Balsa Cirrito
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LOS PALETOS NUNCA SE EQUIVOCAN
Lo bueno de ser paleto es que siempre vas a encontrar hermanos de sangre que te apoyen y que, a poco que te descuides, van a llegar más lejos todavía en la ideología paletista. Se acaba de conocer la sentencia del Tribunal Constitucional por la que se exige que el castellano sea lengua vehicular en Cataluña (para entendernos, una lengua en la que se imparten contenidos en los colegios e institutos). Por supuesto, la bancada cateta ha saltado de sus asientos. Se han puesto el cuchillo en la boca y se han envuelto en la bandera de las cuatro barras (lo cortés no quita lo valiente: es la bandera más chula de España). Prometen sangre y pan amb tomaquet.
En Andalucía, en muchos centros docentes (por ejemplo, en el que yo trabajo), tenemos el inglés de lengua vehicular en los programas bilingües. Imagino que en Cataluña también. Cuesta trabajo creer que se puedan impartir clases en inglés con naturalidad y que tengamos un pollo por hacerlo en castellano (o castellá).
¿Para qué sirven las lenguas? Obviamente, para comunicarse. Y la capacidad de comunicación de una lengua mide por el número de personas con las que nos podamos entender con ella. Así de sencillo. El hecho de señalarlo ya parece ridículo. Sin embargo, a menudo, con estas disputas tan paletas, tenemos la sensación de que un idioma es como un yacimiento de petróleo o una buena cosecha de trigo, algo de lo que el imperialismo centralista se quiere apoderar.
Pero lo peor es que en este asunto de las lenguas, y van ya unos pocos, han vuelto a ponerse en ridículo las fuerzas supuestamente progresistas de Cataluña. IU y el PSC (que cada día me parece que representa menos al PSOE, y Rodríguez Ibarra estará de acuerdo conmigo), al igual que los paletos mayores del reino, léase Esquerra Republicana de Catalunya, se han indignado pomposamente con la sentencia. Alguien debería explicarle a los del PSC y a los de IU que el nacionalismo no es de Izquierda. Que apoyar secesionismos no es de izquierda. Que la izquierda es, por definición, internacionalista. Que su postura obedece en realidad a la ideología de la derecha más primitiva e insolidaria.
(En fin, estoy tomando un tono de sermón evangelista que ni el reverendo Swaggart. Trataremos de evitarlo.)
Pero, da igual, de cualquier modo se trata de una causa perdida. Todos los pueblos funcionan con el mismo e infantil estímulo: “Nos roban”, “Vienen de fuera a quitarnos lo nuestro”, “Los forasteros”, “Lo nuestro, lo nuestro, lo nuestro”. (En realidad quieren decir lo mío). Incluso puede que este artículo sea un ejemplo de ese defecto desde una perspectiva contraria. En Rota, por cierto, contemplamos con mucha frecuencia este resorte.
Cuando dentro de doscientos o trescientos años casi nadie hable el castellano en Cataluña, y cuando los catalanes comprueben que su otro idioma, el catalán, tiene la proyección y el valor internacional del serbocroata, los catalanes del futuro lamentarán las sandeces de los catalanes del presente. Pero, eso sí, para entonces será demasiado tarde.












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