Balsa Cirrito
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LOS DOS LUNARES DE ZAPATERO
Cada cual tiene sus debilidades, y Zapatero es una de las mías (mi otra gran debilidad es la cerveza Moretti, que conste). Pese a la mucha leña que se le ha dado desde siempre, creo que fue, en términos generales, un buen presidente. De hecho, quizás sea su gobierno el más influyente de la reciente historia española. Leyes como la del matrimonio homosexual, la ley antitabaco, o la del carnet por puntos, fueron en su momento terriblemente polémicas, pese a que ahora veamos como bastante ridículos los ataques que sufrieron. También trató - y fue su mayor ambición - de dejar un legado más perdurable aún con la ley de la Dependencia, aunque ahí topó (¡y cómo!) con la crisis económica. Incluso, ya que hablamos de ella, la crisis fue menos crisis gracias a Zapatero. El FMI (que no es una institución que se caracterice por su amor a los gobiernos socialistas) afirmó que si España no llegó a pedir un rescate fue precisamente por la labor de ZP. Pero nadie es perfecto. Zapatero tuvo también dos lunares. Dos lunares grandes y redondos, uno de los cuales sigue supurando pus, mucha pus.
El primero fue su política exterior, que tuvo mucho de desastre. Baste recordar la Alianza de las Civilizaciones con un individuo que después ha enseñado los dientes de una manera tan draculesca como Erdogan. O el patoso comportamiento con los EEUU. O la condescendencia, que aún sigue, con los horteras autoritarios que gobiernan en Venezuela.
Aunque donde quiero ir es al segundo lunar de Zapatero. Sobre todo porque todavía no nos hemos librado de él. Hablo de la Ley de la Memoria Histórica, fuente de infinitos enfrentamientos que persisten y que amenazan con destruir algunas de las mejores cosas de nuestro país. Cuesta trabajo imaginar una ley más desafortunada. De entrada, en una cuestión como esta, si no existe un consenso absoluto no tiene sentido promulgarla. ¿De qué sirve una memoria que es execrada o puesta en duda por un gran número de españoles? ZP debía haber sido menos ambicioso y haber rebajado sus intenciones de manera que todo el parlamento le apoyara. No lo hizo y la terminó liando.
Especialmente porque la ley se basaba en un par de mentiras (o, como se suele poner ahora, de falacias). Se nos venía a decir que con la Memoria Histórica se pretendía, por una parte, evitar el olvido de los valores republicanos, y, por otra, borrar los años de propaganda negativa del franquismo. Me van a permitir que me detenga un instante. ¿Olvidar la República o la Guerra Civil? ¿Están de coña? A veces se dice que se han escrito más libros sobre la República y la Guerra Civil (a partir de ahora la mencionaremos como GC) que sobre la mismísima II Guerra Mundial. En realidad, no es cierto, pero el hecho de que se haya podido afirmar algo así ya resulta suficiente. ¿Cómo vamos a olvidar en España la GC? Se han publicado, literalmente, centenares y centenares de novelas sobre el suceso, tal vez miles. Películas hay la tira, una tira larguísima, tantas que casi es un género cinematográfico. Los estudios históricos acerca de la GC y la República son tan numerosos como las arenas del mar y los pares de zapatos de Imelda Marcos (los dos juntos). ¿Y teme alguien que la GC se vaya a borrar de nuestra memoria? Tendrían que hacernos una lobotomía.
Pues el otro argumento que se lanzaba era todavía más falaz: que los españoles estábamos contaminados en nuestra visión de la República y de la GC a causa de la propaganda franquista. ¿Seguros? ¿En serio? ¿De verdad? Are you joking? Como bien dice el popular historiador Anthony Beevor, "La Guerra Civil es de las pocas en la que los perdedores escribieron la historia". Es decir, no hay que contrarrestar la opinión franquista porque precisamente son los antifranquistas los que han triunfado en el debate de la posteridad. Antes hablábamos de las infinitas pelis sobre la GC. Pues bien, la totalidad de ellas (salvo las tres o cuatro realizadas durante el franquismo) son antifranquistas y prorrepublicanas. Sin excepción. De forma que unánimemente la GC se presenta como una batalla entre buenos y malos, donde los buenos son los republicanos y los malos los nacionales, posición bastante absurda, porque en la GC los malos fueron los dos bandos, tanto los republicanos como los nacionales, y barbaridades cometieron los dos, y ninguno de ellos representaba ninguna "legalidad", y tanto republicanos como nacionales se pasaron la democracia por el arco del triunfo, y unos y otros asesinaron a mansalva, con insólita crueldad y de manera recurrente. Francamente, me resulta desconsolador cuando veo conmemorar, por ejemplo, el martirio de las jóvenes llamadas 13 Rosas en un periódico radical de izquierdas y, el mismo día, por coincidir la fecha, recordar en un periódico radical de derechas el asesinato de unas monjas en un convento por parte de turbas republicanas. ¿Tan difícil es considerar despreciables crímenes los dos hechos? ¿No parece claro que la GC fue un periodo tan lastimoso que cuanto menos se lo remueva mejor? ¿Se gana algo exhumando cadáveres de las cunetas, cadáveres que en su casi absoluta mayoría nadie reclama? Cuesta trabajo creer que haya tanta, tantísima gente que no ve algo que, a mi modesto entender, resulta trasparente: si contamos esa parte de nuestra historia como un cuento de buenos y malos, nunca la superaremos. Y si no la superamos, corremos el peligro de repetirla.
A menudo, y desde hace mucho tiempo, me hago una pregunta: si yo hubiera vivido en aquellos años, ¿qué partido habría tomado? ¿Habría estado con aquella derecha de simpatías fascistas, ultraconservadora e inmovilista? ¿Habría estado con aquella izquierda estalinista, destructora e intolerante? ¿Habría estado con cualquiera de los dos bandos, igualmente amantes de la violencia, igualmente aspirantes a una dictadura? Creo que habría emigrado a la Argentina.
Me calenté.
Hum, en realidad pensaba hablar sobre todo de cómo la Memoria Histórica nos ha traído esa corriente, a mi parecer disparatada, que trata de acabar con la actual constitución, aunque se ve que se me ha ido la lengua por otros vericuetos. Lo dejamos entonces para otro día que no me quiero alargar.
Eso sí, comencé asegurando que me gustaban muchas cosas de ZP y me he llevado un montón de párrafos criticando algunas de sus realizaciones (o, mejor dicho, sus consecuencias). Pues para acabar, volvamos a decir algo bueno de Zapatero. Y es que echamos de menos su estilo. El de un político que no insultaba ni descalificaba ni se tiraba a la yugular, y que no llevaba las discusiones al límite porque creía que siempre había que dejar lugar para la rectificación. Vamos, cosas todas rarísimas.












Alfonsin | Viernes, 26 de Mayo de 2017 a las 21:13:49 horas
No ponga palabras en mi teclado que nunca escribí y que proceden de su subconsciente. Lo de antidemocrata, dedicado a su idolatrado amigo, es de su cosecha, no la mia, no me achaque adjetivos que no se atreve a dedicarle a otros a los que luego regala un traje de jabón. Por algo dicen que los aduladores suelen ser hipocritas camuflados. Y lo de facha por supuesto tambien es de su cosecha. Con palmeros como ud, bien haria el cantaor en andar con pies de plomo. Me cuidaré mucho, de los tiralevitas, gracias te deseo mejoria de lo tuyo.
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