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Sábado, 13 de Noviembre de 2010

Balsa Cirrito


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LOS CHICOS CATÓLICOS SON GUERREROS



   
La visita del Papa Benedicto a Santiago de Compostela y a Barcelona se puede considerar - sin cometer pecado grave - como un notable fracaso. Al menos, en cuanto a su poder de convocatoria. Ha sido un pinchazo profundo, intenso, doloroso; podríamos jurar que la estocada ha llegado hasta el hueso apostólico. Un pinchazo incluso mayor de lo que se ha dicho. La asistencia a los actos papales no ha alcanzado ni siquiera la mitad de las previsiones declaradas, lo cual, en realidad, es bastante peor de lo que parece. Me explico. Los organizadores afirman que esperan doscientos mil peregrinos. Pero lo dicen con la boca pequeña, ya que, según piensan, la asistencia va a ser muy superior, sólo que de esta manera podrán luego anunciar alborozados que han superado todas las previsiones. Pero voy más lejos. Las cifras que se han publicado sobre personas que acudían a ver al Papa, se hallan, sin duda, muy infladas, como suele ocurrir en las manifestaciones y, en general, en cualquier acto en el que no haya que pasar por taquilla. De resultas, el Papa ha estado más solo que Julio Iglesias en su última gira.

No se trata de un hecho que me produzca especial satisfacción. Si soy sincero, prefiero con mucho al papa Ratzinger que a su antecesor Woytila, cuya obsesión por asemejarse a una estrella del Rock & Roll no me resultaba demasiado pastoral. Diga lo que diga Fernando Savater, Benedicto XVI es un intelectual puro, de estirpe universitaria y de solidez germánica. Cualquiera que lea sus encíclicas se encontrará con un pensamiento macizo, quizás carente de brillo, pero en el que resulta muy difícil introducir ruedas que dificulten su paso. Benedicto XVI, además, se está tragando desde que llegó al pontificado multitud de sapos que, en verdad, no le corresponderían y sobre los que en muchos casos no le cabría exigir responsabilidades. Pero el hombre pone buena cara y tira hacia adelante. En esta visita se le han criticado con dureza unas declaraciones en las que comparaba al laicismo actual de España con el de los años treinta. Es una opinión personal, pero creo que, en este caso, los ataques son algo injustos. Juraría que las palabras del pontífice, en realidad, eran una especie de halago muy sui generis hacia nuestro país, una forma de decir: “mirad si conozco bien la historia de España que hasta soy capaz de realizar comparaciones históricas”. Eso sí, la famosa diplomacia vaticana brilló por su ausencia.

Con todo, lo que sorprende del pinchazo papal es otra cosa. Durante los últimos años se han organizado un buen número de manifestaciones en nuestro país en contra de determinadas leyes del gobierno. Ha habido su manifestación contra el matrimonio homosexual, contra la nueva ley del aborto, contra las nuevas disposiciones en materia de separación matrimonial… Todas estas manifas, aunque ni de lejos llegaban al número de asistentes que aseguraban sus organizadores, se hallaban sin duda alguna infinitamente más concurridas que la reciente visita del Papa. No sé a ustedes, pero a mí esto no me cuadra. Es como si fueran más espectadores a contemplar los partidos del Barcelona Atlético que los del Fútbol Club Barcelona. Como si acudiera más gente a ver un mitin de Eva Corrales que uno de Mariano Rajoy. Quiero decir que se supone que todos los que marchaban alegremente a gritar que el matrimonio homosexual era una aberración son católicos fervientes, y que ahora, cuando la cabeza de la Iglesia aparece por España, resulta que no tienen ganas de moverse de la mesa camilla.
¿O no eran tan católicos en realidad estos peregrinos de las manifestaciones? ¿O el auténtico móvil era atizar a Zapatero más que defender unas opiniones? ¿No resultan un tanto farisaicos esos golpes de pecho antigubernamentales opuestos a la falta de fervores papales? Sin temor a resultar cínicos, podemos afirmar que las visitas vaticanas a Galicia y a Cataluña hubieran resultado un éxito ultra si por lema hubieran colocado algo así como: “Con el papa y contra Zapatero”. O, más apropiado incluso: “Las hostias, para ZP”. Ya que además tenemos que el presidente del gobierno anduvo fuera de España durante la mayor parte del tiempo de la visita del pontífice, nos encontramos con que, sin duda, el responsable del pinchazo del Papa fue José Luis Rodríguez Zapatero.  

No creo ser muy original al decirlo, pero de todas formas lo digo. Si hay algo que perjudica a la Iglesia en España es su perpetuo maridaje con unas siglas políticas, con un mensaje, por añadidura, muy poco evangélico. No me voy a extender sobre el particular porque necesitaría un largo tratado, pero, a menudo, tenemos la sensación de que cuando Jesús dijo: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en reino de los cielos”, los jerarcas de la Iglesia española añaden la posdata de: “exceptuando a los accionistas de Endesa y del Banco de Santander”.

                                                                   *********

Por cierto, también yo tengo una posdata.
P.D: Alcaldada. Acción imprudente o inconsiderada que ejerce un alcalde abusando de la autoridad que ejerce.
(Diccionario de la Real Academia Española)

Pues eso.

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