Si hace tiempo ya que un alumno tira tizas a un profesor y la única reacción social son las risas de sus compañeros; si hace tiempo la reacción social ante la denuncia de un hijo a un padre por una reprimenda es la condena judicial paterna y su escarnio público, algo avisaba aunque nadie atendiera que se estaban aproximando los fenómenos capaces de desencadenar unidos la tormenta social perfecta. La falta de respeto a todo lo respetable por un sector ya preocupante de la juventud, incluidas las fuerzas del orden: lanzamiento de objetos, insultos e indiferencia ante órdenes que no son arbitrarias sino el  medio que la misma sociedad pone a su disposición para preservar su seguridad.

Cuando el abandono proviene  de una escasez económica, tiene cierta justificación, pero cuando proviene de una escasez de interés por preservar los valores sociales, pone de manifiesto que hoy circulan dos peligros sin control por la ciudad.

Luis Cabaneiro Santomé