Balsa Cirrito
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EL EJEMPLO DE ITALIA
Situémonos en el año 1870, en Italia. Por aquel entonces, casi nadie hablaba italiano en Italia. La mayoría de las personas se entendía en sus respectivos dialectos, que diferían del toscano (el dialecto toscano es lo que hoy llamamos italiano) bastante más que el castellano del gallego y aproximadamente lo mismo que el castellano y el catalán, en algunos casos más. Con la unificación de la península itálica, en la segunda mitad del siglo XIX, la escuela comenzó a impulsar el dialecto toscano, aunque sus efectos no fueron tampoco extraordinarios ya que el número de analfabetos era muy grande; si tomamos España como medida (y no creemos que los datos italianos o de cualquier otro lugar de Europa fueran muy diferentes) estaríamos hablando de una población analfabeta que se situaría entre el 60 y el 70 %.
El castellano se extendió por España sobre todo por su prestigio cultural. A partir de Alfonso X el Sabio, quien quisiera disponer de un texto científico en la península o lo encontraba en latín o bien en castellano, por lo cual la mayor parte de la gente culta de la península utilizaba el dialecto de Castilla, que nació, por cierto, no entre castellanos, sino entre riojanos y vascos. En Italia tenemos el mismo caso pero multiplicado por diez. La gran trilogía italiana: Dante, Petrarca, Boccaccio, tres genios indiscutibles de la literatura, impusieron entre los doctos el dialecto toscano. De tal forma que, aproximadamente sobre el año 1500, las letras y la administración en la mayor parte de Italia se desarrollaban en el mencionado dialecto de Florencia. Y esto es porque, como decimos, los toscanos Dante, Petrarca y Boccaccio tuvieron tal éxito con sus obras, que toda persona que entonces quisiera ser tomada por culta no tenía más remedio que acercarse a esos textos, y poco a poco parlotear aquella lengua florentina, hasta el punto de que los historiadores y los eruditos tardaron muy poco en empezar a llamarla directamente “lengua italiana”.
Pero, ¿y quienes no leían libros? (o sea, la mayoría de las personas). Pues esos, a lo suyo. Se estima que en torno a 1850 sólo sabían hablar italiano el 2,5% de la población, aunque los muy optimistas - que en todos los asuntos existen - llegan a ampliar este porcentaje hasta un 10%. Y es que la lengua cotidiana, la de la casa y de la calle, seguía siendo abrumadoramente la lengua regional de cada zona. Y no nos referimos a los dialectos como los entendemos en España cuando mencionamos al murciano y al extremeño, que al fin y al cabo son completamente entendibles mutuamente, no; hablamos de lenguas incomprensibles unas para otras.
Sin embargo, en 100 años, entre 1860 y 1960 cambia el panorama por completo, ¿qué ocurrió? Pues vamos a resumirlo en 4 acontecimientos:
1- La unificación política entre 1859 y 1871, que trajo, por ejemplo, el servicio militar obligatorio lejos de casa.
2- La movilización y mezcla de soldados de todo tipo de regiones durante la I Guerra Mundial (en la que por primera vez millones de soldados estaban obligados a entenderse en un idioma común).
3- El nacimiento y popularización de la radio. Una de mis anécdotas favoritas es la siguiente. Cuentan que la primera vez que los habitantes de un pueblo de la provincia de Bari escucharon un noticiero de radio -porque el dueño había comprado el único aparato del pueblo - uno se volvió muy preocupado hacia otro cliente del bar y exclamó: “pero, en Roma, ¿qué se habla? ¿Español?” Digamos que no entendía nada. En cualquier caso, Mussolini empleó la radio con altavoces en las plazas de los pueblos para difundir sus discursos, e introdujo la radio en las escuelas para expandir el italiano, idioma aún muy poco utilizado en los años veinte del pasado siglo fuera de las élites administrativas.
4- A partir de 1954 llega la televisión, que unifica y consigue que todo el mundo piense que la lengua que se utiliza en el Telegiornale, o sea, en el Telediario, es la lengua a la que hay que imitar.
