"Siesta de pijama, Padrenuestro y orinal"
Así es como se manifestaba uno de los escritores más importantes de la literatura española del siglo XX, Camilo José Cela (1916-2002) Premio Nobel de Literatura en 1989, con respecto a la práctica y disfrute de esta conocida y reconocida costumbre española, y ya internacional, de la siesta. Con su sarcasmo habitual el novelista la ensalzaba diciendo que había que hacerla a diario y acompañada de dichos aditamentos, unas claras referencias sin duda a su duración e intensidad dadas las medidas precautorias que de toda índole tomaba. Física, por la prenda con la que la efectuaba. Religiosa, por el rezo cristiano con el que la acompañaba. Y fisiológica, por el previsor utensilio que ponía debajo de la cama, bien a la mano. En fin, eran otros tiempos, aunque no por ello nuestro hombre se cortó lo más mínimo, de hecho solía decir de ella que era “el yoga ibérico”, como lo lee.
“El yoga ibérico”. Una expresión que está bien dicha, aunque solo sea por ocurrente, pero lo cierto es que poco más hay de aprovechable en la siesta entendida al “modo Cela”, es más, del resto no hay nada bien. Para empezar y frente a lo que sostenía el escritor, la siesta sana debe ser sin pijama ni orinal por prescindibles, no olvidemos que desde el punto de vista científico esta actividad recuperadora no debe durar más de unos minutos. Dejo naturalmente a la elección de cada uno el asunto del rezo, eso sólo es una cuestión de creencia, en este caso respetable, por lo que nada que opinar al respecto. Así que una ‘cabezadita’ sí, pero lo de Cela no. La siesta mucho mejor sin pijama ni orinal, ya me entienden, aunque como él decía, dormir la siesta es todo un arte y ésa, fíjense, es una afirmación con la que casi puedo estar de acuerdo. Pero estarán conmigo que no todo el mundo tiene madera de artista, quiero decir, no todo el mundo tiene que valer para ello. Y para la suya, tengo para mí, que hay que tener casta y oficio, cualidades que no están al alcance de cualquiera, vamos que no se puede decir que sea una costumbre tan sanota. Pero él lo decía y Cela fue siempre mucho don Camilo, a las pruebas me remito.
La ‘dormida’ de Cela. Pudo ocurrir hacia 1978, cuando el escritor acudió al Congreso de los Diputados para participar en la constitución de la primera legislatura tras la Transición. Un acontecimiento histórico que sin embargo debió resultarle tedioso pues al parecer se quedó dormido en él, motivo por el que el presidente de la Cámara, Antonio Fontán, le echó en cara su comportamiento alertándole del mismo. Debió suceder más o menos así: - El senador Cela estaba dormido. - No, señor presidente, no estaba dormido sino durmiendo. - ¿Acaso no es lo mismo estar dormido que durmiendo? - En absoluto señor presidente, como no lo es estar jodido que jodiendo. Ya se lo dije, mucho don Camilo. A propósito del constituyente gerundio del verbo intransitivo joder, y en su acepción vulgar de hacer el amor, me viene a la memoria un suculento episodio ocurrido unos años antes en la malacitana localidad de Archidona. Trato de decirle que, tras lo expuesto, me dispongo a abrir un paréntesis de, digamos, exaltación patria.
Paréntesis de exaltación patria. En concreto fue el sucedido que tuvo lugar el 31 de octubre de 1971, protagonizado por una pareja de novios que estaban viendo en el cine del pueblo una película musical de moda en esa época. Bueno, además, la pareja estaba ocupada en otras tareas no se lo voy a ocultar, sobre todo ella dicho sea esto de paso, pero ni un paso más doy que hasta aquí puedo contarles por ahora del eyaculador (vaya por Dios se me escapó) y cinematográfico sucedido. Sin duda una simpática anécdota de los últimos y grises años del franquismo, una gesta diría yo, de cuya grandeza hay buenas pruebas. Empezando por el hecho de que la noticia diera la vuelta a España a lomos de la prensa y las lenguas anabolenas. Pasando por la ratificación que supone que el propio Cela se hiciera eco de la misma en una pequeña obra de poemas y dibujos, ‘La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona’. Algo bizarra ella, cierto es, pues en este caso el término cipote está entendido en su sexta y vulgar acepción del DEL, o sea la de “miembro viril”. Y acabando con la circunstancia de que la susodicha anécdota llegara al cine (‘La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona’, 1979) y, lejos de quedarse ahí la cosa, el director quisiera contar con el escritor para hacer un cameo en la misma, un deseo que para más inri se cumplió. Cierro aquí tan patriótico paréntesis y retomo el carácter internacional que tiene la siesta dejándolo en todo lo alto, perdón por el recurso alcista. Es decir que paso sin solución de continuidad del cipote netamente español, a la siesta entendida como fenómeno internacional.
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FUENTE: Enroque de ciencia
adolcros | Sábado, 24 de Octubre de 2020 a las 13:58:18 horas
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