Tras cuarenta y cinco años de reales mensajes navideños, escuchados por el país con mayor o menor atención, no estaría mal que Su Majestad escuchara los mensajes que el país pudiera mandarle a él. Quid pro quo. Me voy a creer que esto va a ser posible y, para que nadie se me adelante, ahora mismo voy a escribir mi mensaje.

A Su Majestad Felipe VI:

Para empezar sería una imperdonable falta de educación por mi parte nombrarle la polémica monarquía-república, que sin duda es una cuestión muy importante, pero me da que no viene al caso ahora.

En cambio, sin ánimo alguno de posicionarme en ningún sentido, convendrá S.M. conmigo que los tiempos no son muy favorables para el prestigio de la institución que S.M. encabeza y que es la más alta representación de España. Su padre, el Rey Emérito, acumula tanto fregados que sería desilusionante que S.M. no hiciera referencia en su propio mensaje navideño a estos comportamientos tan vergonzantes y tan dañinos para la institución monárquica. Acusado de cobros de comisiones ilícitas, siendo propietario de cuentas millonarias en paraísos fiscales y no habiendo cumplido con sus obligaciones con Hacienda, tratando de lavar la imagen con una regularización aprisa y con posibles consecuencias legales, como conductas que más llaman la atención, le obliga a S.M. a definirse respecto al anterior Jefe del Estado.

Del Rey Emérito no perdería ni un segundo sobre su posible vuelta a España. Es un ciudadano español y tiene todo el derecho a vivir aquí. Eso no impide que los medios de comunicación puedan seguir aireando todas esas frases, extraídas de sus mensajes navideños, en los que la ejemplaridad y la igualdad de todas las personas españolas ante la ley eran ejes vertebrales, que son contradichas continuamente por sus actos y que nos recuerdan lo bien que hubiera venido aplicarse el cuento a sí mismo su frase de “¿Por qué no te callas?” que dedicó a Hugo Chávez, presidente de Venezuela.

Puesto a definirse, S.M. debería sentirse obligado a dar una clara respuesta a todos estos movimientos, protagonizados por miembros de las FFAA en la reserva, por su actitud antidemocrática y, sobre todo, por esa amenaza de acabar con la vida de veintiséis millones de españoles. No se entendería que obviara la respuesta.

Sería bueno también que S.M. aclarara también a ciertas personalidades de la política que la igualdad ante la ley no tiene excepción ninguna.

Y como no me gustaría que mi mensaje a S.M. fuese tan largo como los que S.M. trasmite, terminaré sugiriéndole un paso que le granjearía un completo reconocimiento a nivel nacional y mundial incluso. Renuncie S.M a ese privilegio que le otorga el Artículo 56.3 de la Constitución y exija que se suprima en la misma.

Me despido con todos los respetos, sin olvidar que todo cuanto ocurre en torno a la monarquía, siendo o no responsable S.M., se le asocia indefectiblemente.

Un ciudadano español.

Manuel García Mata