¿Por qué cuento todo esto? Pues creo que se me ve venir. Fíjense qué diferencia con lo que ocurre en España. Aquí se reúne un grupo de amigos un poco grande y ya cree que tienen un dialecto. En el País Vasco, por ejemplo, han llegado al absurdo de inventarse una lengua, el euskera, para no hablar español. Y lo de que se han inventado una lengua en las Vascongadas no es coña. El vascuence que se enseña en las ikastolas es una lengua artificial, creada por lingüistas y que nunca se habló en parte alguna de Euskadi, donde la lengua original estaba tan fragmentada en dialectos que casi no era un idioma (Euskadi, palabra, dicho sea de paso, también inventada, a finales del siglo XIX por un racista furioso, nacionalista espasmódico e imbécil cósmico llamado Sabino Arana). Lo más curioso del caso es que el castellano nació en la zona vasco riojana, precisamente entre hablantes del vascuence, lo cual significa que si alguna región de España puede considerar al castellano como su lengua propia, aparte de la Rioja es... Euskadi. Pero, ¿de qué me espanto? En Andalucía un iluminado (iluminado por una bombilla apagada) publica una traducción al andaluz de El principito de Saint Exupery, simpleza de las que uno no puede creer que sean ciertas; pero no es suficiente, y todo se mejora, porque la líder autonómica de Podemos y propagandista del marujeo retórico, nuestra paisana Teresa Rodríguez-Rubio, compara a su autor con Juan Ramón Jiménez, con la cual la insensatez entra en otra dimensión, digo yo que desconocida, seguramente sobrenatural, aunque me juego que no la última y que llegará a mejorarse por algún otro podemita, que para eso se pintan solos.
En Cataluña, dicho sea de paso, los escritores, los sabios, la gente culta en definitiva, utilizaba el castellano para escribir incluso antes de la unión entre Castilla y Aragón (y unos 500 años de que llegara Franco, por raro que les parezca a los cenutrios de la barretina calada hasta la nariz). La mayor parte de la actividad cultural catalana a lo largo de la historia se ha desarrollado en castellano, igual que veíamos en Italia con el toscano.
En fin, la estupidez y la ignorancia (más la primera que la segunda) campean por doquier, y es absurdo espantarse. Aunque hay algo que todavía me irrita, y es esa coletilla de "el estado represor español"; no tocarme las narices, independentistas, podemitas y gente de la misma ralea. Si queréis ver lo que es represión daros una vuelta por Europa. Ni en Francia, ni en Italia, ni en Alemania, ni en Inglaterra, por decir las grandes naciones, junto con España, del continente, en ninguno de estos países existen lenguas minoritarias con la fuerza que tienen en España. De hecho, si algo se le puede criticar a nuestro país es no haber reprimido de verdad estas culturas vernáculas como han hecho franceses, ingleses, etc., sin duda tendríamos menos problemas ahora. Un ejemplo para no extenderme mucho más. El provenzal y la cultura de la Provenza. En la Edad Media era la Atenas de Europa. Superior incluso al Toledo de Alfonso X o al de la Escuela de Traductores (por no hablar de la atrasadísima Alemania de entonces). La literatura provenzal es básica no solo para la época, sino que su influjo se prolonga a nuestro tiempo. ¿Quién habla provenzal hoy día en Francia? Nadie. El norte de Francia, el poder de París, con la excusa de la herejía albigense organizó una expedición terrible que arrasó toda la región. De resultas, se acabó la cultura provenzal.
En España se han respetado las culturas más que en ninguna otra parte; es más, los ideólogos y propagadores del regionalismo español siempre fueron intelectuales muy conservadores como Menéndez y Pelayo, José María de Pereda, Navarro Villoslada o Gumersindo Laverde; los primeros nacionalistas vascos y catalanes, a finales del XIX, eran igualmente muy derechistas, casi nazis (en el caso de Sabino Arana, sin el casi). En general, el secesionismo y el independentismo se consideran movimientos muy de derechas y muy conservadores. Pero los tontos (observen que no he dicho que sean los de Podemos) (aunque tampoco he dicho que no lo sean) siempre se retratan donde no deben.
Parte de este texto, concretamente la referente a la historia de la lengua italiana, procede de un artículo publicado por Víctor Maña y por un servidor de ustedes titulado: "El Italiano, una lengua extraordinaria". De la parte de las opiniones políticas soy responsable en exclusiva.












El hombre de Cromagnon | Jueves, 28 de Septiembre de 2017 a las 23:28:52 horas
El "anadalucismo" no sé lo que es, pero parece un movimiento social de patos, y en eso ud debe saber más que todos nosotros, porque escribe como andan los patos. El andalucismo no es ningún movimiento anticatalanista, eso es lo que estan tratando algunos como ud de hacer, enfrentar a los ciudadanos de una y otra región, meter cizaña para conseguir sus bastardos objetivos sin importarles el daño que hacen a las personas. Las leyes las incumplen en este país mucha gente, desde politicos corruptos, empresarios estafadores y esclavistas, pasando por eminencias religiosas, banqueros, militares y hasta miembros de la casa real y a ninguno de estos se les lee a ustedes criticar, que casualidad. Un escrache cometido con la utilización de banderas fascistas, saludos nazis, insultos, intimidación y amenazas, no es un escrache es un linchamiento encubierto, sino preguntele a los cuerpos de seguridad porque tuvieron que intervenir. No sé a quienes se refiere con ese "vosotros" pero si me incluye a mí vuelve a desbarrar y tirarse a la piscina sin agua, es lo que ocurre cuando se habla de algo de lo que no se tiene ni pajorela idea. Cuidese.
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