¿POR QUÉ SOMOS TAN ORDINARIOS LOS ANDALUCES?




 
Es muy posible que hayan visto y oído en la tele o en internet a Inmaculada Michinina, la mujer de Cádiz que interpelara a la alcaldesa Teófila Martínez en un pleno municipal con un discurso muy alabado por digno y por sincero. La señora Michinina habló como una senadora de la antigua Roma; emocionante y sentida; muy bien salvo en un punto: la insólita ordinariez de sus palabras. Sus frases estaban llenas de “coños” y de “mierdas”, los cuales, dado lo trabajados que tenemos los oídos, tampoco retumbaron demasiado. Sin embargo, al final, casi como colofón, dejo escapar la señora Michinina: “Quiero poderle decir a mis hijas el lunes: toma chocho, que puedes comer de lo que hay en la nevera, que lo ha conseguido tu madre”. Francamente, ese chocho sí que retumbó, tanto como una bofetada en una basílica.

Y es que, por no sé qué maldición o sortilegio, en nuestra tierra cultivamos con fervor la ordinariez; creemos, o creen muchos, que cuanto más groseros seamos, somos también más auténticos y más andaluces. Un ejemplo de esto es la palabra picha. Picha es una especie de santo y seña o de distintivo de la denominación de origen Cádiz. Sin embargo, tampoco es un vocablo que estuviera tan arraigado en el alma popular en tiempos no muy lejanos. Cuando yo era niño o adolescente, en Rota, prácticamente no escuché nunca la palabra. Es más, cuando más tarde, en los años ochenta me fui a estudiar a Cádiz, patria indiscutible del pichismo, tampoco me pareció que se tratara de un término utilizado de forma muy generalizada. Sin embargo, a partir de que comenzaron a retransmitirse los carnavales de Cádiz, la palabra fue apoderándose poco a poco de la provincia como si se tratara de un virus. Puede parecer ridículo (de hecho, lo es), pero conozco a un buen número de personas que se esfuerzan en decir picha con frecuencia, como muestra de gaditanismo, aunque ni por cultura ni por educación debieran ser pichistas. Y lo que es peor, para acompañar al picha se ven obligados a dejar escapar un buen número de ordinarieces o de expresiones poco ilustradas.
Viene a ser el sino andaluz.

Los medios de comunicación, con Canal Sur a la cabeza, fomentan el populacheo  sin recato alguno, de forma que en una región que, lamentablemente, no destaca en el ámbito nacional por su alto nivel cultural, nos encontramos que muy erróneamente se confunde lo popular con lo grosero.  Lo ordinario con lo auténtico. Lo rudo con lo sencillo.  A la puerta de un colegio de Castilla se escucha una parte ínfima de las palabrotas que se oyen a las puertas de un colegio andaluz. Cuántas veces no me ha ocurrido que al recriminar a un alumno alguna expresión un poco subida de tono su respuesta haya sido: “¿Qué voy a hacer? Soy andaluz”.

Al principio me preguntaba y daba título al artículo con la pregunta: ¿Por qué somos tan ordinarios los andaluces? Mucho me temo que si realizáramos una encuesta las respuestas más frecuentes a la pregunta fueran: “Porque nos sale de los c******”, con su variante, “Porque nos sale del c***”. Lo cual, a decir verdad, sería la respuesta más sincera.

PD: Los asteriscos sustituyen, respectivamente, a las palabras  cojones y coño. (Lo digo por si hay alguien de Palencia leyendo y no se ha dado cuenta).