Antonio Franco
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IMPRESENTABLES
De joven, en los años que asistía a los partidos de fútbol en el "Puntas Vela", me llamaba poderosamente la atención la conducta de un aficionado, por lo indecorosa que resultaba la misma. Este hombre se colocaba siempre justo detrás del banquillo del equipo visitante. Nada más hacer acto de presencia en el césped el trío arbitral comenzaba toda una cascada de insultos dirigida hacía el árbitro del partido. Dos detalles me resultaban, al mismo tiempo, llamativos. Por un lado, que nadie le llamaba la atención al individuo en cuestión. Ni siquiera las fuerzas de orden público. Supongo (no comparto) que formaba parte de la libertad de expresión elevada a su máximo exponente. Daba la sensación de que el árbitro de la contienda llevara aparejado entre sus funciones la de recibir insultos que sirviera de desahogo emocional de algunos personajes.
Por otro lado, también me producía cierta extrañeza que el personaje aludido iba acompañado de un niño pequeño. El ejemplo que cada domingo mostraba ante la criatura era manifiestamente execrable. Ese día llegué a la conclusión de que el fútbol no es lugar para llevar a los niños.
Al igual que aquel personaje que comenzaba a insultar al juez de la contienda antes de comenzar siquiera el partido de fútbol, algunos individuos comienzan a lanzar toda una serie de improperios antes incluso de leer una noticia, un articulo o una Carta al Director, con sólo leer el nombre del autor de dicha noticia, de dicho artículo o de dicha Carta al Director. Da igual el razonamiento expuesto en el texto. Esos personajes extraen la idea que les interesa y, hala a despotricar. A veces ni siquiera se entretienen en analizar lo escrito; les basta con leer sólo el título para sentirse plenamente facultado para su comentario.
No es que quiera comparar la conducta de aquel impresentable aficionado con los anónimos comentarios de lectores de notas de prensa, artículos de opinión o Cartas al Director, pero veo cierta correlación. Estos últimos no utilizan vocablos mal sonantes, es verdad. Pero tal vez porque si lo hicieran no lo publicarían. De todas formas a algunos se les nota la ira contenida nada más leerlo.
No hay que confundir a estos “fundamentalistas” con los comentaristas que discrepan de las opiniones, defendiendo ideas contrarias, pero siempre desde el respeto y la tolerancia.
Si se comienza por insultar al árbitro nada más verlo aparecer en el terreno de juego se hace un flaco favor a la educación de los más pequeños asistentes al estadio. Si se comienza a lanzar acusaciones con sólo leer el título de lo que se pretende comentar, sólo se demuestra una falta profunda de capacidad de debatir.
Mucho se ha escrito sobre el cainismo español. No me siento facultado para saber si los españoles somos así o se trata sólo de falta de educación y una mínima preparación cultural, pero sí estoy convencido de que si aspiramos a una sociedad mejor, este tipo de personajes sobran.
Salud.












The Joker | Sábado, 11 de Junio de 2016 a las 00:01:27 horas
Es impresionante como algunos ayatolais de la ultraderecha pueden subir el nivel, empleando insultos personales, que luego niegan, como no. Curiosa la perspectiva que puede ver al marxismo como rancio y al mismo tiempo puede ver al fascismo como novedoso y beatifico. Tanto cinismo en tan poco espacio, asombra. Es digna de estudio la confesiòn de que se vierten comentarios, a menudo adornados con calumnias, falacias e insultos, no para defender ninguna postura, ya que con mentiras no se puede defender las ideas, sino solo con el proposito de hacer sombra a otros que cuentan verdades incomodas sobre algunas ideologias y personajes nefastos de la historia de este paìs. Sin duda el ser humano puede caer muy bajo a veces.
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