Mientras en España y Cataluña asistimos estos días a un choque de trenes (de legitimidades, anhelos y medias verdades), en Alemania han sido las elecciones legislativas. Es curioso el escaso interés que despierta el quién y como regirá los destinos de la locomotora de Europa y quien en definitiva regirá los destinos de todos los europeos. En estas elecciones, la extrema derecha ha conseguido entrar en el parlamento (no ocurría desde 1945) como tercera fuerza política. Un descalabro mayúsculo. Además en Polonia y Hungría se suceden políticas autoritarias que están degradando los estándares de calidad democrática (derechos civiles, separación de poderes, recortes de libertades). Y no pasa nada. Con una izquierda europea en ruinas (exceptuando los honrosos casos de Podemos y el Bloco de Izquierdas portugués), unos conservadores desnortados por el avance de los nacionalismos étnicos, una socialdemocracia que ni está ni se la espera y unos liberales que son incapaces de salir de los mantras económicos y reforzar los valores democráticos, el futuro de la Unión Europea tiñe negro y con aviso de tormenta.

Si a estas condiciones lamentables añadimos el papel de Turquía como elemento desestabilizador con las crisis de refugiados y el autoritarismo de Erdogan, Rusia esperando a cobrar las cuentas que la UE dejó sin pagar por Ucrania y unos Estados Unidos dirigidos por supremacistas, negacionistas del cambio climático y belicistas deseando tapar el Rusiagate nos vemos ante una situación en la que es hora de construir identidad democrática. Sin miedos ni ambigüedades. Una Europa solidaria, justa y de sus ciudadan@s.
Y todo esto sin atender al 1-O.

Eugenio Ponce Rodríguez