Calle Charco, con Antonio Franco
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UN MUNDO DE IGUALES
Los logros sociales y políticos son impensables sin la democracia. Pero este sistema de gobierno es o debe ser vivo, cambiante, mejorable. La democracia nunca será plena si cada año tenemos que volver a conmemorar el día de la Mujer Trabajadora e instar desde los distintos plenos municipales, tras consensuar un manifiesto en el que se exige la plenitud de igualdad entre hombres y mujeres, a las administraciones superiores a que cumpla el articulado de la Constitución. Un año tras otro, seguimos haciendo las mismas peticiones. Seguimos reclamando igualdad en todos los campos laborales, igualdad de salario para el desempeño de un mismo trabajo. Y esto en los países donde se supone que la democracia está plenamente implantada. Todavía aquí las mujeres tienen obstáculos que salvar. Aún hay que “pelear” porque la mujer pueda compatibilizar trabajo y hogar. No puede ser un hándicap el hecho de la maternidad para acceder a un empleo. Los poderes públicos deberían subsanar todo este tipo de cuestiones que sólo ponen trabas a la hora de que la mujer tenga acceso al mercado laboral.
Si hiciésemos un pequeño análisis histórico sobre la condición de la mujer en las distintas culturas, apreciaríamos, sin esforzarnos demasiado, que en aquellos lugares donde la Política ha desbancado a la Religión, la mujer ha alcanzado mayores cotas de igualdad. Fijémonos en la situación de la mujer en los países árabes. En los países islámicos el papel de la mujer está relegado a ser un ciudadano de segunda. La influencia de la religión en la vida pública en estos lugares es evidente. Y ya sabemos el lugar que se le da a la mujer en las distintas religiones.
No se trata sólo del Islam, también en el Cristianismo ( en sus diferentes ramificaciones: catolicismo, protestantismo, ortodoxos…) y en el Judaísmo.
La Biblia presenta a la mujer como una pecadora. La mujer es la culpable de los males de la humanidad. Ella incita al hombre, a Adán, a sublevarse contra Dios. De ahí la condición a la que es sometida.
Sólo cuando el poder político “se ve libre” del poder religioso es cuando la mujer empieza a alcanzar ciertas cotas de igualdad. Traslademos nuestra memoria a la época de la dictadura franquista en España. El nacional-catolicismo imperante en aquel periodo despoja a la mujer de cualquier atisbo de igualdad. Nuestras abuelas y nuestras madres, para aquellos que ya pasamos de los cincuenta, tenían que pedir permiso al marido para viajar solas o pedir un préstamo bancario, por citar algunos ejemplos. Ni que decir tiene si nos adentramos en terrenos más espinosos como puede ser la infidelidad conyugal, en el que al hombre se le perdonaba todo o casi todo y la mujer infiel era tratada más o menos como una prostituta.
Y todas estas leyes “avaladas” por el visto bueno de la Iglesia.
En aquellos países árabes donde el poder político se ha separado del religioso (Túnez, Turquía…), las mujeres empiezan a vislumbrar cierta luz de libertad e igualdad.
Cuanto más fuerte sea la influencia de la religión, o de los poderes religiosos, en la sociedad, peor lo tienen las mujeres. El burka se impone, el acceso a la educación se deniega, el camino al mundo laboral históricamente masculino se cierra… La situación de la mujer donde prevalece el fundamentalismo religioso nos retrotrae a un sistema medieval en pleno siglo XXI.
Volviendo a nuestro país, es verdad que siempre ha habido excepciones. Bastaría echar un vistazo a la Exposición “Luces de Mujer” que nuestro Ayuntamiento organiza desde hace ya tres ediciones para comprobar que también durante el franquismo había mujeres que se ganaron un lugar en una sociedad dominada por el hombre. Pero, como he dicho, se trata sólo de excepciones. La norma era que la mujer fuera “educada” para ser esposa y madre.
Cuando el 8 de marzo pasemos de la conmemoración a la celebración, ese día habrá desaparecido la delegación de la Igualdad, porque no tendrá objeto su mantenimiento. Entonces sí podremos reivindicar a ritmo de pasodoble la marcha tras una pancarta no reivindicativa. Mientras tanto, tendremos que seguir esforzándonos por hacer realidad las palabras del texto que conformamos todos.
La igualdad empieza por considerar a la mujer como persona. El distinguir en una charla, en un mitin, en un manifiesto…el masculino del femenino, no significa que el camino de la Igualdad esté extendido. Tampoco considerando la paridad en una lista electoral. Aprender a valorar a la mujer como persona es el único camino para conseguir la plena igualdad.
El ocho de marzo es un día para reivindicar, para sublevarse, para exigir, para demandar…No puede prevalecer el silencio y lo festivo por encima de lo anterior. No mientras sigan existiendo diferencias de trato.
Salud.












DIXIT | Jueves, 14 de Marzo de 2013 a las 16:12:18 horas
El "maestro pedófilo" posiblemente sería repudiado por sus compañeros y juzgado y encarcelado si así fuese la condena. Otra cosa distinta es que fuese "tapado y protegido" por sus compañeros, con lo cual sería detestable. ¿Es igual a lo que has querido explicar tú?. Mira la diferencia porque ahí es donde te equivocas.
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