Carlos Roque Sánchez
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FLORES DE OTOÑO
Por sabido de todos es casi obviado por muchos.
El año natural, trátese del calendario o del solar, por diversas circunstancias astronómicas, sociales o económicas, comienza en invierno. Después transcurren primavera, verano y otoño y con este el año agota su tiempo. Y vuelta a empezar.
Todo tiene principio y final, una característica inmutable de lo mutable. Se trata naturalmente del estacional ciclo cuasieterno de nuestro sistema solar.
Les cuento esto porque algo parecido ocurre con nuestras vidas, aunque con una diferencia. Nosotros empezamos con la infancia para pasar por adolescencia, madurez y senectud.
Y como pueden apreciar el paralelismo propuesto y apenas iniciado con las estaciones, se rompe a las primeras de cambio en la comparativa humana.
El invierno, comienzo del año astronómico, coincide con la infancia, el inicio de nuestra vida. Y su final, el otoño, con nuestra madurez y principio de ancianidad. No, no concuerdan.
Parecería más lógico que el año comenzara con la primavera, de hecho así lo fue en el primitivo calendario romano. Aquel que constaba de sólo diez meses, empezaba en el actual marzo y en el que septiembre era el séptimo mes, de ahí la etimología de su nombre que aún conserva a pesar de ser el noveno.
Ya saben, aunque las ciencias avanzan que es una barbaridad, la ley de la inercia permanece invariable.
Más hoy no les quiero hablar de ninguna estación astronómica, sino de una de las etapas humanas. En particular de la última de nuestras vidas y que, desde el punto de vista ordinal, coincide con el otoño terráqueo.
No son pocos los que piensan que esta estación es, probablemente, la más bella del año. Entre ellos les confieso que yo mismo. Me gusta el otoño.
Por fin corre el viento y se mueven las nubes. El sol brilla un poco más débil cada día. Y la brisa otoñal nos acaricia con su frescor.
Me gusta porque con él parece que empezara todo. Es como si el cambio de estación nos diera una tregua para volver a intentarlo. Como si fuera un nuevo volver a empezar.
No sé bien que la verdad, cada uno sabrá de lo suyo. Lo que sí sé por propia experiencia es que siempre hay algo. Por la cabeza de todos pasa un: “Este año, esta vez, sí”.
Pues lo mismo pienso sobre la senectud. La etapa de nuestras vidas que cronológicamente coincide con la estación otoñal. Es la última, pero puede ser la más bonita.
Aunque como para todo en esta vida hay opiniones. En ese largo y tortuoso camino hacia la muerte, que algunos entienden es la vida, no todos piensan igual.
Hay quien dice que la felicidad está en la infancia. Aunque también hay quien apuesta por la adolescencia. Y no falta quien entiende la treintena como la edad dorada del hombre.
Por supuesto está quien cuenta la vida a partir de los 40. Y quien la valora sólo a partir de los 50. Incluso hay quien espera a tener cumplidos los 60 para empezar a hacer planes. Y no son pocos los que dicen que, puestos a contar, no cuenten con ellos a partir de los 70.
Como ven no son más que formas de buscar la felicidad en la vida. "Maneras de vivir", que nos cantaban en los años ochenta del siglo pasado, el “leñero” grupo. Pues sí, por qué no.
Sin embargo el filósofo, sobre felicidad y vida, era más bien pesimista. Y lo dijo: "Desordenando la felicidad me encontré con la vida". Sí, también es posible que así sea.
Flores de otoño.
Para contacto personal: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia












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