Diario del año del coronavirus
Ponerle cara
por Balsa Cirrito
A veces me sorprendo a mí mismo buscando en la prensa datos estadísticos sobre la COVID, y me sorprendo porque cuando leo que en Alemania han muerto ese día más personas que en España, o que Suecia en este momento tiene una mayor incidencia de la enfermedad que nuestro país, experimento un extraño alivio que no sé si considerarlo estúpido o miserablemente estúpido.
Pero es lo que tienen las estadísticas: los números siempre son fríos. En un año han fallecido más de tres millones de personas a causa de la epidemia. ¡Tres millones! No son muchas las guerras en las que muere tanta gente. Para que nos hagamos una idea, viene a ser el número de soldados alemanes que cayó durante toda la II Guerra Mundial, con su Stalingrado, su Normandía y su Alamein. ¿Cuántas películas hemos visto de tales picaderos de carne humana? Muchas. Sin duda, de las víctimas de la COVID veremos bastantes menos.
Es difícil ponerle cara a estos muertos. No son situaciones novelescas. Sencillamente, gente que entra en un hospital y gente que luego no sale.
Me he tropezado hoy con la cara de uno de los que se van. Con la cara y con el nombre. Se llamaba Rafael Gómez Nieto, y murió al principio de la pandemia. Rafael Gómez Nieto luchó en la Guerra Civil Española, interviniendo en algunas de sus mayores batallas. Dado que había combatido en el bando republicano, se exilió a Francia en el momento de la derrota. En el país vecino, se vio obligado a alistarse en la Legión Extranjera, y combatió con el ejército galo en el norte de África. Formó parte de la legendaria novena compañía de la división de Leclerc, conocida como La Nueve, formada casi íntegramente por soldados españoles. Con sus compañeros estuvo en el desembarco de Normandía, en la playa Utah. Rafael y sus camaradas ibéricos fueron los primeros que entraron en París. Y fueron los que capturaron al general Von Choltitz, el gobernador que defendía la capital francesa. Los soldados españoles de La Nueve llegaron a la par que los no menos legendarios americanos de la 101 aerotransportada (los de la serie Hermanos de Sangre) al refugio de Hitler en Obersalzberg, el Berghof. Acabada la contienda mundial, Rafael Gómez Nieto, como tantos otros españoles, creyó que el régimen de Franco caería, y mantuvo durante un tiempo las esperanzas de regresar a su tierra. Como aquello no sucedió, se quedó a vivir en Francia, donde se casó y tuvo hijos.
Al final, lo que no pudieron ni Hitler ni Franco lo logró el Coronavirus, y Rafael murió en un hospital francés a los 99 años. Tampoco es extraño, porque en alguna batalla – inevitablemente – todos hemos de caer. Pero me he topado navegando por internet con la historia de este superviviente y le he puesto cara a la COVID. Más de tres millones de caras.































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