Mi vida, Rota (vecinos de la avenida San Fernando y de la Costilla)
Cuán lejano me parece aquel día en que me enamoré de ti. Creí que serías un paisaje más en mi aún joven existencia; nada más lejos de la realidad. Tus ojos azules se clavaron en los míos para siempre jamás. Olías a aguamarina y, cuando al anochecer tu respirar se hacía acompasado, no sólo era lo único que escuchaba en el silencio de mi noche, sino que tornose en la nana que mecía mis sueños.
Cuando me sumergía en el intenso azul de tu, no menos infinito, misterio, tus manos me abrazaban como sólo tú sabes hacerlo. Tus manos mesaron mis cabellos y tu lengua recorrió una y mil veces la totalidad de mi cuerpo masajeándome desde el cuello hasta los dedos de los pies.
Mi disfrute se mantenía hasta mucho después de desasirme de tus brazos. Dizque, hasta a los labios ajenos, aquellos que te disputaban los placeres, yo le sabía a ti. Y, tú y yo sabemos que aquello no era infidelidad; era, la propagación de mi enamoramiento.
A Neptuno, dios de las profundidades, pongo por testigo.
Hablé de ti a mis familiares y amigos como se habla del amor que surge y que invade a los corazones más allá de lo entendible. A muchos les llevé para que te conocieran. Con orgullo, aderezado de ciertas dosis de vanidad, te mostré ante quienes boquiabiertos te observaron. Y tales los dejé cuando me adentré en ti, ante sus atónitos ojos, dejarme acariciar por aquella (¡oh, Rota; mi Rota!) que era dueña y señora de mi vida.
Porque eso fuiste; mi vida. Mas, ahora…
¡Malhaya quién vino a despertarme de aquel maravilloso sueño!. Ya no me acuna el rumor de tus olas; ya no perfuma mi alcoba el olor de tu aliento marino; ya no acaricia mi cuerpo ajado los sutiles brazos de tus aguas.
Ahora…
Ahora, las notas de unas músicas estridentes y extranjeras castigan a mis oídos; por entre la celosía de mis aposentos penetra el olor a orines de borrachos trasnochadores. Desde lo más profundo de mi corazón maldigo a quien permite (te estoy mirando a ti, Ayuntamiento) que tales desatinos se produzcan.
Llamo a los Agentes de la Municipalidad para que ejerzan de médicos para mi incurable enfermedad y compruebo con estupor que o no saben o no quieren cercenar la gangrena que amenaza con acabar conmigo.
Tengo mi vida… Rota.
Rota… Rota… ¿No hay nadie de Rota que me escuche…? ¿Nadie se pondrá de luto por la muerte de un amor?.
¡Eh, Rota!.... ¿Hay alguien ahí…?
Manuel Diáñez Bayón






























ManuelA | Domingo, 18 de Diciembre de 2016 a las 17:36:31 horas
Sr Anonimo:
Creo que no ha querido entenderme, porque capacidad presumo que tiene.
Lo de dejar la envidia de lado le diré que no es el caso, tengo la suerte de vivir donde quiero y ademas cuento con varias viviendas en distintas poblaciones, así que...dejemos lo ahí.
Lo que intente expresarle es que hace muy bien en reclamar unos DERECHOS que tiene; problema...que el resto de ciudadanos también los tenemos y no crea que los suyos priman por encima del resto.
Se trata de intentar conciliar posturas y puede ser que para Ud las 10 de la noche sea una hora estupenda para acostarse...pero usted que vive en esa zona "afortunada" (que los demás mantenemos con nuestros impuestos jjjjjjjj) no puede impedir que el resto de humanos nos dediquemos a disfrutar de "NUESTRO" pueblo, con la alegría y bullicio que eso supone.
El que quiera tranquilidad y soledad al recinto adyacente a la a la venta de las tinajas.
PD. Ud que cree...que a los demás nos han regalado lo nuestro?
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