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Sábado, 25 de Febrero de 2017

Carlos Roque Sánchez

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INSTINTO Y EDUCACIÓN

 

 

 

 


Hace unos días, una cadena de televisión emitía un documental en el que se explicaba cómo ninguna madre animal, dejaba abandonada a una cría lactante que gritara asustada. Que por puro instinto animal no podían hacer otra cosa que correr hacia ellas y calmar ese terrible miedo que les hacía llorar, probablemente debido a: una situación de necesidad o angustia, la sensación de haberse perdido, la de haber sido abandonado, etcétera.
Y la manera de calmarlas no era otra que acercándola a ella, haciéndole oír el latido de su corazón, sentir el contacto de su piel y notar el calor de su cuerpo.


Al final del capítulo me puse a pensar cuán diferente somos los seres humanos a este respecto. ¿Hay que dejar llorar a los niños o por el contrario hay que acudir a su llamada? ¿Qué opina al respecto?
No, no es fácil la respuesta. Y buena prueba de ello es que a nivel familiar, sobre el tema existen las opiniones más diversas. Una. “Hay que dejar que los niños lloren, pues eso fortalece sus pulmones y sus cuerdas vocales”. Otra. “Si lo acostumbras a los brazos cada vez que llore, sólo querrá brazos y no te dejará tranquilo”. Estotra.“Si un niño llora es por algo y hay que atenderlo”.


¿Quién tiene la razón? Y ya de la que va, ¿qué opina la ciencia al respecto? Pues en este tema, como en tantos otros, la ciencia parece que no termina de ponerse de acuerdo. Como en el ruedo taurino, aquí también hay división de opiniones ante la faena.


Porque de los últimos estudios realizados sobre la conducta de llanto del bebé, la reacción ante ella y el desarrollo consecuente de la personalidad del niño, se puede deducir una cosa y la contraria. Vean si no.
Mientras unos apuntan a que son los niños consolados por la madre cuando lloran, durante los tres primeros meses de vida, los que se convierten en auténticos tiranos, llorando cada vez más con el paso del tiempo.
Otros estudios por el contrario, confirman que los que se convierten en tiranos son los niños a los que se deja llorar sin hacerles caso. Ya ven. Ni sí, ni no, sino todo lo contrario.


Aunque la verdad es que en este caso ayuda poco, lo que sí nos muestra la ciencia es lo que nos diferencia de los animales irracionales: nuestra frialdad de sentimientos hacia una cría que llora. Por lo que se ve, es esta una conducta exclusiva del intelecto humano y, por completo, desconocida del instinto animal.

 

Mientras que en los animales no se observa que el comportamiento de esas madres -que propician el contacto con sus crías, llevándolos en brazos, en su lomo o pendientes de sus cuellos, como ocurre con todas las especies de monos-, produzcan “tiranos” que no las dejarán en paz en el futuro, ¿qué podemos decir en el caso de las crías humanas?


Poco sabemos de la influencia que sobre el desarrollo anímico del bebé, su carácter, personalidad, etcétera tiene el tipo de actuación que tengamos cuando, al llorar, nos expresen su soledad, necesidades, miedos, y acudamos prestos a tranquilizarlos o, por el contrario, los dejemos llorar ¿Quién tiene la razón? ¿El instinto animal que hace que una madre renuncie a sus propios intereses, estando dispuesta a sacrificar la vida por su cría? ¿O la inteligencia humana con toda su carga de valores como el sentido de la protección y cuidado de los hijos, la compasión, el amor al prójimo, la tendencia a ayudar a los demás, aunque estos no siempre estén lo suficiente robustecidas por principios éticos?

 

CONTACTO : [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia

 

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