Esperando al nuevo Papa
Tanto por lo insólito de su dimisión como por la importancia de la figura del Papa católico en el mundo y la cultura occidentales, la renuncia de Benedicto XVI ha copado y seguirá copando la atención de los medios de comunicación durante muchos días.
Desde el anuncio de su renuncia Benedicto XVI ha recibido numerosísimas muestras de admiración y de cariño, justificadas por su culta y bondadosa personalidad sin duda, pero no menos por la compasión y solidaridad que suscita un anciano que se reconoce ya sin fuerzas físicas ni morales para concluir a misión que se había propuesto de purificar algunas estructuras de la Iglesia.
Pero junto a las alabanzas no han faltado valoraciones negativas de su actividad como Papa. Bastantes creyentes han criticado la dureza con la que trató, desde su puesto de prefecto del Santo Oficio, a los llamados “teólogos de la liberación” que proponían una doctrina y moral cristianas más comprometidas con los pobres. Les prohibió enseñar y publicar sus ideas, les exigió su retractación pública e incluso los excomulgó. Le critican también no haber hecho nada por la dignificación del papel de las mujeres en la Iglesia Católica, apartadas siempre de todo puesto de responsabilidad y siempre reducidas al papel de servidoras, muy semejante a la práctica de la fe islámica tan ajena a nuestra cultura actual.
Pero si bastantes creyentes han criticado a Benedicto XVI por lo dicho anteriormente y por algunas cosas más relacionadas con la fe religiosa que profesan, también los no creyentes tienen derecho a criticar al Papa cuando pretende imponer la moral católica a los ciudadanos que libremente han optado por no sentirse ligados a ninguna organización religiosa.
Los dos últimos Papas, Juan Pablo II y Benedicto XVI, han menudeado sus visitas a España. Pero lo que podría haber sido una visita pastoral, un encuentro del Pastor Supremo con sus fieles, como ocurre cuando el Papa visita otros países, aquí se ha convertido casi siempre en una visita de apoyo a los obispos españoles en su lucha contra el gobierno (por supuesto socialista y laico) que promulgaba leyes a favor de los ciudadanos, pero que no sintonizaban con la moral religiosa. Ya sea por la ley del divorcio, por la legislación sobre el aborto o por la legalización de los matrimonios homosexuales, los obispos convocaban grandes manifestaciones, montadas por organizaciones católicas influyentes en el mundo de las finanzas y de la educación elitista, donde nunca faltaba la voz del papa o su presencia física para regañar al gobierno de España por no adecuarse en su tarea legislativa a la moral de la Iglesia Católica.
Por desgracia, siguiendo la política equivocada de querer apaciguar estas intromisiones inaceptables con beneficios económicos, los gobiernos no han conseguido más que dar alas a la intromisión de los obispos.
Ahora estamos a la espera de un nuevo Papa. ¿Qué tenemos derecho los españoles a esperar del mismo? Expongo algunas cosas que me parecen razonables.
Que ponga fin a los escándalos que se producen dentro de la Iglesia Católica por los abusos sexuales y los desarreglos financieros, lo que parece que Benedicto XVI no ha podido arreglar.
Que visite cuantas veces desee a los católicos españoles (aunque estas visitas siempre nos cuesten una pasta por el boato y la pompa que llevan consigo), pero que se preocupe sobre todo de los muchos cristianos que dedican su vida a los más desheredados “porque de ellos es el reino de los cielos”.
Que tenga con el gobierno español (del signo que sea) una buena relación para que el trabajo del gobierno por el bien de los ciudadanos y el interés de la Iglesia por los más humildes resulte fructífero. Y que acepte que en esta relación con el gobierno no debe tener privilegios sobre las demás confesiones religiosas.
Que acepte que España es un estado moderno aconfesional cuya moral laica se fundamenta en el respeto escrupuloso de los derechos humanos y cuyo gobierno debe legislar para todos, al mismo tiempo que respeta las creencias morales y religiosas de todos.
Amén.
Antonio Álvarez Martín

































¿y los fieles, donde están los fieles? | Sábado, 02 de Marzo de 2013 a las 17:38:51 horas
Todo es criticable siempre que se haga con respeto y la Iglesia Católica no está fuera de esas críticas. Quizás recarga las tintas en su órganos rectores y muy poco en sus fieles. Si se pasa usted por cualquier iglesia de las de nuestra Villa observará que a la hora de “santificar las fiestas” aquellos fieles que lo cumplen son mayoritariamente jubilados. Todo ello a pesar de que todos los años decenas de niños hacen su Primera Comunión y a partir de ahí su compromiso es santificar las fiestas todos los domingos y fiestas de guardar. Idéntica es la situación con los que están en las variadas hermandades. Si juntamos todo eso son varios miles, solo en nuestra villa. Las iglesias tendrían que estar llenas y sin embargo están casi vacías en horario de oficios. Y pasa lo mismo con partidos políticos y sindicatos, por ejemplo, con la salvedad que un partido político me va a gobernar la vida con sus leyes, aunque no lo haya votado, y la Iglesia no a pesar de las visitas. Claro a que lo mejor usted prefiere “cargar” contra la jerarquía, con la que no tiene contacto, que con esos fieles “infieles” porque uno de ellos puede ser su vecino, por ejemplo. Salud.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder