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Sábado, 27 de Diciembre de 2014

Antonio Franco

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TÁCTICAS VARIOPINTAS

 

 

 

 

Sin duda una de las tácticas más frecuentemente utilizada cuando alguien se siente acorralado es la de desviar la atención. Para ello se puede tomar diversos  caminos o métodos. Así, si todo apunta a que eres culpable de algún hecho concreto, la manera de librarse de que todo el mundo así lo crea es culpar a otros para explicar que “esos son los verdaderos malos”. Si no consiguen liberarse de los hechos de los que se les imputan, al menos consiguen sembrar la duda sobre “los otros”.


Otra variante dentro de todo este entramado de culpabilidades e inocencias, de buenos y malos, de ángeles y demonios... es rebuscar y rebuscar hasta encontrar algo que pueda “manchar” o sembrar la duda sobre los enemigos y/o adversarios. No importa que lo que “se anuncie” sea verdadero o falso, se trata, simplemente, de difamar, ya que, como dicen los más viejos, “siempre, algo queda”.

 

Otra táctica bastante utilizada es la denominada como “la del calamar”. Consiste principalmente es “ensuciar” los mensajes adversos con mensajes propios con el fin de “camuflar” la propia gestión. Así, si a alguien se le acusa de no haber llevado a cabo tal o cual promesa, la respuesta (utilizando la táctica del cefalópodo) es desviar el tema en cuestión hacia otros derroteros (o temas) que nada tienen que ver con lo cuestionado.

 

Pero sin duda, la táctica más recurrida cuando ya “nada ni nadie te libra de la culpabilidad”, es la del “y tú más”. Los mensajes son, en estos casos, de ida y vuelta. Es frecuente, en los últimos tiempos, observar como los partidos políticos mayoritarios de este país nuestro se “arrojan” incriminaciones constantemente. El problema del abuso de esta táctica es que suele extender sus efectos hasta los que nada tienen que ver con semejantes lances. Se extiende así el mensaje de que todos son iguales, hasta los que nada tienen que ver con los tejemanejes de los susodichos.

 

A todos nos suena la táctica del avestruz. Mirar para otro lado, taparse la nariz y desviar la vista son otras denominaciones de este método. Se puede nominar a los que actúan de este modo con el calificativo de “cobardes”, cuando no el de “cómplices” de los hechos. Si se mira para otro lado siendo testigo directo de una agresión o de un robo, te hace cómplice del hecho en sí, aún sin haber participado en ello.

 

Tirar la piedra y esconder la mano es uno de los procedimientos utilizados por los practicantes de la táctica de desviar la atención. Los que actúan de ese modo quieren aparentar total inocencia y/o ignorancia ante las calumnias propagadas. Saben que en el fondo, tal comportamiento puede volverse en sus contras. La desesperación, el deseo de venganza, la ira acumulada... pueden ser algunos de los desencadenantes de semejantes actitudes.

 

No se me olvida que este es el último artículo de este año y que, por lo tanto, es de obligada cortesía,  desearles un año nuevo lleno de salud y trabajo. Un poco de suerte tampoco vendría mal. Pero que los tuyos tengan salud es ya toda una suerte.

 

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  • Hermano Lobo

    Hermano Lobo | Lunes, 29 de Diciembre de 2014 a las 17:02:19 horas

    Enhorabuena por el artículo. Más que una descripción de tácticas y actitudes parece una autoinculpación. Ya lo dijo un revolucionario una vez: "El que esté libre de culpas, que tire la primera piedra" y no me parece el caso de IU. Coincido totalmente en con el último párrafo, así pues feliz 2015 y muchos más.

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  • Bruce Banner

    Bruce Banner | Sábado, 27 de Diciembre de 2014 a las 18:14:30 horas

    Tambien tenemos los politicos que desde sus comienzos hasta que se ven obligados a dejar la politica, ya sea por sus propias corrrupciones, ineptitudes ó presión social, han hecho de las tacticas sucias su libro de estilo, ya que siempre han estado metidos en barro desde sus inicios. Siempre confabulando, siempre trepando a costa de cadaveres de enemigos e incluso compañeros ó aliados. Son gente que han utilizado a la politica para medrar personalmente y no para mejorar la sociedad. Sepulcros blanqueados que pregonan la santidad de su iglesia, mientras comercian dentro del templo.

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