Conductas asociales (por Manuel García Mata)
Si les propusieran buscar una palabra que sirviera como símbolo para mejorar la convivencia del lugar en que vivimos, seguro que a la mayoría le surgirían palabras como Respeto, Educación, Ambilidad, Orden, Seguridad, Solidaridad, Ecología... Si nos fijamos, observaremos que desde la óptica de cada uno nuestro ideal se aproximaría al buen comportamiento que facilitaría nuestra convivencia.
Ahora bajemos a la realidad y observemos cuántas conductas se producen que significan todo lo contrario y que la amplia mayoría, por evitar implicarse, empieza a considerar normales o cuando menos inevitables. He de confesar que ante estas situaciones aprovechamos, yo me incluyo, para incidir contra la indiferencia o la ineficacia de las autoridades municipales; pero con esto flaco favor hacemos cuando olvidamos a los protagonistas que son quienes actúan de forma incívica y los verdaderos culpables.
Cuando me surgió la idea de este artículo pensé en personalizarlo en un ficticio ciudadano, pero dar más literatura igual se nos pierde en extensión y se difumina el efecto. Por tanto, a partir de este momento, no se expondrá más que un largo catálogo de conductas inapropiadas que insensibilizan a quienes las cometen, acostumbran a la mayoría, exasperan a quienes se sienten perjudicados e indignan a quienes miran con objetividad lo que ocurre a su alrededor.
Supuestos reales: La persona pasea a la mascota, sujeta o suelta, le permite orinar donde le apetece, sea la pared, la puerta o el coche primero que encuentra, el animal defeca donde le viene en gana, incluso donde alevosamente le indica el sujeto, y ahí se queda, acera, calzada, parque, jardín, etc. ; le acompaña por el camino de las Maderas o por la Playa, y le suelta para que corra libremente y de paso para no ver donde suelta las defecaciones y no sentirse obligado a recogerlas, acercándose a cualquiera a quien asustan, molestan o sencillamente no le apetece el contacto con perros, con la clásica excusa de que el perro no hace nada. Una vez de vuelta a casa deja al perro que no le preocupa que quede ladrando, ya se callará y el vecindario... pues eso; baja con la bicicleta por la escalera o por el ascensor, sin preocuparse de los rayones que va dejando, antes de salir abre el buzón y echa al suelo, pone encima de todos, o mete en otro buzón, todo aquello que no le interesa; sale del edificio dando un portazo, monta la bicicleta por medio de la acera, sea esta de tres, dos o un metro de ancho, y si alguien viene por ella, pues que se baje; si baja a la calzada no tiene problema de coger a contra mano o a ir en paralelo si encuentra con alguien conocido, circula por el carril bici en horas que no está pemitido, lo de los 10Km/hora no deja de ser una broma para él, y dispuesto a montarla por el mínimo reproche que reciba, los pasos de cebra no significan que el tenga que pararse o los atraviesa montado, exigiendo sin ningún derecho que los automóviles le permitan el paso; toma por el sendero peatonal de las Maderas para hacer carreras y es capaz de insultar si le dicen que no es sitio para bicis; pero si no lleva bici camina por dentro del carril y que se joroben cuantos ciclistas pasen por él; va por medio del pueblo y cruza la calzada metros antes de que pase un automóvil que se ve obligado a parar y que no se le ocurra decirle nada. Entra en el mercado, no para de quejarse de la tardanza y de los precios, toquetea todos los productos, incluidos fruta, verduras, pan, dulces, que luego no compra, procura saltarse el turno y... Ahora se sube al coche, que tiene aparcado en lugar prohibido, circula por dirección prohibida porque le da pereza dar la vuelta que debería, aparca en doble fila, incluso cortando la circulación para comprar tabaco en el kiosco, bebe litronas en la calle, acompañado de broncas y gritos, aromatizando el ambiente con sustancias fumables poco legales, apoya la bicicleta o la moto en paredes recién pintadas importándole una mierda los desperfectos que ocasiona, alarga la fiesta hasta altas horas de la noche impidiendo el sueño tranquilo del vecindario, adorna el coche con un tuneo que multiplica por diez el máximo de decibelios permitidos a cualquier hora del día o de la noche, molesta con frases procaces a cuanta muchacha circula cerca de él e intimida con sus acercamientos, sintiéndose muy machito y riéndose de las reacciones, ensucia el entorno y estropea el mobiliario urbano y...
Llegado aquí me percato de que no me va a caber el texto en el espacio que tengo reservado. Después de todo no sé si merece la pena continuar, y no es por ganas, ni por cosas que decir. ¿Servirá para algo?
Manuel García Mata
Alicia Delgado Peña | Viernes, 03 de Noviembre de 2017 a las 13:13:29 horas
A quien corresponda. Me gustaría saber porqué se permite que las intervenciones en los artículos de opinión, o incluso en las noticias, se pongan comentarios que nada tienen que ver con lo que expone el texto en cuestión. Es vergonzoso y aberrante que esta tribuna sirva para que haya quienes no dejen de faltar el respeto a quien firma.
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