Balsa Cirrito
![[Img #41764]](upload/img/periodico/img_41764.jpg)
EL LUJO
Mucho me gusta ver películas antiguas. Y lo bueno es que ahora, con internet, resulta bastante fácil acceder a títulos que antes considerábamos difíciles cuando no imposibles de conseguir. Películas en blanco y negro que en la actualidad rara vez se emiten por TV, salvo por canales especializados, se hallan disponibles en el momento que deseemos, la mayoría de ellas, además, libres de derechos y legalmente gratuitas.
Y viendo esas películas antiguas, lo primero que pensamos es cuán cutre era el mundo de no hace demasiado tiempo. Qué pobreza material. Qué edificios. Qué calles. Qué dentaduras. Cuando yo era niño, en los años setenta, veía por la tele películas de, es un decir, los Hermanos Marx, rodadas cuarenta años atrás, y no tenía la sensación de que su mundo fuera mucho más pobre que el nuestro. Cambiaban las modas de los vestidos y los modelos de los coches, pero, por lo general, se podían percibir como muy cercanos. Sin embargo ahora, nos da por ver una cinta rodada, por poner un ejemplo, en 1989, y su mundo nos parece sumamente pobretón. Vemos el despacho de un abogado o una tienda o un edificio público y, por lo general, nos resultan indecentemente cutres. Y observamos las calles, ya sean de Inglaterra o de Egipto, y nos parece que la limpieza pública era muy deficiente (o los ciudadanos más descuidados, que también puede ser).
En la actualidad, el lujo nos ha invadido. Cualquier bar o cafetería normalita de nuestros días nos habría parecido bastante lujosa no hace tanto tiempo. Digo más, desconfiamos de todo lo que no lo es. Y, desde luego, en esto como en muchas otras cosas no muy bien explicables, los españoles andamos por los primeros puestos del ranking de la pomposidad.
Tengo un amigo que ha recorrido Europa y América y suele decir que no ha visto ninguna cadena de grandes almacenes tan lujosa como El Corte Inglés, ni siquiera los famosos almacenes Harrod´s de Londres, que se suelen poner como ejemplo de magnificencia y que, efectivamente, cuando hace años los recorrí, no los recuerdo como particularmente espléndidos. Nuestros edificios públicos suelen hallarse entre los más ostentosos y nuestras estaciones de tren o nuestros aeropuertos suelen brillar como joyas. Nuestros hoteles, sin duda alguna, son los más confortables y vistosos del mundo (y los que sirven mejores desayunos). Nos queda, desde luego, la asignatura pendiente de los aseos y servicios, que a menudo se hallan algo cochambrosos, casi siempre por incuria de los usuarios, pero todo se andará.
En fin, que todo el aparato señorial que nos rodea acostumbra a ser de primera calidad, y la riqueza nos salta a los ojos por doquier. Un mundo, que comparado con el de mi infancia, resulta, al menos a primera vista, inigualablemente más próspero. Y si es así, pregunto, aún a riesgo de resultar ingenuo, ¿por qué hay ahora más pobres que entonces?












roteña | Lunes, 26 de Enero de 2015 a las 10:19:17 horas
Un ejemplo es que hasta los "pobres" de hoy, se permiten el lujo de tener teléfonos de última generación, con tarifa de internet y luego estos mismos "pobres", son los que se ven en los servicios sociales, caritas, cruz roja y demás ...., llevándose las ayudas que los demás ciudadanos aportan para las familias que verdaderamente las necesitan, y no dan prioridad a un movil antes que a un plato de potaje.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder