Manuel Laynez de los Santos no es un rociero al uso. No hace el camino, no tiene caballo, no lleva zahones, ni viene de familia rociera. A él, su devoción hacia Nuestra Señora del Rocío le llegó hace 15 años y fue una llamada tan potente que asegura que seguirla  le devolvió la vida. Por eso, su pregón ha estado plagado de alusiones al sentimiento personal que cada rociero tiene y que no debe ser cuestionado por ajenos. Ser rociero es  un modo de vida que no se ciñe a 9 días  de romería. En su caso, decía ante una parroquia de Nuestra Señora del Carmen muy concurrida,  ser rociero es tener siempre presente en su día a día a la Blanca Paloma. Su Rocío está en sus actos y palabras porque la verdad del Rocío "ni se explica ni se ve, solo se siente", decía el pregonero. Y lleno de sentimiento ha estado el XLII Pregón que ha pronunciado tras dos años de espera por culpa de una pandemia que obligó a paralizar el mundo.

Este cofrade, devoto de Jesús Cautivo y hombre sencillo, se ha mostrado ante el público sin aspavientos, sin cantinela pregonera, lo ha hecho fiel a su personalidad, calmado y convencido de su verdad, su Rocío y su fe.

Agradecido a todos los que esta noche le han acompañado en una cita tan especial, tenía especiales palabras hacia el grupo de sevillanas roteño Braynes, que se ha encargado de la parte musical reforzando con sus letras cantadas las partes del pregón que el pregonero iba desgranando. Palabras de amor también hacia su mujer Ana María, su hermana Montemayor, sus hijos, familia  y amigos pero sobre todo, a Ella, la que lo guía cada día y la que hace que cada rociero, a su forma, la siga y la viva con una intensidad ajena a los que no entienden este sentimiento.

En pocos días, la carreta blanca de Rota tomará rumbo a la aldea almonteña y con ella, muchos roteños que anhelan el reencuentro en una romería llena de algarabía. Sin embargo para él, que también vive esa parte del Rocío, su encuentro real es más personal, íntimo y alejado de la multitud. Como muestra, recreó desde su atril una solitaria tarde de febrero en la ermita ante Ella donde el pregonero mostró su  fe inmensa hasta llegar a pensar "que solo ante su bello rostro, una tarde febrero, creía que estaba en el mismo cielo" porque es lejos del gentío donde el pregonero reafirma su fe en la Madre de Dios.

Un año lleva esperando volver a verla y vivir la intensidad del salto de la reja o el lunes de Pentecostés, momentos que son inexplicables y que en su pregón, Manuel Laynez, ha querido compartir a base de metáforas, versos y prosa.

El pregonero abrió el abanico del sentimiento rociero al que se hace en el camino, el que comparte con amigos o el que se vive desde una plegaria. Para él, todas las formas son válidas porque no hay que perder de vista lo importante, decía en su pregón como buen cofrade, y es que al margen de como cada uno viva o exprese esa fe, debe primar la mirada hacia el Pastorcillo Divino que la virgen lleva en sus brazos porque él, aseguraba, es el camino a seguir. Si le preguntan a Manuel Laynez de los Santos qué es el Rocío, su respuesta la tiene clara, "Rocío es el camino que nos lleva de la mano de la virgen hasta Dios".

Y en estos días de espera, cuando la carreta se adecenta, los preparativos se intensifican y la llegada de Pentecostés se acerca, el pregonero tira de gloria y asume con fe que llega el tiempo de renovar su compromiso con Ella.

Manuel Laynez de los Santos, que fue presentado por sus hijos Manuel y Marta, como buen hijo, hermano, esposo, padre cariñoso, amigo y cofrade, mostró su lado más personal, su Rocío más íntimo y su devoción rociera hacia una Blanca Paloma que es guía, santo y seña en su vida.

Fiel a su estilo, pregonó desde la sencillez, la humildad y el convencimiento de quien tiene por bandera la fe rociera.