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Miércoles, 23 de Octubre de 2013

La Casa Lis

Cuesta empezar a escribir para hablar de ocio y de cultura cuando la mayor parte de este país no se puede permitir la oportunidad de disfrutarlo; pero esconder lo que se hace no puede ser la mejor manera de acercarse a quienes puedan leer este escrito. El mundo tiene que continuar y es lo mejor que nos puede ocurrir, se hará lo que se pueda.

Hace pocos días gocé del privilegio de volver a uno de los lugares más bellos de España, Salamanca. Ni que decir tiene que, como suele ocurrir en las ciudades en que la vida universitaria es parte fundamental de su cotidianeidad, la animación que genera el colectivo estudiantil se contagia con facilidad a quienes tienen la ocasión de aproximarse a compartir tiempo y espacio con ellos. Y en Salamanca hay mucho y bueno que compartir. Dedicarse a enumerar las maravillas de Salamanca sería suficiente para completar el texto, por esta razón me limitaré a centrarme en una de ellas, en mi opinión, la que más sorprende, la que más llama la atención.

Hago referencia al Museo Art Nouveau y Art Deco, más conocido popularmente como la Casa Lis. Es posible que recomendar la visita a un museo resulte atrevido en un país en que su gente desgraciadamente no destaca por su interés por el arte, pero puedo garantizar que quien visita este es muy difícil que salga defraudado.

El museo, no voy a hacer una descripción prolija que produciría desánimo más que otra cosa, se encuentra alojado en un edificio espectacular que, a pesar de la belleza sencilla de su entrada principal, no aparenta todo lo que nos espera. La primera sorpresa podría ser haber descubierto las traseras del edificio, lo que es la fachada sur, vistas desde el exterior. Las amplias galerías acristaladas de las plantas, que se asoman sobre las bellas escalinatas de acceso, adquieren una magia especial cuando, llegada la noche, las luces interiores multiplican los efectos luminosos de las vidrieras convirtiendo todo ello en una vorágine multicolor que rompe la oscuridad con una cascada de matices coloristas.

En el interior, donde todo es buen gusto y equilibrio, el acogedor patio central sirve de nexo de comunicación con las salas del nivel y la escalera que nos lleva a la planta noble. Una vez arriba llama nuestra atención la galería que se asoma al patio, ofreciendo un marco de belleza exquisita donde no falta detalle. El buen hacer y la preocupación por integrar el entorno en la misma idea, permite que la adecuación de las salas al contenido aparezca como si todo el conjunto formara parte de una situación que uno vive un siglo atrás, sintiéndose trasportado a un palacio de la Belle Époque. Es este momento histórico algo ampliado en el tiempo, de fines del XIX a la primera mitad del XX, el marco referencial de la mayor parte de la obra expuesta.

Las obras exhibidas, aparte de la excelente calidad que atesoran, son especialmente atractivas, ya que contienen la virtud de la familiaridad de los objetos que se nos hacen más cercanos. Aquí no son las artes más conocidas, pintura y escultura, las únicas, ni las principales protagonistas. Una preciosa colección de abanicos de distintas épocas con un dibujo, un colorido y un acabado admirable; otra colección es la de joyas con un diseño de muy buen gusto no exentas de sencillez; ahora una de objetos de vidrio, figuras, lámparas y frascos de perfume, donde la luz se atenúa con delicadeza; otras piezas de cerámica esmaltada de bello colorido y perfecta ejecución; una variadísima oferta de muñecas, de los más variados estilos, que ocupan un extenso espacio en la exposición; una serie de objetos curiosos, entre ellos una colección de juguetes de marcas españolas de los cincuenta primeros años del siglo XX, otros los llamados caracteres, simpáticas piezas de uso más práctico, como palilleros, ceniceros y huchas; dos conjuntos mobiliarios, perfectamente acoplados en la exposición, de estilos de la época.

Cuentan entre las pinturas, grabados y dibujos, con una buena selección de obras, entre las que más llaman la atención son las del cubano Federico Beltrán Massés y las de Celso Lagar, sin olvidar que se encuentran cosas de Sorolla y Picasso, entre otros. La escultura es capítulo aparte. El tratamiento del arte volumétrico se concreta en lo que personalmente considero la más excelsa expresión de belleza con que cuenta el museo. Desde las sencillas figuras de baño realizadas en biscuit que representan a mujeres, las fantásticas porcelanas con ejemplos de Sèvres, Limoges, Bohemia, etc. y las más impactantes, las que utilizan materiales como el oro, el marfil, el cobre, el mármol o la piedra, muchas veces en combinación, donde la figura humana acompañada a veces de animales son el sujeto principal de las mismas. Son realizaciones de Demetre Chiparus, Ferdinand Preiss, Karl Hagenauer, Otto Proetzel, entre otros. Estas últimas alcanzan un grado de perfección y belleza que desprenden tal energía positiva que deja embelesada a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad.

En resumen, un viaje alucinante, que sorprende por lo inesperado, que rompe con los esquemas que se suelen establecer previa y equivocadamente, y que no dejará indiferente a quien lo disfrute.Y aunque quede muy prosaico, por algo más de lo que cuestan dos cañas en un bar normalito. Si pasan por Salamanca, no se lo pierdan.


Manuel García Mata


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  • adolcros

    adolcros | Martes, 29 de Octubre de 2013 a las 21:38:03 horas

    Sin que sirva de precedente. Jajajaja

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  • Manolo A

    Manolo A | Martes, 29 de Octubre de 2013 a las 18:04:38 horas

    Buena apreciación, señor "adolcros". Me complace coincidir con usted en este tema. Un saludo.

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  • adolcros

    adolcros | Lunes, 28 de Octubre de 2013 a las 22:30:24 horas

    La Casa Lis es un impresionante edificio creado en 1905 sobre la muralla por el arquitecto Joaquín Vargas Aguirre para Miguel de Lis.

    Es uno de los monumentos más admirados de la ciudad y la fachada norte, actual entrada de los visitantes, es la mejor muestra de arte modernista en Salamanca.

    Además, llaman especialmente la atención las vidrieras de la fachada sur, enfrente del río, que dan una gran luminosidad a la Casa y que son de gran belleza.

    Aunque en un principio la Casa Lis fue construida como vivienda familiar, desde el año 1995 acoge el Museo de Art Noveau y Art Déco gracias a la cesión de 19 colecciones de objetos de arte (en total unas 2500 piezas) por el anticuario salmantino Manuel Ramos Andrade. A éstas, se han ido incorporando nuevas piezas adquiridas por el Museo.

    El Museo de Art Noveau y Art Déco es uno de los museos más visitados de Castilla y León.

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