Balsa Cirrito
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CHOQUE DE CIVILIZACIONES (APARTADO ERÓTICO)
Muchas son las críticas que se vierten sobre musulmanes y árabes. Sin embargo, en mi opinión, se olvida una de las más evidentes. Los hombres del mundo occidental hemos ido construyendo, con paciente lucha, una notable reducción del vestuario femenino. Hemos logrado con nuestro esfuerzo que las faldas sean cada vez más cortas, los escotes más profundos, los pantalones más ceñidos, las telas más sutiles. Estamos en trance de eliminar los biquinis. Pero a los moros, por mucho que nos sorprenda, les gusta que las mujeres vengan empaquetadas como envíos de SEUR. Un amigo mío, no necesariamente islamófobo, ya que es gay, dice la razón de ese gusto por las mujeres sepultadas en trapos es que la mayoría de ellos son homosexuales. Francamente, lo dudo mucho: el paraíso árabe está lleno de mujeres cubiertas sólo por velos.
¿Entonces?
Entonces cabe pensar que la solución al enigma es la que tiene que ser. La falta de libertad, con frecuencia, provoca un ansia de mayor autoritarismo. El ¡Vivan las cadenas! de los españoles del siglo XIX. Si la moral resulta opresiva e intolerante, convenzámonos desde ese momento que esa moral es buena, hagamos la sociedad más asfixiante todavía, y encontremos la felicidad en la insatisfacción (si esto les recuerda a las ideas de alguien, no es culpa mía, que conste).
Durante los últimos días se ha producido en Túnez una revolución que levanta al mismo tiempo temores y esperanzas. Temores porque la experiencia con las revueltas moras no resulta especialmente alentadora. Derriban a un tirano y lo sustituyen por un Jomeini. Esperanzas porque Túnez es – aparentemente – uno de los países más progresistas del mundo islámico, razón por la que algunos piensan (o desean) que la revuelta puede desembocar en un proceso democrático homologable a los occidentales.
En estos momentos, los observadores europeos y norteamericanos se dedican a analizar los indicios que encuentran de que el levantamiento tunecino pueda caminar en una u otra dirección. En la buena o en la mala. Que no sigan devanándose los sesos. Con un solo dato pueden saberlo.
Si en Túnez comienzan a permitir revistas guarras, si las películas tunecinas – las pocas que realicen – muestran un cariño por el destape semejante a las películas españolas de los años 70, si se abren sex-shops y bares de ambiente, sabremos que Túnez camina con paso firme a la democracia. Si nada de eso ocurre, tendremos el guión de siempre y un concepto de la libertad saddamhusseiniano, el tradicional en la región.
Y es que, por chusco que parezca, teta igual a democracia.












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