ETIQUETAS

La costumbre de etiquetar  a nuestros semejantes viene de lejos. Ignoro si ésta es “patrimonio de la humanidad” o deambula sólo por la sociedad española.

Los estereotipos con que algún sector de la población (demasiado amplio, diría yo) califican a las personas, denotan, a mi entender, falta de Cultura por parte de “los jueces” del etiquetado.  Falta de Cultura y, también, predominio de la intransigencia. La frase de “si no estas conmigo, estás contra mí”, en este caso se transforma en un “si perteneces a..., eres tal...”; “si naciste en... te tiene que gustar...”.

Una especie de razonamientos, al estilo aristotélico, pero lejos de los silogismos de la Lógica de Aristóteles.
Si viajas por cualquier punto de la geografía hispana y dices que eres gaditano, enseguida relacionan que tienes que ser gracioso y simpático. Hasta el eslogan elegido por el anterior equipo del Consistorio gaditano provocaba esta etiqueta: “Cádiz, la ciudad que sonríe”.

Para este sector poblacional, jueces del etiquetado, ser catalán es sinónimo de ser independentista. Para estos “maestros del enjuiciamiento colectivo”, todos los catalanes son iguales y piensan igual. No se paran a razonar que, si así fuera, la independencia ya la habrían logrado.

El etiquetado geográfico lleva también al encasillamiento folclórico y festivo. Según estos razonamientos, a todos los andaluces nos gusta el Rocío, la Fería, los toros,...

Sólo en el ámbito futbolístico, es imposible encorsetar al personal. Aquí, los andaluces son más del Real Madrid y del Barcelona que del Betis y del Sevilla. En su mayoría, quiero decir.  De todas formas, el estudio sociológico del fútbol es otro debate.

Las etiquetas “más audaces” se dan en las ideologías políticas y la relación de éstas con la posición religiosa. Si eres de izquierdas, los “afamados etiquetadores” dicen que eres ateo. Si eres de derechas, por supuesto, crees en Dios. Si admites abiertamente tu republicanismo, entonces, según su “cultural lógica”, eres de izquierda. Por eso decía anteriormente que, uno de los síntomas de estos personajes, es la falta de Cultura. No han leído a Clara Campoamor, ni han oído hablar de Ángel de Ossorio y Gallardo, por poner sólo dos ejemplos. Les sonará algo Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, pero no pasan de ahí.

Sus atrevimientos culturales les llevan a juzgar una nota de prensa sólo por el titular.

La ignorancia les hace atrevidos. Confunden elevar la voz con tener razón. Son, en definitiva, unos fantasmas. Con permiso de Joan Manuel Serrat, “si no fueran tan dañinos, no darían miedo”.  
En su descargo, tengo que decir que no son más que productos de cuarenta años de adoctrinamiento. En el caso de los más jóvenes etiquetadores, decir que son víctimas de las políticas educativas de este país nuestro, potenciadas por la pérdida de valores humanistas.

No vayamos a caer en el error de etiquetar a estos personajes en “una banda”. Los hay en todas partes.
La Cultura nos hace libres, pero también nos hace humanos.

Salud.