La Gargante Verde fue el destino de los senderistas
La Asociación Cultural Deportiva “En Ruta” realizaba el pasado fin de semana dos actividades, una de senderismo a los Llanos de Rabel y otra de barranquismo en el Cañón de la Garganta Verde. De este modo, se intentaba que una actividad de alto nivel se completara con otra de nivel medio para que ningún senderita pudiera quedarse fuera de las propuestas. Esta vez, "En Ruta" se fue hasta el Parque Natural de Grazalema a unos 3 kilómetros de Zahara de la Sierra, entre la Sierra del Pinar, la Sierra Zafalgar y el Embalse de Zahara.
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Los participantes, aunque con algunos problemillas, disfrutaron de la experiencia y en estas líneas os lo cuentan:
Salimos sobre las ocho de la mañana y tras desayunar en el cruce de Zahara de la Sierra nos dirigimos a la entrada de la Garganta Verde, el grupo participante para hacer barranquismo se bajó en este lugar, el segundo grupo, tras entregar el permiso en la caseta de información continuó 600 metros más adelante por carretera hasta la entrada de los Llanos de Rabel.
El primer grupo bajó hasta el claro donde nos esperaba los monitores especializados, tras explicarnos un poco el equipo que deberíamos utilizar nos dispusimos a colocarnos la indumentaria, poco después sobre las 11:00 horas comenzábamos el itinerario.
Cuando se trabaja cara al público siempre se debe estudiar las exigencias del grupo participante, la Empresa Zahara Catur contratada no estuvo al tanto de estas necesidades, colocarnos los equipos completos desde el principio del recorrido no fue lo más acertado, nos enfrentábamos a una bajada de casi 2,5 km. con los trajes de neoprenos puestos y con una temperatura de casi 24º cara al sol, “una verdadera locura”.
Otro grupo de chicos jóvenes se nos unió, en total éramos 14 participantes.
Tras pasar la cancela tomamos el sendero, pasando de largo algunos puntos de interés la Fuente del Pinar, el Mirador del Río Bocaleones, el Pozo de Retamalejo y el Chozo, estos puntos hacen atractivo el itinerario, pero por lo visto para los monitores contratados no eran importantes verlos, son escasamente 100 metros de recorrido y merecía la pena hacerlos, porque hubiésemos disfrutado de una bonita perspectiva de la Garganta Verde.
Éramos autómatas con los trajes puestos, no teníamos agilidad para movernos, durante el trayecto de bajada algunos iban quitándose cosas del equipo, chaqueta, monos a media cintura, el calor era insoportable, ya íbamos medio asfixiados.
La cuestión es que algunos lo pasaron realmente mal, hubiera sido mejor y como consejo para esta empresa que se dedican al turismo activo, que el equipo fuera en nuestras propias mochilas hasta que hubiésemos llegados a las pozas, al igual que las botellas de agua, las instrucciones de los monitores responsables fueron que deberíamos llevar el menor peso posible, y lo que quedó se metió en una bolsa que no era impermeable, nadie del grupo llevaba agua encima y cuando insistíamos en beber, siempre obteníamos la respuestas de “más adelante”, otro fallo que hay que solucionar. Como monitora responsable del grupo participante, es una locura deshidratarse y no reponer líquidos, este fallo puede costarle un disgusto a la empresa contratada.
Gracias a que nuestro compañero Juan José llevaba una de esas mochilas y los que nos retrasábamos en la bajada pudimos a duras penas tomar algo de líquido, otro fallo de la empresa, cada uno debe llevar su propio peso y no cargar a un solo participante con los enseres de los demás, éramos autosuficientes y podíamos llevar nuestras propias mochilas, el caso es que se quedaron en la furgoneta de la empresa contratada.
Desde los primeros momentos la vegetación cambia con respecto al tramo anterior y a orillas del camino se instala un tupido matorral, allí donde el suelo lo permite, destaca la presencia de la sabina fácilmente identificable por sus pequeñas bayas de color marrón oscuro, no faltan las retamas, matagallos, lentiscos o cornicabras, la especie arbórea más abundante es aquí el algarrobo, que actúa casi como rupícola viéndose obligado a crecer en las oquedades donde se acumula algo de suelo o entre las mismas fisuras de las rocas calizas.
El camino continuaba descendiendo hacia la Garganta Verde. Frente a nosotros veíamos las estribaciones de la Sierra de Zafalgar, al poco pasábamos bajo una cornisa formada en la pared que casi techa la vereda, y bien pudieran ser los techos de cavidades anteriormente hundidas. A partir de este lugar, el sendero se estrecha y bajábamos la ladera zigzagueando con rápidas pendientes, en estas paredes rocosas el matorral incluye las mismas especies que en zonas más altas pero se presentaba mucho más aclarado.
Después de una hora y media descendiendo, por fin llegamos al seno del Arroyo Bocaleones, aunque el monitor insistiera en que éste arroyo era el “Astillero”, bien equivocado estaba. Desde la Sierra del Pinar nace el arroyo del mismo nombre, a este se le une el Arroyo Ballestero a partir de las Lomas del Montón se convierte en el Arroyo Bocaleones atravesando todo el cañón hasta el Río Guadalete, “a ver si estudiamos un poco de cartografía, el Arroyo Astillero esta en los Montes de Propios de Jerez, justo en la Lomas del Puerto de los Lobos”.
