Balsa Cirrito
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SOMOS ASÍ DE BUENOS
El optimismo, por lo general, tiene mala prensa. Ser pesimista y anunciar males se suele entender como la actitud inteligente. Los actores trágicos se hallan más considerados que los cómicos y, en toda su historia, el Óscar de Hollywood a la mejor película ha recaído en comedías sólo cuatro o cinco veces (y eso, entendiendo el concepto de comedia de forma muy generosa). Se suele decir “piensa mal y acertarás”, nunca “piensa bien y darás en el clavo”, aunque, en realidad, las dos posturas son estadísticamente igual de acertadas (o de desacertadas). Cuantas más restricciones nos ponga un médico, nos parecerá que está haciendo mejor su trabajo. Si nos quita del tabaco, de las costillas de cerdo, del sexo, de la Play Station y del alcohol de más de veinticinco grados, creeremos que nos vamos a curar antes. En fin, resumiendo, decía el poeta griego Esquilo que cuando nos profetizaban una alegría nos mostrábamos escépticos, pero que si nos auguraban una desgracia, se nos llenaba el corazón de terror.
Toda esta introducción viene a cuenta del ataque agudo de optimismo que están experimentando muchos de los medios de comunicación de la derecha española. El titular reciente de un periódico, concretamente de La Razón, llenando la portada del diario, rezaba con caracteres gruesos: “El fin de la crisis”. Después de todo lo que he dejado caer en el primer párrafo, se entenderá que esta postura me parece excelente. La crisis, cualquier crisis, tiene como componente fundamental la psicología. Es más, en el fondo (y en la superficie), las crisis son exclusivamente psicológicas. Todos los análisis económicos se reducen a que el que posee dinero tenga miedo o no para gastar o para invertir. Punto final. En la famosa novela Yo Claudio, de Robert Graves, el rey Herodes le da un excelente consejo financiero al recién elegido emperador Claudio. Herodes recomienda a Claudio que haga economías, pues su predecesor, Calígula, había dejado el tesoro del estado más seco que el alma de Ana Mato. Pero las economías, le explicaba, no debían ser excesivas. Así, Herodes aconsejaba que recubriera el muro que rodea la arena del circo con pan de oro, “que da una gran sensación de prosperidad”. Y terminaba contando lo que él hacía: “cuando voy a emprender un negocio – aseguraba Herodes – compro las ropas más lujosas y adquiero una litera o un palanquín ostentoso y me presento con él en el lugar donde voy a realizar las gestiones. La confianza en mí crece hasta el infinito”. Resumiendo, Herodes desvelaba el componente psicológico de la prosperidad.
Dicho lo cual, no cabe duda de que si la prensa de derechas se lanza a un desaforado estado de optimismo, será bueno para el país y no seré yo quien lo critique. La pena… La pena es que se trata de una pistola que dispara también por la culata. Esto es, si el exagerado optimismo ayuda, también es cierto que el pesimismo extremado termina por hundirnos. Si constantemente nos están diciendo que todo está muy chungo, no cabe duda de que todo terminará por ponerse chungo. Y ese pesimismo, rayano con el terrorismo de opinión, es a lo que se dedicó la prensa de derechas española durante todo el tiempo del gobierno de Zapatero. Si la cosa iba regular, decían que iba muy mal, y si iba mal decían que habíamos tocado fondo. Por supuesto, en este delicado empeño, fueron acompañados con entusiasmo por algunos artistas del PP, particularmente por el patriota Aznar, a quien le importaba un pito que el mercado de la deuda española se hundiera con sus declaraciones, y por otros iluminados que se hartaron de decir lo que tenía que hacer Zapatero, para después hacer exactamente lo contrario de lo que predicaban cuando llegaron al gobierno.
Hacer memoria es bueno, y casi cuesta trabajo creer cosas que leíamos hace poco. La principal crítica que se llevó Zapatero en los tiempos en que gestionó la crisis (porque también tuvo tiempos en los que gestionó la prosperidad) fue su excesivo optimismo. Parece mentira la bajeza moral de tanta prensa de la diestra que cuando el expresidente utilizaba un recurso político tan lógico, esto es, tratar de inyectar optimismo a la economía, se lanzaban a su cuello con el empeño de Nosferatu para tratar así de alcanzar unos objetivos partidistas. Y ese es el patriotismo de derechas que me hace hervir la sangre como si me colocaran en un samovar. Por lo que mí respecta, ojalá sea cierto el titular de La Razón y la crisis comience a convertirse en un recuerdo. Me daría igual que lo lográramos gobierne quien gobierne, aunque fuera un sobrino de Blas Piñar, y ni siquiera (y fíjense si podríamos hacerlo), ni siquiera vamos a poner en duda o vamos a discutir ese optimismo tan exagerado que muestra esa parte de la canallesca ni vamos a valorar los costes humanos de los actos de Rajoy y sus muchachos. Porque somos así de buenos.












La chula | Jueves, 01 de Agosto de 2013 a las 14:34:22 horas
Hermano Lobo, a quien le puede el subconsciente que no te veas, es a ti.
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