A la izquierda de antes se la acusaba de muchas cosas, pero nunca, que yo recuerde, se la acusaba de tontorrona. Por un lado estaba el PCE (luego IU), partido de gente grave y austera, gente que vestía sin elegancia, pero que presentaba un aspecto enternecedor de honradez (honradez que, encima, solía ser auténtica). Por su parte los socialistas, eran sobre todo pragmáticos. Su programa venía a ser la famosa frase de Felipe González: “gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones”. O sea, trataremos de avanzar y luego veremos cómo, sin que la ideología me impida obtener un buen resultado.

Sin embargo, la llegada de Podemos impulsó una nueva corriente en la izquierda: el niñatismo. La gilipollez como medio de expresión artística. La verdad es que resulta difícil de aceptar esa necesidad constante de hacer el ridículo. Pienso en Podemos en el Parlamento y me saltan estampas del infinito número de veces que han hecho el carajote (el día que Pablo Iglesias se dio un pico con otro diputado, el día que doña Carolina trajo a un bebé mamón al hemiciclo, cada vez que habla Echenique…). Todo esto culmina con la denominación que le aplican a su nueva formación: Unidas Podemos. ¿Qué se le puede  decir a quienes diseñan para su partido un nombre gramaticalmente disparatado? ¿Barachuru? Martiplasti? ¿Cacafú? Por supuesto, todo esto proviene del dicho niñatismo de Podemos, un niñatismo que les lleva a querer epatar sin talento para hacerlo, pensando seguramente: “¡Qué guais somos!”, con el espíritu propio de quien se ha fumado un par de canutos. Me recuerdan a uno de esos grupos musicales juveniles que alcanzan un gran éxito y comienzan a comportarse como primadonas, haciendo de la extravagancia y la insensatez su distintivo particular.

En el otro lado, por la derecha, tenemos un matiz diferente. De Podemos me río; VOX me da miedo. Cada vez que pienso en VOX. Con su populismo irracional, ese que entiende que para abrir una botella lo mejor es romper el gollete y beber tragándose los cristales, me entran escalofríos Freddy Kruger. VOX es como un grupo de orcos: siempre están cabreados. No tengo dudas de que Abascal y Hermann Tersch aparecerán en la próxima versión de  El señor de los anillos, y no será en el papel de Gandalf. Además – siempre lo digo – VOX es el partido más antiespañol del Parlamento. Solo hay que ver su actitud en el reciente discurso institucional de Pedro Sánchez el día en que Zelenski intervino en las Cortes Españolas. Si leo el programa de VOX me surge la idea de que no hay mejor manera de acabar con España y de provocar una guerra civil (quien no me crea que lo lea).

Y, ¿ quiero llegar a algún sitio con esta jeremiada? Pues, aunque no lo parezca, sí. Soy un forofo de la moderación y del centrismo. Suelo votar centro izquierda, pero me parece igual de necesario el centro derecha. A decir verdad, entiendo que lo mejor para un país es que gobierne un partido de centro izquierda durante 8 años (excepcionalmente, 12), y luego, durante un periodo similar, el centro derecha. Es como avanzan las naciones inteligentes (que ahora no parece haber muchas). Por supuesto, si miramos la trayectoria del PSOE o del PP, encontramos defectos como para llenar varios contenedores (de basura), pero, a la postre, los partidos que miran hacia el centro nos ofrecen más ventajas que inconvenientes.

            (El siguiente párrafo es conveniente leerlo en voz alta, si se puede, con voz cavernosa).

Observo Europa y me llega un viento extraño, como presagio de malos augurios y de catástrofes apocalípticas, y siento miedo (ya pueden leer con voz normal). En Italia y Francia, los dos países que más se nos parecen, han desaparecido el centro derecha y casi el centro izquierda, solo partidos extremos (en Francia, de hecho, el partido de Macron es considerado como de extremo centro). Vemos como el populismo se apodera de muchas naciones: Hungría, Polonia, Serbia, GB, EEUU… Por supuesto, no es lo que me gustaría para España. Fíjense no más en quienes apoyan y quienes son los amigos de Rusia. Por un lado, los amigos de Putin representan a lo más granado de la Extrema Derecha: Le Pen, Orban, Salvini, Berlusconi, Trump… Por otro, quienes se oponen a  que la OTAN ayude a Ucrania:  Melentchon, Podemos, Venezuela, Nicaragua, Cuba…

Vamos, que ahí lo tienen: Dios los crea y Putin los junta.