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Sábado, 04 de Enero de 2014

Balsa Cirrito

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HACERSE EL SUECO



 
 

Debo confesar que adoro IKEA. No los productos, que por lo general me parecen terribles, sino el espíritu. El espíritu IKEA es que tienen en exposición – literalmente – un palo de fregona, y no lo dejan ahí de tapadillo, sino que al lado del palitroque observamos una fotografía y un cartel: Palo de fregona Malmöe. Diseñadores: Anette-Marie Bollstrom y Nordahl Petersen. Los tíos presumen de todo. Sus diseños son o inocuos u horribles, pero siempre sacan pecho como si les hubieran metido silicona. Al lado del palo de fregona vemos, es un decir, un plumero sin nada de especial, pero en IKEA no se arredran: Plumero Heimdall, diseñadores, Bjorn Hagen y Bodar Lumquist. Toda esta apología de sí mismos llega al límite en el restaurante, al que llamar restaurante quizás sea profanar la palabra. Es, sin duda, la peor zona de comidas que conozco, aunque también es cierto que los precios están tirados. Salvando los dulces (lo cual para un amante de la pastelería como es un servidor no resulta desdeñable), el resto de las comidas parecen preparadas por un cocinero de Alcala-Meco que hubiera hecho un viaje de estudios gastronómicos a Guantánamo. Pero lo bueno no es eso. Lo bueno es el orgullo con el que exhiben sus platos. La salchicha, la porción de pizza o las albóndigas llevan pinchado un palillo con la bandera de Suecia. Sí señor. Luego, al final del recorrido por IKEA, se halla la tienda de comestibles, que es mi zona favorita. La cocina sueca, por lo que se ve en la exposición, no parece que fuera la fuente de inspiración de Juan Mari Arzak, pero los tipos la muestran con orgullo. Parece, por lo que vemos, que el plato nacional de Suecia son las albóndigas; unas albóndigas en salsa que vienen a ser como todas las albóndigas del mundo, con la salvedad de que le añaden un poco de jengibre. Los suecos las comen hasta en bocadillos y es lo más refinado de su gastronomía. Una vez tuve la humorada de comprar allí vino sueco. Era un vino que había que tomar templado y macerar en él pasas o frutos secos. El vino no es que fuera malo, es que era un resto de la cosecha que le pusieron a Mahoma el día que prohibió las bebidas alcohólicas para los musulmanes.
Qué país, Suecia.

Recuerdo una película americana donde un personaje le decía a otro: “¿Has visto alguna vez a una mujer sueca fea? Todas las suecas son guapas”. Porque Suecia tiene fama de prohijar las mujeres más hermosas del mundo. No sé si será verdad, porque tampoco he conocido muchas mujeres de aquel país (e imagino que el personaje de la película tampoco habría conocido demasiadas), pero su fama de belleza es sólida.

En los últimos años las novelas suecas de detectives se han convertido en las más populares del mundo, lo cual tiene mérito, porque quitando a Henning Mankell y a Stieg Larson, el resto son insoportables. Lens Lapidus, Assa Larsson, la terrible Camilla Lackberg o Lars Kepler han desplazado de las librerías de Hipercor y Carrefour a los autores anglosajones, que no es poco.

Ahora ya no tanto, pero hace unos años Suecia era, además, el espejo donde se miraban los políticos españoles de la izquierda y de la derecha moderadas. Como sería de tranquila la vida política sueca que a Olof Palme en los años ochenta, a la sazón primer ministro del país, lo liquidó un asesino ¡por no llevar guardaespaldas! En España por aquellos días llevaban guardaespaldas no ya presidentes, ministros o altos cargos. Los simples concejales del País Vasco llevaban escolta. Incluso ediles de fuera de Euskadi. Vamos, que en Suecia en vez de políticos parecían personajes de Disney Chanell.
 
Durante la II Guerra Mundial, Suecia tragó con casi todo lo que querían los nazis. Era un país neutral, como España, pero en los libros de historia la España de Franco aparece como sumiso lacayo de Alemania, mientras que los suecos figuran como neutrales-neutrales. El hecho de que, por ejemplo, muchos más judíos se salvaran gracias a la España filonazi que a la filantrópica Suecia no parece hacer mella en los historiadores. Es lo que tiene ser un país simpático.

Suecia, ya digo, es un país simpático (igualito igualito que España). Resulta difícil encontrar comentarios negativos sobre Suecia, aparte de su tasa de suicidios y de su clima, que, con todo, también tiene sus partidarios (el clima, no los suicidios).

Pero, ¿querría usted ser sueco?


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  • Manolii

    Manolii | Lunes, 06 de Enero de 2014 a las 02:46:50 horas

    Bueno, a mi los suecos, ni hablar son como decia mi abuela los "besos de fraile saben a huevo sin sal" en cuanto a la comida , prefiero una tostada con Manteca "colora" y Ana perdona, pero creo que no sera para tanto Espana esta mal pero bueno..... o sera que como yo tengo el honor de ser de Andalucía pues........

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  • Ana

    Ana | Sábado, 04 de Enero de 2014 a las 11:16:12 horas

    a mí me gustan los suecos. Conozco el país y lo que más me llamó la atención en su actitud civilizada y comportamiento en la calle..... menos cuando beben que lo pierden todo. No querría ser sueca pero algunas cosas podrían servir de guía a esta España nuestra

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