DIFUNDIENDO

El pasado lunes, día festivo, lo pasé casi todo fuera de casa. Cuando volví al home sweet home, me metí un rato en Facebook. Y, ¡castaña que te quiero!, encontré repetida la misma noticia hasta siete u ocho veces; una avalancha, todo un monográfico, una muchedumbre. La noticia, tomada del diario El Mundo, decía así: “Cargos de IU se pagaron el IBI con una ayuda solidaria a Cuba”. Por lo que se ve, los simpatizantes del gobierno municipal (y los propios miembros del gobierno) se habían lanzado a un lunes desenfrenado, pero no de sexo y alcohol, sino a una orgía de redes sociales, y difundían como apóstoles lo que para ellos era la buena nueva. ¡Ahí es nada, los de IU pringados, igual que ellos! Cliqueando el comparto febrilmente, la mitad de Rota se enteró de la noticia en pocas horas.

Es verdad que la infracción denunciada por la prensa era bastante cutre y, encima, económicamente ridícula, pero a estas alturas ya no nos espantamos de nada, y cosas más cutres hemos visto (y veremos). Lo que pasa, es que, además de cutres, algunos aspectos resultaban poco creíbles. Y la noticia en el periódico, encima, se agarraba a unos flecos esperpénticos. Decía, por ejemplo, El Mundo, que uno de los supuestos defraudadores era “tío carnal” de la eurodiputada de Podemos, Teresa Rodríguez. Francamente, pescando con esta clase de sedales no es de extrañar que aparezcan tiburones. Sobre todo me gustó lo de añadir el adjetivo carnal al sustantivo tío, supongo que combinación buscada para provocar en el subconsciente del lector algún tipo de imagen viciosa. “¡Oíd, no sólo es tío de la diputada de Podemos! ¡Es que además es tío carnal!”. Pero había más. ¿Primera página de la edición de Andalucía de El Mundo para una historia de corrupción de cuatro mil euros? Guau.

Entendámonos, no simpatizo especialmente con IU, que a menudo me parece que se dedica más al folklore de izquierdas que a otra cosa, y cuya flexibilidad política viene a ser la misma que la de la cintura de Gerard Piqué, o sea, escasa; pero ante un asunto como éste del IBI, todo ha acabado tomando un aire tan surrealista que no se lo salta un unicornio. ¿Quién alertó a El Mundo? Pues sólo ha podido ser el ayuntamiento.  Y el ayuntamiento, ¿por qué ha sido tan poco valiente y no ha dado la cara? ¿Por qué no lo han denunciado ellos? Y si tenían motivos, ¿Por qué no han ido al juzgado (cuyo camino supongo que conocen de sobra)?

Si digo la verdad, lo que más me cabrea es que tomen a los ciudadanos por tontos. ¿Qué digo tontos? Nos toman por anoréxicos mentales. Uno entiende que la política tiene mucho de juego, pero las bromas o pesadas o no gastarlas. ¿O es que no se dan cuenta ellos mismos de lo burdo de la comedia? Que además, tiene su colofón, al que no puedo llamar surrealista porque ya utilicé el adjetivo antes, lo que significa que me quedo sin palabras; y es que, al día siguiente, la portavoz del equipo de gobierno dijera, con la sangre fría que la caracteriza, que “no habían podido valorar la noticia”. Recapitulando; primero, el EG (equipo de Gobierno) le suelta la historia a la prensa de tapadillo; segundo, cuando la prensa la publica se lanzan a las redes sociales como si fueran sueldos o dietas y repiten y comparten la noticia hasta la nausea; tercero, dicen los miembros del EG: “yo de esto no sé nada”; cuarto, por encima del colofón y que podríamos llamar el cimborrio: la alcaldesa y el primer teniente de alcalde dan una rueda de prensa donde dicen que, mecachis, tampoco saben ellos de dónde ha salido la filtración.

Por supuesto, pudiera ser que los de IU fueran culpables de lo que se les acusa, caso en el cual yo sería el primero en llamarlos miserables. Miserables y unas cuantas cosas más que se me ocurrieran en el momento. Pero, hasta ahora, la escenificación del EG ha sido tan lamentable, su puesta en escena tan cateta, su planteamiento tan primitivo, que han  logrado que no nos creamos una palabra, o , miento, nos creemos una, pero es la palabra difamación, que seguro que no era la que ellos tenían prevista. De hecho, se me ocurre que esta estocada es tan churretosa que una cosa tengo clara: no se le ha ocurrido a Lorenzo, que para estas cosas es mucho más fino.

Hemos llegado a un punto en el que ya no me importa que me engañen quienes nos gobiernan. Pero, eso sí, exijo que me engañen con gracia. Que me la peguen con arte. Que por lo menos en algo, no sean unos aficionados.