Gabriel Oliva Navas
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CRÓNICA DE UNA RETIRADA ANUNCIADA O SOBRE EL DOPING EN EL DEPORTE AMATEUR
Cuando se es joven, uno se cree en posesión de la inmortalidad y de la juventud eterna, nada malo te puede pasar. Nada te derriba, lo sabes todo y arriesgas mucho. En esta edad no hay espacio para la reflexión y el sosiego, sí para la inmediatez y, sin saberlo, para cierta tendencia a la autodestrucción en un sentido holístico –mente y cuerpo-.
En esas, cerca de los dieciocho, sin barba que afeitar y con el rodaje bien hecho a tu hígado y tus pulmones, decides hacer un giro a estribor en tu vida y poner rumbo hacia una vida sana y placentera. Quieres hacer algo de deporte.
Empiezas en el gimnasio. Sala de musculación, apenas duras el primer mes. Algo de ciclo indoor, mes y medio. ¿Step, Dumbells? Las clases de prueba te confirman, lo que imaginabas, eres algo descoordinado y demasiado arrítmico. Comienzas a pensar que lo del deporte no va contigo. Y en una mañana de verano, cuando estás a punto de tirar la toalla en la playa y en tu nuevo proyecto de vida, ves salir del mar a un joven fornido con su neopreno reluciente y con una gran maestría en el arte de su despojo. Sin perderlo de vista, observas como monta, sin dilación, en su bicicleta futurista hasta que lo pierdes de vista en la lejanía. Sin duda, quieres ser como él.
Esa misma mañana, sabiendo que tus recursos son escasos, apelas al eterno beneplácito de tu incrédulo padre, que tras comentarle tu nueva empresa te financia, sin pestañear, todo el equipo necesario. Sin preguntar qué, por qué, ni mucho menos cuánto. Lo tienes todo: zapatillas pro, ropa de runner pro, bicicleta y equipamiento pro, y todo pro. Sigues siendo un niño de papá, pero por lo menos ahora haces deporte y no vomitas en los callejones.
Sin embargo, hay algo que te honra. Y es que la misma constancia que prestaste para madrugar y llegar, muy afectado, a deshoras, la tienes en tu nuevo estilo de vida. Cada vez más fuerte, más seguro, con más determinación, te vas sintiendo mejor persona; te rodeas de un ambiente más sano con unos valores que se hallan en las antípodas de los que te abrazaban hace meses. Eso crees al menos. Ahora eres triatleta.
Comienzas entrenando en la piscina, con conocidos que pronto serán amigos. Más pronto que tarde, sales en bicicleta con amigos que pronto serán hermanos. Y correrás series y tiradas largas con los que considerarás tu legión. Eres invencible y ya tienes ganas de competir en tu primera prueba. Te dicen que tienes cualidades, entrenas muy bien, con buenos ritmos. Además tú lo constatas cada vez que sales en grupo, te aseguras de que tus ritmos se acerquen a los que tienen más experiencias o con mayores habilidades. Lo que al principio fue el inocente inicio de un cambio de estilo de vida, se convierte en una encrucijada de ritmos, garmins y watios.
Se acerca septiembre, tu primera triatlón. Has entrenado bien, controla los segmentos y has practicado las transiciones durante horas. Te marcas un objetivo, un tiempo. Fracasas. Al tirarte al agua, ya ves que algo no funciona –los nervios se apoderan de ti- apenas controlas la respiración y debes parar para evitar una crisis de pánico. Terminas el segmento, algo mareado. Coges la bici y más de lo mismo, te vas descolgando de grupo en grupo como se descuelgan tus ganas por seguir. Al final llegas al box, te calzas las zapatillas y te arrastras por la carrera a pie. Una hora y veintiséis minutos, quince minutos más tardes de tus expectativas. Sin embargo, lo peor es ver cómo tus compañeros y supuestos hermanos de legión, mejoran sus marcas. Con mofa, alguno te pregunta: -¿Has pinchado? ¿Te he visto lento hoy? ¿Tienes que apretar los dientes al principio?... Sólo tu familia te consuela y ve el mérito de terminar una prueba de estas características. Por descontado, ese consuelo no te vale. Pero no te rindes.
Pasan quince días y vuelves a encontrar las ganas que abandonaste en el trastero junto a tu bicicleta y todo tu equipamiento. En una de las salidas en bicicleta, un compañero te comenta algo por encima sobre ciertas sustancias que se te queda revoloteando en tu mente. La idea de ayudas ergogénicas y suplementación apenas habían captado tu atención, pero si las toman ellos y mejoran sus marcas no deben ser malas, piensas.
