Calle Charco, con Antonio Franco
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LOS MUROS PERSONALES
Los muros físicos, esos que levantan los gobiernos para separar las poblaciones, pasan tarde o temprano a los libros de Historia.
Cayó el muro de Berlín, y con él toda una etapa de la Historia de la Humanidad. Israel también ha levantado un muro frente al pueblo palestino y caerá porque se espera que siempre venza la cordura. Circula por Internet una imagen de nuestro planeta visto desde el espacio. A dicha imagen le acompaña una frase bastante significativa: “desde aquí no se ve ninguna frontera”. Hablando de fronteras, podríamos entrar de lleno en “las apetencias” de los nacionalistas. “Intentamos abrir fronteras, derribar muros, y otros se empeñan en cerrarlos”, dirían algunos intransigentes con el ideario nacionalista. “Intentamos derribar el muro que nos atenaza y nos priva de nuestra libertad como Pueblo”, dirían los intransigentes nacionalistas.
Los muros de los mapas políticos, que no físicos, son complicados de derribar, pero no imposible. La Historia, ya lo he mencionado, está llena de ejemplos.
Más difícil resulta derribar los muros personales, esos que levantamos en torno a nosotros, que son invisibles pero que existen.
Creamos un muro a nuestro alrededor. Nos encerramos en nosotros mismos. Si hacemos un ejercicio de reflexión y meditación nos damos cuenta de que cada uno tenemos nuestro propio dios, nuestra propia religión, nuestro propio partido político, nuestro propio,… El derribo de esos muros sí que resulta complicado de llevar a cabo.
Depende de cada uno y como cada uno tenemos nuestros propios problemas que son prioritarios respecto a los demás, los muros son difíciles de abatir. Sólo en momentos puntuales abrimos un poco nuestras fronteras personales para comunicarnos con el resto de los “incomunicados”, después volvemos a encerrarnos.
Alguno se vuelven totalmente insensibles ante todo lo exterior a su mundo, otros sólo asoman la cabeza para ver “cómo andan las cosas tras sus murallas”, otros salen de vez en cuando para volver a entrar sin demasiada demora. Sólo unos pocos derriban totalmente “sus paredes” y se abren a los demás.
Estos últimos llaman a todas las puertas, convocan a la unidad, a la solidaridad, gritan al derribo de los muros, pero, como sus voces no son escuchadas, se reconstruyen de nuevo un muro o siguen alimentándose de utopías con las que derribar todos los muros.
Afortunadamente, los que viven libres de muros son los que hacen avanzar al mundo a pesar de que a los “intramuros” se les llena la boca llamándoles locos.
En cualquier caso se trata de unos locos maravillosos.
Es bueno abrir la puerta de vez en cuando, aunque sólo sea de vez en cuando. Para ello es fundamental la formación cívica, el espiritu democrático y el despojarse de radicalismos que sólo conducen a crear muros infranqueables.
Salud.












ADR | Viernes, 21 de Noviembre de 2014 a las 19:34:01 horas
Tanto en la política como en el deporte hay que ser fiel a su ideología, por ejemplo, el madrilista debe estar siempre con su equipo, por muy mal que pudieran estar las cosas, ya vendrán tiempos mejores.Por eso mismo yo seguiré votando al PP.
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