Puede que haya en la sala algún lector más joven que conmigo recuerde las colas que se formaban para ir al baño en la Muralla. Aquel baño no autorizado, pero para todos instaurado junto a las escaleras que bajan hasta el Paseo del Rompidillo y donde solo acudían las chicas, pues por motivos obvios a los hombres les resultaba más fácil ir a la playa, se convirtió en uno de mis lugares favoritos de la botellona. En un respetuoso orden de cola, las mujeres aprovechábamos para hacer amigas en las largas esperas. Como todo el mundo sabe, cuando uno sale a tomar algo, una vez vas al baño, las ganas de volver aparecen cada escasos diez minutos.

Puede ser que conozcamos los efectos del alcohol, incluso aquellos por los que nos controlamos para no tomar más. Pero ¿se han preguntado alguna vez el por qué de que nos entren tantas ganas de acudir al baño? O ¿por qué nos entra sueño cuando nos pillamos alguna que otra borrachera? ¿Sabían que hay algunas poblaciones en Asia que no toleran el alcohol?

Todas estas curiosidades, de nuevo, tienen su explicación científica. Vayamos por partes. El alcohol es un compuesto depresor, diurético y desinfectante. ¿Pueden empezar a ver por dónde van los tiros?

En primer lugar, sabemos que el alcohol es un compuesto depresor del sistema nervioso. Esto se debe a que aumenta los efectos de un neurotransmisor inhibidor, GABA, y disminuye los de un neurotransmisor excitador, el glutamato. Esto quiere decir, que nuestra actividad cerebral se ve afectada de modo que nuestro cerebro funciona “más lentamente”. Somos menos capaces de pensar rápido, o de hablar con fluidez (aunque todos creamos que tenemos un perfecto inglés con algunas copas de más).

También conocemos que el alcohol es un compuesto diurético. ¿Qué significa esto? Se trata de una sustancia que inhibe la reabsorción de agua en nuestros riñones (debido a que inhibe la hormona vasopresina). De este modo, cuando vamos por el tercer ron cola, nuestro cuerpo es incapaz de reabsorber gran parte del agua, y es por ello que entre el cuarto y quinto cubata necesitas ir tres veces al baño.

¡Aún hay más! Es esta misma deshidratación, debido a la incapacidad para reabsorber agua por lo que al día siguiente tenemos ese terrible dolor de cabeza que tan solo un buen caldo (que reponga tanto el agua como los minerales que perdimos el día anterior) puede curar.

No obstante, el alcohol tiene sus cosas buenas. Además de ayudarte a bailar, a hablar con desconocidos o a declararte a quien no te atreverías sobrio, también podría salvarte la vida. Y es que, si alguna vez, y aunque no se me ocurre un motivo que no implique a la mafia rusa, sois intoxicados o envenenados con metanol (una molécula muy parecida al etanol) el antídoto a tomar no sería sino un buen vaso de whiskey. Esto se debería a que la maquinaria de nuestro cuerpo que procesa el metanol tiene más afinidad por el alcohol que por él. De este modo, al bebernos un buen chupito de Jagger estaríamos reduciendo la posibilidad de que la maquinaria que metaboliza el metanol, tope con él y no con el etanol.

Eso sí, si van a poner la excusa del envenenamiento con metanol para pillarse una cogorza, procuren asegurarse de no tener ascendencia asiática. Se ha visto que muchos no poseen la hormona que metaboliza el alcohol, y ya sabemos que a los rusos no les caen bien los que no toleran el vodka.