Calle Charco, con Antonio Franco
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DE FÁBULA
A la tendencia a la invención, a contar relatos imaginarios como si fueran verdaderos, se le denomina fabulación. Cuando más de uno maquina o conspira contra un tercero se dicen que están confabulando. No es de extrañar que tanto el vocablo fábula, confabular e infame tengan una misma raíz lingüística.
La confabulación puede parecer por tanto algo infame o indigno, perverso y ruin.
No es que pretenda mezclar en un cóctel indigesto todos estos conceptos. Posiblemente habré llegado a ellos motivado por la corriente de declaraciones, y su posterior análisis, de los acontecimientos políticos locales de los últimos días. Mi subconsciente, inconscientemente, me habrá jugado una mala pasada de sueños y pesadillas de historietas pasadas, de personajes que deambulan de acá para allá, de los que estaban allende de una línea ideológica y ahora se encuentran aquende de esa posición primitiva. El hecho es que he rescatado una ocurrente fabula de la hemeroteca de mis artículos por parecerme apropiada a este templado otoño que quiera imitar a nuestros eternos veranos.
“En aquella manada de lobos hambrientos (los lobos nunca sacian su apetito del todo) las cosas no marchaban bien desde hacia ya algún tiempo. Cuando aparece más de un macho dominante ya se sabe que el enfrentamiento y la división son inevitables. Esta vez el enfrentamiento físico se evitó, pero no así la división. La manada quedó repartida en dos grupos. Cada uno con su jefe, sus hembras y sus machos sumisos, esos que esperan también la ocasión para hacerse fuertes y formar así su propio clan o bien llegar a poseer la fuerza de su actual jefe y subir en el escalafón social.
Cada uno de los grandes “lupus” tenía sus propias ideas sobre las zonas de caza, el reparto y las rutas de emigración durante el invierno. El gran macho blanco opinaba que la comida en invierno, cuando escaseaba la carne, había que encontrarla en el norte, donde pocos llegan y, por lo tanto, las provisiones carniceras, aunque cortas, están a la disposición de unos pocos.
El otro macho, un lobo de pelaje oscuro con dos manchas blancas que le atravesaban la cabeza y le dibujaba una mueca que parecía que siempre estaba sonriendo, opinaba que en el sur la comida era más abundante. Es verdad que tendrían que competir con otras manadas, pero ellos eran numerosos y poderosos y no tendrían problemas a la hora de llenar sus insaciables estómagos. La diferencia de opiniones fue la excusa perfecta para romper el grupo.
Los lobos viejos cuentan la leyenda a los lobeznos en las noches de luna llena entre aullidos de desgarro. Los pequeños prometen no separarse nunca de sus hermanos de camada y los viejos lobos los miran con cara de resignación y de incredulidad. Son demasiadas generaciones las que siempre han prometido lo mismo después de escuchar la misma historia repetida.
Y como toda fábula lleva su moraleja, naturalmente ésta no podía ser menos: Auuu…
ANTONIO FRANCO GARCIA












? | Viernes, 26 de Octubre de 2012 a las 00:11:46 horas
es cosa mia o solo izquierda unida y upyd no han dicho nada sobre lorenzo?, los perrosflautas y los fachasflautas. whajwhaj...
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