"Ciencia más allá del Coronavirus"
¡Dios ha Muerto! ¿o no?
por Daniel de los Reyes Helices
¡Dios ha muerto! O al menos esa fue la sentencia defendida por el filósofo alemán cuyo nombre se vanagloria de las dificultades que plantea a la hora de ser deletreado, Don Friedrich Nietzsche. Sentencia un tanto osada si se me permite el comentario, fruto y consecuencia del apogeo del ateísmo en los círculos cercanos del que fuera y es uno de los más famosos bigotes de la historia. Y es que, según nuestro sensible Friedrich, la ciencia había alcanzado ya para aquel entonces (estamos hablando del siglo XIX) los avances necesarios como para desplazar la idea de Dios como piedra angular de nuestras vidas. Dos siglos y pico más tarde la ciencia ha logrado sólidas teorías sobre el origen de la especie humana y el universo, hemos jugado a ser Dios, toqueteando los entresijos de la genética, hemos forcejeado con los límites de la naturaleza creando filetes de la nada o manipulando mentes ajenas, hemos hecho todo eso y mucho más pero, ¿Hemos realmente obtenido prueba alguna en contra de la existencia del todopoderoso?
En un estudio de 2009 se logró, mediante estimulación electromagnética transcraneal (colocando un casco con bobinas en la cabeza del individuo para estimular el cerebro a través del cráneo), estimular el lóbulo temporal derecho de más de mil sujetos, creándose en ellos la sensación de la presencia de seres espirituales como Elías, Jesús, la Virgen María, Mahoma y el espíritu del cielo dependiendo del trasfondo cultural de los sujetos en cuestión. En algunas personas agnósticas, por ejemplo, se generaban historias de abducción por alienígenas.
Siguiendo en esta línea, podríamos comentar el síndrome de Gastaut-Geschwind, llamado también “personalidad del lóbulo temporal”, que ocurre en enfermos de epilepsia localizada en dicha región, es decir, personas cuyo lóbulo temporal se ve sobrestimulado de forma patológica. Este tipo de síndrome se caracteriza por conversiones religiosas súbitas, hiper-religiosidad, hiper-moralismo, hipo-sexualidad, hiper-grafía (tendencia a escribir profuamente), preocupaciones filosóficas exageradas, etc.
¿Qué nos quiere decir esto? ¿No nos estará indicando que los líderes religiosos que hemos seguido hasta ahora, tanto los originales Jesucristo o Mahoma, como otros santos o profetas, han padecido algún tipo de evento epiléptico? ¿Acaso hemos estado todo este tiempo rindiendo vasallaje al Dios de otro?
Pero la cosa no acaba aquí, según el neurólogo español Francisco José Rubia en su libro la "Conexión Divina", el éxtasis religioso puede ser alcanzado mediante tres vías. 1) Mediante los ejercicios ascéticos, como la soledad, el ayuno, la meditación o la castidad; 2) Mediante actividades excitantes como la danza, el canto y la oración; y 3) Mediante la embriaguez y toma de sustancias tóxicas como el DMT, Peyote… Vías que recuerdan cierto paralelismo con las prácticas religiosas de cualquiera de las religiones habidas y por haber.
Por otra parte, querido agnóstico lector, siento decepcionarle, ya que este artículo no sirve más que para refutar las doctrinas que las diferentes religiones se han encargado de promulgar a los cuatro vientos frente a nuestras narices a lo largo de toda la historia, utilizando quizás el mejor de los escondites para ocultar el más oscuro de sus secretos, sencillamente exponiéndolo a simple vista.
Según la filosofía hindú, atman, el alma individual, es equiparable al brahman, el alma universal o divina, en otras palabras, que el ser humano es divino precisamente por tener alma. La biblia proclama “¿O no sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (Corintios 3/16). Desde el antiguo imperio Romano nos llegan los ecos de una cita de Ovidio “Dios está en nosotros, nos abrasa cuando nos vivifica” (Fastos). Incluso en los albores de nuestra civilización, en la que fuera en su día la morada de Apolo, el templo de Delfos, a fuerza de Cincel y martillo se dictaminó la más rotunda de las máximas “γνωθι σεαυτόν” (conócete a ti mismo).
Así que sí, Dios sigue vivo, y sí, resucitó al tercer día; y sí, tiene la cara de un chacal; muchos brazos repartidos por el cuerpo; su color de piel es verde oliva; vive en el Olimpo; lanza rayos por su martillo; y por su puesto su género es no binario. Tú eres Dios, Dios está en ti (o en tu lóbulo temporal al menos) y que nadie te diga lo contrario, aunque sea el bueno de Friedrich.
NOTAS:
(1) Persinger, M.; Saroka, K.S.; Koren, S.A.; St-Pierre, L. The electromagnetic induction of Mystical and Altered States within the Laboratory. J. Conscious. Explor. Res. 2010, 1, 808–830.



































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