En la siguiente salida de rodaje en bici, buscas la conversación inevitable con el compañero que te dejó en ascuas. Esta vez te lo concreta aún más:-Mira yo antes de salir inhalo un broncodilatador- Te espeta, sin mirarte a los ojos, a la vez que le da un trago al botellín de líquidos. – ¿Pero eres asmático?- Le cuestionas ingenuamente. –Para nada, pero me abren los pulmones y salgo hecho un bicho-. Esta vez si te mira a los ojos. Mientras seguís rodando, otro colega de fatigas que había escuchado la conversación anterior, acercándose con sigilo se coloca paralelo a ti y te dice: -Yo tomo efedrina y me va de lujo-. Reduces tu ritmo de pedaleo y preguntas con cierto interés: - ¿Y eso qué es? –No lo sé realmente, pero creo que te activa el sistema nervioso y te reduce la fatiga… a mí me va muy bien- Te argumenta con cara de certeza.
Pasan meses, durante los que has seguido entrenando duro, con constancia y disciplina. Además tienes más experiencia y el deshonroso honor de poseer más conocimiento de sustancias legales e ilegales que todos tus compañeros juntos.
Vuelve a ser septiembre. Este año es el tuyo, dispuesto a disputar el Primero Local a tus compañeros de club -dudoso mérito este-. Antes de empezar, buscas refugio y escondite para inhalar un broncodilatador que has podido agenciarte. El hecho de que desayunaste, un par de horas antes, una pastilla de efedrina apenas te crea desasosiego. A por todas. El segmento del agua, genial, la bici la aguantas bien; la carrera a pie: tiempazo. Lo consigues, eres primero local y el 29 de la general. Lo celebras, con tu club y después con tu familia.
Al tiempo llegas a casa, no puedes descansar, te encuentras especialmente activo y algo nervioso. Tu pulso se acelera alarmantemente, la temperatura corporal ronda los 40 grados y comienzas a convulsionar. Sin más puesto encima que un pavor descomunal acudes a urgencias, presentas un cuadro de deshidratación severo. Afortunadamente, te cogieron a tiempo. Uno de los médicos presentes que te atendió, te alerta de las terribles consecuencias que producen este tipo de sustancias, porque entre otras cosas enmascaran y ocultan los síntomas de fatiga y deshidratación. Le has visto muy de cerca la cara a la muerte.
A la mañana siguiente, con el susto acuesta aún, metes toda tu ropa deportiva en bolsas de basuras y pones a la venta tu bicicleta. Se acabó la triatlón para ti.
Este relato ficticio -o no- es el reflejo de una alarmante tendencia en el contexto del deporte amateur y las carreras populares actualmente. El auge de eventos deportivos y la nueva moda del deporte extremo -Ironman, Ultratrail…- han incrementado el abuso de medicamentos, sustancias sin control y, en definitiva, un problema de salud pública.
Lo realmente penoso, es que se hace para arañar unos pocos minutos al crono o llegar antes que tu compañero de club y de entrenos. Ahí queda tu logro. Para ello asumes el riesgo de buscar atajos, poniendo en peligro tu propia salud. El deporte amateur no eso, es algo bien distinto: Honradez y honestidad contra mentira y trampas. Salud frente a enfermedad.
¿La culpa? ¿Falta de controles antidopajes en pruebas populares? Más bien, la respuesta reside en todos esos pseudodeportistas que entienden el deporte como una competición de la mediocridad para satisfacer sus egos y rencillas personales. Esos irresponsables, que sin escrúpulos empujan al abismo, con sus malintencionados consejos, a jóvenes por su imprudencia consciente. Los nuevos indocumentados y sin papeles gurús de la suplementación -delincuentes- , comerciantes de sustancias dopantes. Y los que ven en un deporte noble un campo abierto para pisotear y humillar al compañero por el simple hecho de satisfacer sus delirios de grandeza.
¿Conoces alguno?












Salvador | Jueves, 28 de Julio de 2016 a las 10:51:06 horas
Nuevamente gran tema y gran artículo. A niveles amateurs tenemos que plantearnos primero objetivos personales, luego con el trabajo y entrenamiento podríamos plantearnos otros ovjeetivos, pero primero tenemos que ser realistas y no ayudarnos de suplementaciones ilegales y anntinaturales para satisfacenos personalmente, muchas gracias de nuevo Gabriel por compartir con nosotros tus conocimiento!
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