Balsa Cirrito
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MÁS COPAS
Supongo que tiene que ver con algún fundamento religioso que reside en lo más profundo de nuestra psique (si piensan que he comenzado con mucha pedantería, he de darles la razón). Algo así como que las penitencias llevan aparejado un premio. Igual que si salimos de capirote en el Nazareno pensamos que Dios nos va a otorgar lo que le pedimos. En fin, parece una creencia general que la mortificación trae beneficios.
Cuando estaba en el instituto y luego en la facultad, tuve algunos problemas por este motivo. Los estudiantes – y es algo que siempre ha sido así – son los primeros y más fervientes manifestantes o combatientes de cualquier causa. Por supuesto, he olvidado los motivos, pero tanto en el instituto como en la universidad, anduve metido en alguno de esos procesos reivindicativos tan frecuentes en el mundo estudiantil. Desde luego, no tengo ni idea de qué reivindicábamos, pero sí recuerdo que mis compañeros solían proponer acciones como huelgas de hambre, encadenamientos o encierros. Había quien se cabreaba conmigo (para ser exacto, muchos se cabreaban conmigo) porque yo proponía alternativas como el picnic protesta o la cervezada reivindicativa (nunca me atreví a plantear en una asamblea mi idea preferida: la orgia estudiantil compulsiva). Solían decirme (más bien recriminarme) que mis propuestas no eran serias (claro que no) y, desde luego, resultaban inaceptables para lograr los objetivos, por más que los objetivos casi nunca estuvieran claros.
Este preámbulo demasiado largo, algo vagoroso y muy empedrado de incisos, me sirve para subrayar el hecho de que creemos siempre que la mortificación nos va a hacer bien. Que machacarnos nos va a poner musculosos. Que privándonos tendremos mejor figura.
Para arreglar la presente crisis (por cierto, cuando algo dura tanto deja de ser crisis y se convierte en el estado natural de las cosas) no oigo más que ideas de sacrificio. Recortes, moderación, control, restricciones y miseria empaquetada. ¿No será la solución precisamente la contraria? Es decir, ¿no deberíamos, tal vez, pulirnos lo que tenemos, lo que no tenemos y lo que no vamos a tener? En vez de ahorrar, ¿no tendríamos que gastar todos como Parises Hiltons? Después de todo, es lo que llevan haciendo los americanos desde hace más de sesenta años, y tampoco les van tan mal.
Recuerdo una escena de una película que vi cuando niño en la tele. El protagonista era Spencer Tracy, que hacía de empresario poco escrupuloso. Spencer Tracy, al principio de la historia, se arruinaba con su pequeña tienda, y antes de meterle fuego a su local (para cobrar el seguro), le dice a un amigo: “He descubierto el secreto de los negocios: nunca debas poco dinero. Para salir adelante, tienes que deber mucho. Las deudas tienen que ser muy grandes, así nadie se atreverá a ir contra ti”. Pues eso, vamos a hacer que nuestras deudas sean enormes, colosales, megalíticas. Que los demás vean que si caemos, caemos todos.
Y ponme otro cubata. Mejor dos. El primero de Bombay Sapphire, que sale más cara. Y el segundo de Rives, que es de la tierra. ¿He dicho dos? Quise decir tres… ¿Tres…? ¿Cuántos llevo…? Da igual. Otro. De Larios…












ROTEÑO | Sábado, 18 de Agosto de 2012 a las 18:23:11 horas
Parece que te gusta regodearte con la desgracia de los demás. Esta vez le ha tocado a los parados, los miles de ciudadanos que no pueden pagar su hipoteca… ¿Qué pensarán los mas de tres mi parados que hay en Rota de tu artículo?. ¿Qué pensará el último desahuciado por no poder pagar su hipoteca?. Cuando pase el verano te das un paseo con el estonio, entonces se lo creerá.
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