Querido Antonio:

Ya volaron siete años desde tu partida. Siempre me gustó este número: quizás porque nací en el mes siete, el día catorce (Dos veces siete). Ahora que todo se evoca echando mano del teléfono móvil me he entretenido en ahondar en las curiosidades del 7. Te podría contar toda la magia que esconde. ¡El 7 es la hostia! Nada mejor que un 7. Empezaré diciendo que estamos en el año 2020, nada raro si echas la cuenta. Una preciosidad de número, pero no veas lo cabrón que ha resultado. Al poco de nacer se descubrió un bicho (un virus, que aquí le llamamos COVID), que se ha encargado de dejar al planeta despatarrado. A estas alturas son ya más de 62 millones y medio de contagios y más de un millón cuatrocientas mil muertes. Un auténtico apocalipsis de consecuencias impensables y en esas estamos.

Nos ha trastornado la vida. Todo el mundo debe ir con mascarilla. Son numerosas las medidas restrictivas que se nos han impuesto, con toda lógica. Se acabó el contacto físico y campan a su libre albedrío la desesperación, el desencanto, la depresión y la ruina. Ya que si lo más grave es la pérdida de vidas humanas y las secuelas que perduran en muchos de los afectados, las consecuencias económicas son absolutamente devastadoras. Ahora usaré el tópico de que para ver esto mejor que te quedes donde estás.

¿Qué más contarte? Que la esperanza en la lucha se limita a los conflictos laborales; que Laura, nuestra querida Laura, sigue sufriendo con todos sus compañeros y compañeras la presión de la empresa, una nueva, peor aún que la que tú conociste. Años de lucha y ni estos que están ahora en el poder mueven un dedo por solucionarlo.

Las mujeres han tenido su auténtica revolución, eso sí que ha sido grande; pero me da que el sistema, como de costumbre, lo está digiriendo. Aún quedan esperanzas, pero pocas.

También ha sido bonito, y el Chico, nuestro Antonio Romero, ya lo iniciaba estando tú, la revolución de los pensionistas. Esta sí que aguanta, es muy duro, mucho tiempo, muchas concentraciones, cada vez menos numerosas, pero ahí nos tienes. ¡Triste mundo aquel en el que los viejos sean la esperanza de futuro!

Bueno, me da que no te doy más el coñazo. Te diré que tu chica sigue tan guapa como siempre, que sus amigos, el “Peque”, Lucía y Sergio no la han dejado de la mano, que están ahí. Tampoco la ha olvidado mi Lola, ¡Qué grande es! Ella sigue pendiente de Paty, mantienen el contacto y, sin saber de dónde lo puede sacar, pues su salud no es salud, es enfermedad más que otra cosa; pero con ese valor, con esa resiliencia tan admirable, sigue adelante sin olvidarse de los demás. Sin duda alguna, lo mejor que me ha pasado en la vida.

Compañero, como ves, esta ha sido distinta. Soy consciente de que puede que no valga un duro, pero tú me entiendes.

¡Hasta siempre, Comandante!

Manuel García Mata