Calle Charco, con Antonio Franco
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LA DEMAGOGIA DE LOS NÚMEROS
Cuando pronunciamos u oímos la palabra demagogia, todos sabemos su significado. La demagogia es puro electoralismo, puro populismo. Y el término se sitúa casi siempre dentro de un contexto político. Así, cuando un político eleva su tono en cualquier situación y alude a ejemplos muy poco comprobables, decimos que es un demagogo. Para hablar de demagogia no hace falta trasladarse al Parlamento de la Comunidad Autónoma, ni al Congreso de los Diputados, a veces sólo necesitamos concentrar nuestra atención a los debates que se producen dentro de nuestro propio ayuntamiento durante el desarrollo de un pleno. De tal manera que, resultaría muy complicado en ocasiones extraer una idea clara de lo que exponen si analizáramos con detalle las expresiones vertidas.
Lo que resulta más demagogo dentro de la política son los datos numéricos y la interpretación que cada partido hace de ellos. Para empezar hay que decir que estos personajes juegan con la ignorancia del personal en esto del asunto de los números.
Fijémonos en los datos del paro. Si el paro aumenta, el gobierno central hace recaer “la culpa” a las políticas de empleo de la Junta de Andalucía. No mencionan para nada los efectos de la Reforma Laboral impuesta desde Madrid. Tampoco explican que condicionan las contrataciones de la función pública y obliga a los recortes.
Por su parte, los gobernantes andaluces se defienden acusando al gobierno central del aumento del paro y a sus políticas de recortes y ajustes. Echan balones fuera, que dirían en la calle.
Si los datos del paro son positivos, entonces la cosa cambia. Los del PP dirán que los efectos de las medidas del gobierno están dando ya resultados. Los del gobierno de la Junta de Andalucía explicarán que las políticas puestas en práctica en el ámbito andaluz empiezan a notarse.
Si el paro baja, se apuntan. Si el paro sube, se desmarcan.
Cuando los políticos se introducen en el mundo de los porcentajes de crecimiento, de IPC, de PIB... entonces es cuando nos perdemos. Qué es de lo se trata, de que no entendamos nada.
La semana pasada llamaba mi atención la noticia de que el equipo de gobierno local iba a congelar los impuestos para el año que viene. Venía a decir que el 90 por ciento de los impuestos de los que se nutre nuestro ayuntamiento iba a ser congelados. Pues que bien, ¿no? La noticia es positiva para el sufrido bolsillo de las familias de nuestro pueblo.
Pero la noticia no mencionaba que cantidad iba de percibir nuestro ayuntamiento para el próximo año. La realidad, una vez contrastado los datos, es que va a dejar de “entrar” en las arcas municipales unos cuarenta y cinco mil euros. Poco más o menos que lo que supone los gastos de las Fiestas Patronales, por ejemplo. Si comparamos que los mayores gastos (la nómina de los funcionarios) han disminuido por “imperativo legal” desde hace unos años, ¿por qué ahora se congelan una serie de impuestos y no se ha hecho antes? Esa sería una buena pregunta.
El impuesto que más ingresos producen en nuestro ayuntamiento ( y en todos) es el de Bienes Inmuebles ( el IBI. Recuerden que a este impuesto sufrió una subida de un 13% durante el año 2012). Congelar este impuesto durante algunos años no es por tanto “un esfuerzo”, ya que se ha cobrado una subida lineal “de golpe” en un solo año. Congelar el Impuesto de Actividades Económicas, el de Vehículos y el de Construcciones, supone dejar de percibir una cantidad adicional de unos cuarenta y tanto miles de euros. La realidad ha quedado camuflada en ese dato del noventa por ciento de los impuestos que engloba el capítulo de ingresos del ayuntamiento.
Los números y las cantidades utilizadas en política contienen, en demasiadas ocasiones, unos lenguajes cargados de demagogia.
El pueblo X ha alcanzado este verano el noventa y cinco por ciento de ocupación hotelera. Tras analizar los datos, descubrimos que en el pueblo X existe un hotelito compuesto por diez habitaciones. ¿No es más fácil decir que en el pueblo X han veraneado este año nueve familias de foráneos? Es más comprensible pero el dato resulta menos... no sé, ¿técnico? No sé si me entienden.
¡Ah, los números en boca de los políticos!
Cuando hablamos de manifestaciones y huelgas, entonces las calculadoras se vuelven ideológicas e interesadas. Los datos nunca coinciden. La policía da una cifra y los convocantes otra que distan una exageración. Lo más sensato en estos casos sería que cada manifestante llevara un peto con un número, como en los maratones, con lo que se acabaría estas demagógicas apreciaciones.
Tras cada dato, tras cada número, tras cada porcentaje... hay un ciudadano.
Esa es la realidad. Por mucho que se quiera camuflar, con maquillajes numéricos, la realidad de los efectos de esta crisis financiera en muchas familias, la realidad es la que es.
Existe también la demagogia de las palabras. Esta la dejamos para otra ocasión. Pero ahí va un adelanto. La semana pasada, con ocasión de los premios Príncipe de Asturias, el Príncipe Felipe expresó en su discurso: “no podemos permanecer indiferentes e inmóviles: debemos reaccionar”.
Ahí queda eso. El Príncipe nos incita a rebelarnos. ¿O quería decir otra cosa?
Salud.












ejpañol | Martes, 05 de Noviembre de 2013 a las 20:52:00 horas
Gracias a los medios de comunicación, soy un experto en la biografía de Ferrán Adriá, en las idas y venidas del Bully, en su periodo de reflexión (!) , mientras me voy olvidando de que cada cinco segundos muere un niño en el mundo por falta de comida...
... ... y mientras tanto, al lado, como fantasmas de una conciencia que no quiere irse, varios jóvenes llevan semanas en huelga de hambre, en protesta por la situación del país
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