Balsa Cirrito
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QUERER NO SIEMPRE ES PODER
El otro día, deambulando por internet, me topé con un discurso de Alberto Rodríguez Rodríguez, diputado de Podemos (para que lo reconozcan, es ese chico canario que lleva rastas y que nos mira como si fuera el guardaespaldas de Robert de Niro) acerca de las horas realizadas en España en las diferentes empresas y que los trabajadores no cobran. Desde el punto de vista retórico, el discurso de Rodríguez, para que nos vamos a engañar, no era muy bueno. Mal construido, peor pronunciado, con ese toque sentimental de comparsa de segunda categoría que tanto les gusta a los podemitas, innecesariamente agresivo con gente que no se puede defender... Sin embargo, la sustancia de sus palabras, el fondo de su discurso, era irreprochable. En España los trabajadores realizan un montón de horas que no cobran. Pero, con probabilidad, el señor Rodríguez se sorprendería si le dijeran que, muy posiblemente, la totalidad de la cámara se hallaba de acuerdo con él, al menos en el argumento central: no creo que ningún diputado esté a favor de que haya trabajadores que no cobren por las horas extra que se realizan en nuestro país. El problema es que a Alberto Rodríguez, como al podemismo en general, se le olvidó decir cómo solucionaría el asunto.
Quizás sea este el aspecto donde más se puede observar el infantilismo de Podemos. De hecho, si no tuvieran tan mala uva y no hablaran con tanta agresividad, casi nos podría resultar enternecedor. La cuestión es que en el partido de Pablo Iglesias (mejor dicho, Pau Iglesias) creen que para solucionar los problemas económicos basta con la voluntad política. Creen que para acabar con el paro solo hay que querer acabar con el paro. Que para generar riqueza solo hay que querer generar riqueza. Probablemente los podemitas ignoran que no hay ningún partido a favor del paro o de la pobreza; de hecho, si algún podemita está leyendo estas líneas - que lo dudo - se sorprenderá bastante de que el resto de las formaciones políticas también estén contra el desempleo. En la Disneylandia podemita no se han dado cuenta que si bien para solucionar problemas políticos son necesarias soluciones políticas, para solucionar problemas económicos son necesarias soluciones económicas, no el credo que se imparte en la facultad de Ciencias Políticas (ya el nombre es un oxímoron) de la Complutense.
En Europa no parecemos habernos dado cuenta de la situación. Fuera de los brazos protectores de la Unión Europea hay un mundo ávido de nuestro nivel de vida y que está dispuesto a echar el resto y las horas que sean necesarias para alcanzarlo. Es más, países que tienen el mismo nivel o incluso superior - EEUU, Japón o las naciones del sureste asiático - tienen jornadas laborales más largas, vacaciones más breves y derechos más recortados, ¿cómo - me pregunto - vamos a mantener nuestro bienestar? ¿Cómo?
Entendámonos; soy un trabajador y cuánto menos horas trabaje, más vacaciones tenga y mayor sea mi sueldo, mucho mejor. Pero me gustaría que alguien me explicara de qué manera se consigue eso, porque con los deseos y las buenas intenciones no basta. A menudo pienso que hay un factor de la investigación que se halla marginado, y es el de la investigación social. Las fórmulas que presuntamente favorecen a los trabajadores (hablo de fórmulas radicales) al final terminan fastidiando a esos mismos trabajadores, y no es casualidad que ningún país en el que haya gobernado la izquierda radical haya logrado prosperar. La izquierda radical es rancia como la mantequilla que se le echa al cuscús, y sigue proponiendo fórmulas no solo viejas, sino manifiestamente inútiles.
Pero si queremos mantener el estatus de los trabajadores, esa misma izquierda debe dejar de ser tan ultraconservadora, debe olvidar todo el ridículo folklore del siglo pasado, debe tirar a la basura la camiseta del magnífico imbécil del Che Guevara y debe buscar nuevas recetas. Debe perder el miedo a ser realmente nueva. Cuando uno observa a Pablo Iglesias (de nuevo perdón, Pau Iglesias) y observa que una de sus miradas al futuro es la de abrir las fosas de la Guerra Civil, dan ganas de meterse a banderillero. De hecho, en la mayoría de los países los trabajadores han dado la espalda decididamente a esa izquierda radical, y no es casualidad que, por ejemplo, en Francia las zonas de mayor implantación del ultraderechista Frente Nacional suelan coincidir con las que antiguamente votaban al Partido Comunista Francés.
Necesitamos esas nuevas ideas, y necesitamos una izquierda que no crea que todavía son válidos los métodos de la II Internacional. Es decir, necesitamos otra izquierda, una izquierda que sepa que querer no siempre es poder, que, además, hay que saber.





































Darth Vader | Jueves, 23 de Noviembre de 2017 a las 22:06:35 horas
Ruín, rastrero, sucio y cinico es llamar a un golpe de estado perpetrado por unos canallas antidemocratas contra el pueblo español y con la complicidad de una institución religiosa, una "guerra civil entre hermanos". Algunos deben haber olvidado la participación en esa guerra de personal militar del ejercito nazi alemán y del fascista italiano o deben considerar a estos hermanos, no sabemos si por razones ideologicas o genetica. Las victimas del "bando nazional o golpista" fueron enterradas dignamente y hasta con honores y sus familias indemnizadas, las del republicano fueron victimas de la guerra, pero tambien de la represión y el terrorismo de estado planeado y cometido con alevosia y crueldad, y permanecen miles de ellas aún enterradas de forma indigna y sus familias fueron vejadas y saqueados sus patrimonios, e incluso encarcelados o acabaron siendo pasto del hambre. Ruindad y maldad es lo que desprende esos alegatos de algunos que pretenden equiparar a uno y otro bando, obviando que uno defendia la democracia y otro perseguia una dictadura genocida.
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