado porque vienen a ser unos tres mil Mach, es decir tres mil veces la velocidad del sonido y eso es mucho, para que se hagan una idea nuestras ondas espaciales apenas alcanzan los cincuenta kilómetros por segundo en sus viajes por el Universo y un reno corriente, a duras penas, alcanza los veinticuatro kilómetros por hora. Luego no puede ser un reno corriente.
Que ésa es otra. Los renos como mucho corren, pero no vuelan. Y hoy por hoy se puede afirmar que no se conoce ninguna especie de reno volador lo que, ojo, no significa que no exista sino sólo que no es conocida, o que sólo la conoce el gnomo grande de los ojos pícaros. Quién sabe. Por si acaso, sustituyamos imposible por poco probable. Es una actitud más científica. Cómo lo es el hecho de tener en cuenta la carga del trineo repleto de juguetes. Cien millones de hogares, por muy mal que se hayan portado los niños, lo llenaría con al menos unas cuatrocientas mil toneladas de juguetes, sin contar al orondo repartidor. Es otra imposibilidad física pues un reno medio podría con unos ciento cincuenta kilogramos como mucho, luego ya me dirán. Lo dicho, muy improbable.
Pero no es esto todo. Hay que pensar en la resistencia aerodinámica del trineo cuando vuela a semejante velocidad, y el consiguiente sobrecalentamiento que originaría su rozamiento con el aire que sencillamente los abrasaría. Por otro lado los inevitables frentes de ondas mecánicas sonoras que se formarían, no sólo resultarían ensordecedores sino que los destrozarían materialmente. Sería algo muy parecido a la reentrada de una nave espacial en la atmósfera terrestre. Terrible. Tengo para mí que el del traje de color rojo con ribetes blancos (los colores oficiales de Coca-Cola, qué casual y curioso), si alguna vez existió y salió a repartir juguetes, no volvió a hacerlo nunca más. Eso al menos nos dice la Física Clásica. Sin embargo, los niños siguen recibiendo sus regalos navideños, ¿qué misterio es este?
Les deseo unas Felices Pascuas, lo mejor para ustedes y los suyos y paz para todos los hombres de buena voluntad.
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia












Ciudadano | Miércoles, 27 de Diciembre de 2017 a las 16:11:34 horas
Sr Roque, todos los artículos que escribe Usted va en son de lo mismo Si existe o no existe, si esta o no está científicamente, que si la gallina fue primero o el huevo, que plan,que si existe Santa Claus, que si existen los Reyes Magos, que si existe la Navidad, si la Navidad no existe, que si los renos no vuelan, Sr Roque todo existe ya sea en la vida real o en su misma imaginación o en la de otros pero existe, ¿de verdad cuando eras pequeño sabias que Santa o los Reyes no existían? O te has dado cuenta ya de mayor?, un saludo y que tengáis buenos Reyes que a pesar de todo existen, para mi tod@s que se acuerdan de mi son como Reyes, Un poquito la pelotilla no viene mal a ver si consigo la moto
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