Canto a la desesperanza
Cada mañana cuando despertamos, cuando debiera ser el momento en que la fuerza reparadora del sueño nos proporcionase el mejor momento del día en cuanto al esplendor físico, nos levantamos con la pesadumbre de lo que nos acontecerá esta jornada. Si se te ocurre conectar algún aparato que nos informe, las noticias acompañarán y agudizarán el desánimo que es inevitable que padezcamos. Ya no sabemos si es bueno que la bolsa suba o baje, si se elige uno u otro político, si llueva, haga viento, frío o calor, si nuestra familia real salta a las primeras páginas por caulquier motivo desafortunado, incluso si los deportes ofrecen noticias que más o menos nos agraden: resulta que todo se confabula para explicar que las cosas se pongan cada vez peor y que no haya nada que nos ofrezca un rayito de esperanza entre tantos nubarrones.
Así que, esa es nuestra inevitable y amarga rutina, la que nos aplana, la que nos resta todo tipo de ilusiones, la que poco a poco nos gasta, nos consume. Lo peor que nos puede pasar es que, perdida la esperanza, nos dejemos caer en el desánimo. No sobran motivos para lo contrario. Quizá lo que a uno se le pueda ocurrir es dejar pasar el tiempo y ver si dentro de unos meses o unos años esto toma otro cariz. Puede que sea la recomendación que se nos deja leer entre líneas. No hay solución y como no se puede hacer otra cosa pues habrá que aguantarse y mientras tanto...¡Ese es el problema! ¿Qué hacemos para pasar ese “mientras tanto”?
Nuestra familia tiene que alimentarse, tiene que tener un lugar digno donde vivir, tiene que tener acceso a un sistema sanitario que lo proteja en la enfermedad, tiene que tener acceso a una educación que le proporcione el desarrollo humano y formativo que la sociedad le exige, tiene que tener una atención a los necesitados, que por edad, por enfermedad, o por incapacidad no sean capaces de valerse por si mismos, tiene que tener capacidad para conseguir los recursos suficientes para vestirse, para calentarse en invierno, para pagar los desplazamientos imprescindibles si su trabajo (privilegiados quienes lo mantengan) o sus estudios así lo precisen, y para tantas otras cosas vitales. No se me ha ocurrido citar nada que pueda parecer superfluo, si bien el ocio debería ser contemplado pues esta vida no ha de ser “el valle de lágrimas” que nos decía la oración; pero eso no me he atrevido a citarlo. ¿Es injusto que “mientras tanto” se nos pueda garantizar esos mínimos? Pues eso es lo último, lo que nos están quitando ya.
Esta carta quisiera terminar con un canto a la esperanza, pero no quiere ser un canto a la mentira. ¿No creen que a cualquiera le encantaría dar un empujoncito a la suerte para que le diera a esto un cambio? Desgraciadamente no creo en la suerte, pero sería capaz de creer en quien fuera capaz de darle una solución a esto: de lo que estoy seguro es que quienes están sufriendo esta pesadilla no se lo merecen.
Manuel García Mata

































Juan Manuel | Viernes, 20 de Abril de 2012 a las 23:10:57 horas
Manuel, como siempre una buena opinión. Este gobierno del Partido Popular que no presentó ningún prográma, los ciudadanos y ciudadanas, a los que respeto, le dieron un libro en blanco para que empezaran a desmantelar el estado del bienestar. Dicen que lo peor está por llegar, esperemos acontecimientos, mientras nos queda la protesta y el descontento con este gobierno que gobierna por decreto como la última reforma laboral, que tanto ha perjudicado a la clase trabajadora. El nuevo impuesto a los medicamentos, recorte en educación. Pero a las grandes fortunas ni tocarles, para qué. Salud Manuel.
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