Sr. nuevo alcalde / Sra. nueva alcaldesa:

    El motivo por el que le hago llegar este escrito no es otro que desearle en esta nueva legislatura: sabiduría, humildad y buena fe. Me gustaría dirigirme a usted por su nombre, ruego me disculpe pero aún no sé como se llama. Me consta que usted sabe quien soy, pues he recibido en mi buzón una carta “firmada” dirigida a mi persona y aunque he de admitir que al principio dudé, he decidido responder, no a las propuestas que presenta sino a la petición que hace de mi voto.
 
   Desafortunadamente para su causa y tras quince años ejerciendo mi derecho al voto, he decidido tomarme, digámoslo así, unas “vacaciones electorales” para descansar la mente y recuperar energías, por lo que en estas elecciones he decidido no votar a ningún partido. Estoy seguro que usted comprenderá que me encuentro cansado de ocupar mi tiempo en las conversaciones sobre política que se dan en bares, bodas y sobremesas; palabras que si no dan paso a una acción o al pensamiento que precede a la misma, son tan inútiles como el ticket de los “aparcacoches” que operan con su beneplácito y el de la institución a la que usted representa.

  En los próximos cuatro años voy a redirigir todas las energías que hubiese gastado en hablar sobre su trabajo hacia otro rumbo; mi propio crecimiento personal. Aprenderé a escribir correctamente, a tocar mejor el piano, a ser más exigente conmigo mismo y menos con los demás, a lidiar con la hipoteca de mi casa, a ser el marido que mi pareja merece y a reírle las gracias a ese niño travieso que vive y vivirá siempre en mí. Súmele a lo anteriormente mencionado cuarenta horas semanales de mi jornada laboral con sus doscientos sesenta kilómetros de desplazamiento, y sabiendo usted el precio actual del combustible así como los ridículos salarios que cobramos en este país los que no trabajamos para la administración pública; y estará de acuerdo conmigo en que ambos, usted y yo, tenemos por delante una titánica empresa.

  Por otro lado, quiero expresarle mi deseo de volver a votar una vez pasados estos cuatro años, pues tengo la esperanza de que la política española cambie. Sueño con una democracia en la que los partidos dediquen más tiempo a los intereses generales del país que a los del propio partido; con el día en el que los ciudadanos trascendamos el obsoleto concepto izquierda-derecha en la búsqueda de un bienestar cooperativo. Si la gente comprendiese que una mano viste a la otra.... Créame, ese día acudiría orgulloso a votar un proyecto.

  Por último y en agradecimiento por las buenas acciones que quiere usted hacer por mí y que describe en la carta que me envió, tenga a bien recibir por mi parte las siguientes palabras que he escrito para que le acompañen durante estos cuatro años. “La humildad es frágil como una hoja caduca, basta admitir ser humilde para dejar de serlo”.

                                                                                                              

                                                                                                      David Gasca Fuentes