“Gracias a Dios que llegamos”, un frescor inusitado nos invade, buscábamos sombra y algún chaco para refrescarnos, en los meses más calurosos del estío las diferencias térmicas entre la parte superior de la pared y la gruta puede superar los 10º. Las altas y verticales paredes proyectan sobre el cañón una permanente sombra que lo mantiene fresco y húmedo, si a esto añadimos, que aún en los meses de verano rezuma el agua por multitud de grietas y fisuras, comprenderemos cómo la vegetación que en estos lugares se desarrolla debe forzosamente contrastar con la que crecía sobre las paredes expuestas al sol.
Caminamos para dejarnos sorprender por el cañón, avanzábamos sobre enormes y pulidos cantos del lecho, entre grandes adelfas arborescentes que crecen en las orillas, pudimos admirar la majestuosidad de las paredes de la garganta, techada por la estrecha tira azul a la que se reducía el cielo visible desde allí.
El silencio se salpica de sonidos debidos a las aves que viven en las paredes del cañón, observando las laderas comprendemos a qué se debe el topónimo de Garganta Verde con que se conoce este paraje, ya que sin duda, obedece a la coloración que la vegetación siempre verde da a las paredes.
Apenas anduvimos 200 metros cuando hallamos en la pared izquierda del cañón, en la parte cóncava de un pequeño meandro, la sorprendente gruta conocida como Cueva de la Ermita o Ermita de la Garganta. Tiene forma de un cuarto de esfera y es de grandes proporciones, de color rosa, pero un rosa extraño que no tiene nada que ver con la carne, el verde es también irreal, un verde helecho, de alga, de acuarela, húmedo, submarino, con transparencias, al fondo observamos las estalagmitas y estalactitas formándose, toda la cueva tiene un extraño aire de víscera, de creación, de entrañas de la tierra, el suelo es de arena fina, pero entre las estalagmitas encontramos diminutas piletas donde el agua filtra gota a gota, es un agua purísima, lustral, a punto de solidificarse en cristal de roca.
Nos quedamos boquiabiertos, lo que sentíamos era indescriptible, disfrutábamos de una maravilla de la naturaleza, las gotas de agua caían, parecía que llovía dentro de la gruta, una sensación divina.
Poco tiempo nos dio el monitor encargado para disfrutar del lugar, aparte de que ni siquiera comentó nada sobre esta maravilla natural que estábamos pisando. El descanso del bocata fue de unos 15 minutos, aproximadamente, sin gana alguna de comer, pues unas horas antes habíamos desayunando, nos tuvimos que zampar lo que llevábamos porque a partir de aquí teníamos que meternos en agua, otro fallo, existen botes herméticos para trasladar comida u otras cosas.
A partir de aquí comienza propiamente el barranco, lo primero que te encuentras es el desfiladero de la Garganta y a continuación, después de unos metros el primer rappel. Una vez allí tuvimos que esperar nuestro turno, en ese momento había otro grupo que estaba bajando, la tensión de ambos monitores de las distintas empresas se hacía notar, una vez que bajaron todos, el monitor del otro grupo saludó cortésmente al nuestro, un detalle que le honra. Nuestra asociación siempre mantiene que "se debe compartir y nunca se debe competir, en este mundo cabemos todos".
Superamos el rappel sin dificultad, una vez abajo tuvimos que sortear una enorme piedra encajada en el desfiladero, el grupo joven nos superaba en agilidad, pero ya no había vuelta atrás. A continuación, caminamos sobre el seno un buen rato hasta la siguiente poza, cruzamos el agua a media cintura, íbamos sorteando durante el trayecto enormes rocas y alguna que otra poza pequeña. A veces, la vegetación nos permitía ver el cielo y las paredes verticales del cañón, las adelfas florecidas cubrían prácticamente toda la ruta.
El siguiente rappel era algo más difícil porque tenía "barriguita", algunos saltaron a la poza perfectamente, otros a trompicones y el resto tomaron el camino más fácil sorteando las enormes rocas, continuamos por el cañón entusiasmado preguntándonos qué era lo siguiente que nos íbamos a encontrar.
Roca, y roca, y más roca………. y más roca, roca, y roca.
Continuamos hasta el salto más grande, bueno a ver quién va primero a la poza. Algunos lo superamos con cosquillitas en el estómago, otros decidieron bajar con las cuerdas. Los saltos de los participantes se sucedían, un pobre sapo luchaba en las ondulaciones del agua por salvarse, le pusimos a salvo sobre una roca y se mantuvo expectante.
Al llegar a la zona más caudalosa repostábamos nuestras botellas en el manantial que brotaba del la pared del cañón, un agua pura y cristalina, continuábamos por el arroyo sorteando la maleza cuando de repente nos metimos en el último desfiladero de la garganta, sin tocar fondo lo cruzamos nadando hacia atrás impulsándonos con las manos sobre las paredes verticales, flotábamos mirando al cielo ¡Que maravilla!, pronto alcanzábamos el antiguo puente romano, denominado Puente de los Palominos.
Pocos metros después llegábamos al puente de hormigón que salva de las crecidas la vía pecuaria de Zahara de la Sierra a Benamahoma, una vez finalizada la ruta nos dispusimos a secarnos y a ponernos ropa limpia.
Una experiencia inolvidable, estábamos exhaustos tras siete horas de bajada por el cañón, pero nos sentíamos felices por la experiencia vivida. Tras secarnos, volvimos a Zahara de la Sierra para encontrarnos con el segundo grupo que nos esperaba y que habían realizado los Llanos de Rabel.
¡VOLVEREMOS!














































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