Hay algo que se suele criticar a menudo y que, sin embargo, a mí me parece bueno; digo más, óptimo. Me refiero al cambio de chaqueta político. Por supuesto, excluyo casos sospechosos de otra cosa, como el famoso tamayazo, que tenía más pinta de supermercado del voto que de evolución doctrinaria, pero el hecho de que alguien cambie de partido y de ideas, entiendo que resulta extraordinariamente sano y recomendable.

Don Julio Anguita, que en paz descanse, era un hombre admirable en algunos aspectos, pero no precisamente en ese. Si leyéramos una entrevista suya de 1980 y otra de 2020, probablemente no sabríamos cuál es la 1980 y cuál la de 2020, porque su pensamiento se quedó inmóvil, como la infanta Margarita Teresa en Las Meninas, y no sufrió evolución alguna, igual que los cocodrilos, que se dice que siguen idénticos desde el Jurásico .

Hay quienes encuentran esto excelente. Yo no. El mundo cambia. Nosotros cambiamos. Y las ideas no pueden quedarse fijas como si las hubiéramos claveteado con chinchetas. Si me miro a mí mismo, cambio tanto de opinión que casi se puede decir que no tengo ninguna (bien es verdad que no me puedo presentar como ejemplo para nada). Por ello, esa frase tan común de “permaneció fiel a sus ideas durante toda su vida”, no creo que sea un elogio, sino todo lo contrario.

Últimamente le han dado mucha caña a Toni Cantó por este motivo. Ha sufrido infinidad de coñas por esta razón, cuando entiendo que habría que alabarle (es verdad que cuesta trabajo entender que nadie considere que Isabel Ayuso es la mejor opción para nada, porque Isabel Ayuso tiene plan, pero esa es otra historia). Cantó ha sido valiente, resuelto y creativo. Sobre todo me gusta lo último. Creativo. Casi siempre sabemos lo que va a decir un político antes de que hable. Me atrevería a decir que el éxito inicial de Pablo Iglesias obedecía a esa razón. Hablaba de una manera diferente, y decía cosas que nadie decía. Desde el momento en que comenzó a volverse predecible, comenzó su decadencia.

(Confieso que mis admiraciones políticas son más estéticas que ideológicas: soy fan de Felipe González porque es el mejor y más artístico orador español desde los tiempos de Castelar).

En fin, el preámbulo me ha salido demasiado largo, porque de lo que quería hablar era de las vacunas y de cómo va variando la percepción que tenemos de ellas en general, y de cada fórmula en particular. Hay quienes se espantan de lo inestables que son las sensaciones y dictámenes sobre las mismas. Pero podemos decir lo que decíamos sobre los políticos: la realidad es cambiante y hay que ir amoldándose a ella.

Me divierten sobre todo aquellas personas que gritan en las redes sociales (normalmente escribiendo con mayúsculas) y que suelen proponer soluciones simples y radicales para acabar con la pandemia. Acostumbran a quejarse con frases del tipo “hace un mes nos decían que esto y lo otro; ahora resulta que aquello no valía...” Nos ha fastidiado. ¿Creerán que la naturaleza se puede regular desde un ministerio? Observen el mundo y el agua del río: todo fluye.