Contra el Perroflautismo
Perroflautismo elle
por Balsa Cirrito
Uno de los campos favoritos del perroflautismo es el del lenguaje inclusivo. El lenguaje inclusivo es una gilipollez de tarados que solo se le ha podido ocurrir a frikis ignorantes de la realidad lingüística que, además, suelen andar onnubilados por la ristra de canutos que se han fumado después de haberse dado un golpe en la cabeza por conducir bajo los efectos del alcohol el mismo día en que un psiquiatra los declaró paranoicos sin remedio. Dicho sea, por supuesto, desde el respeto y la tolerancia.
Pero hagamos acopio. Esto del lenguaje inclusivo se inventó en EEUU, país donde, por si no lo saben, que puede que no, hablan inglés. El inglés, es un idioma que prácticamente no tiene marca de género, por lo cual la inclusividad resulta más fácil y menos chorra. Pero el español, como el portugués, el francés o el italiano, es un idioma de género marcado, que, además, exige concordancia, con lo que el lenguaje inclusivo, amén de absurdo, es complicado.
Y todo parte de un error, el de la palabra género. Género no es igual a sexo. De hecho, género no tiene – específicamente - nada que ver con el sexo. La palabra albóndiga es femenina, pero las albóndigas no tienen potorrisqui. La palabra sillón es masculina, pero los sillones – fíjense qué cosa – carecen de pito y no le miran el culo a las albóndigas (si es que se lo ven, que no sé yo). Con lo cual el lío está formado.
Con ello quiero decir que la lengua no es un catálogo de preferencias sexuales. El elle no es ya estúpido, sino aberrante. Al idioma – por decirlo con las palabras de aquel famoso diálogo censurado de la película Espartaco – le da igual si a una persona le gusta comer ostras o caracoles. La gramática es otra cosa.
Pero, además, el lenguaje inclusivo ignora una de las máximas de todos los idiomas: la economía del lenguaje. Estoy seguro de que la mismísima Irene Montero, cuando llega la hora de duchar a su descendencia, no dice: “niños, niñas, niñes, a la ducha”, sino que suelta un sencillo: “niños a ducharse”. El lenguaje inclusivo suele aparejar la repetición del concepto, con lo cual se convierte en un instrumento inadecuado. Imaginemos un incendio. Nos acabamos de dar cuenta de él. Las llamas crecen y gritamos: “¡Que vengan los bomberos!” Nadie dice: “¡Que vengan los bomberos, las bomberas y los bomberes!”. Pues multipliquen esto por todas las situaciones de la vida.
Imaginemos más cosas. Imaginemos que en el año 2025 se impone absolutamente el lenguaje inclusivo. Ese mismo día habríamos asesinado a toda nuestra literatura anterior. Desde el Cantar del Mío Cid hasta Pérez Reverte, pasando por La Celestina, Cervantes o Pérez Galdós. Habríamos perdido nuestra esencia cultural, porque todo el legado que nos dejaron nuestros antepasados se habría convertido en ilegible para la mayor parte de las personas (y personos, persones).
(Me vengo arriba) Y a la postre, ¿para qué? ¿Qué ganan las mujeres con esto? ¿Qué mejora supone para sus vidas, salvo la de tocar los cojones (sí, los cojones) a gran parte de los hombres y a muchas mujeres (a estas últimas, ciertamente, les tocan otra cosa)? ¿No parece una pataleta infantil?
Y lo peor de todo es que nos quieren vender esto como, ¿progresismo? Igual no se enteran, pero la mayoría de las dictaduras tienen como una de sus misiones la de tratar de dominar el idioma. Desde Robespierre hasta Stalin; desde Franco hasta el tonto de Hugo Chavez; desde Hitler hasta Putin. Putin ha prohibido en Rusia la palabra “guerra” referida a Ucrania, y quien la utiliza en los medios de comunicación es sancionado. Deben decir “operación especial”. ¿Morirán menos jóvenes rusos en una operación especial que en la guerra?
Pues eso.


































EEVX | Lunes, 19 de Junio de 2023 a las 09:03:59 horas
Que estilazo de artículo, insultando... se autodefine usted mismo
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