TURISTAS ACCIDENTALES


 
  

Echa uno de menos las diatribas contra los inmigrantes de hace pocos años. Aquella frecuente indignación de honestos ciudadanos que culpaban a los trabajadores extranjeros del paro (del poco paro que había entonces), de la inseguridad (en nuestro país, que tenía – y tiene – un bajísimo índice de delincuencia) y de la saturación de la Seguridad Social (Seguridad Social de los tiempos en que no había recortes y que no resulta aventurado considerar mejor que la presente). Echo de menos las diatribas, pero juraría que con los inmigrantes estábamos mejor. Que cuando nos sentíamos invadidos soplaba un aire más favorable.

Y tenemos más cosas que añorar: ¿qué me dicen de las señoras que se quejaban de su criada ecuatoriana? Todo un clásico. ¿O de aquellos que se lamentaban porque estos machu pichus tan enanitos llegados de los Andes nos iban a bajar la media de estatura del país? Nuestro ejército, decían algunos, va a parecer el de los boy scouts. ¿Y qué de los que temían que nos convertiríamos en una república islámica? ¿Ubi sunt?

Y hemos perdido otras ventajas. Por ejemplo, cuando veíamos a una caribeña algo achocolatada por la calle, le podíamos mirar el trasero o el escote sin mucho miramiento porque, al fin y al cabo y como todo el mundo sabe, a las titis colombianas o de la República Dominicana les encanta que los españoles les miremos el culo, y con ellas no hay que tener tantos reparos como con el producto nacional. Pero lo peor, lo más triste, es que los españoles ya no vamos por la calle como quien acaba de comprarse un Ferrari. Ah, qué tiempos aquellos en que podíamos sentirnos superiores a toda esa horda indocumentada que nos invadía, a esos moroecuatorumanos vestidos con sudaderas Nike de imitación. Los sudacas, inferiores. Los moros, ni te cuento. Y a los negros casi ni los veíamos.
¡Qué tiempos!

Lo malo… Lo malo es que ahora son los españoles los que están empezando a emigrar, y supongo que ahora van ser las españolas a las que les van a mirar el culo o el escote (que, dicho sea de paso, tanto uno como otro suelen ser de gran calidad). Bien es cierto que, de momento y como a chulos no nos gana nadie, la mayoría de los españoles que emigra no son exactamente unos indocumentados, sino licenciados en ingeniería, medicina, arquitectura o diplomados en enfermería (lo de arquitectura lo entiendo: en España no parece que se vayan a construir muchas viviendas en los próximos cincuenta años). Pero no nos impacientemos, ya irá desfilando el resto.

Es posible que alguno de ustedes recuerde la letra de una vieja canción de Carlos Cano, popular hace unos años. Me refiero a La murga de los currelantes. Sus dos últimos versos eran:

Seguramente ahora tendríamos que pedir no sólo que vuelvan los emigrantes, sino también los inmigrantes. Me da un no sé que traerían precisamente esa prosperidad de la que habla la copla. (Y volveríamos a mirar traseros y escotes con descaro). Que vuelvan.