Día a día (por Luis Cabaneiro Santomé)
Se levanta a las 9; unas mantas raídas separan su mundo cálido de ensueño de su fría realidad de obrero sin obra que levantar ni sueldo que ganar. Se dirige a asear su cuerpo consciente de la cada vez más creciente dificultad de asear su golpeada alma; el agua congelada lo avisa de que si el día de ayer no fue bueno, el de hoy no presagia mejor y lo deberá afrontar un día más viejo y un poco menos valiente.
Ya vestido desayuna ligero un café para abordar un día todavía más negro. Como si gasta en el periódico deberá renunciar al tentempié de mediodía, pasa las hojas en el kiosco por encima como quien decide entre el New York Times o el The Guardian, al final se va con una mirada agradecida por la buena fe del kiosquero, hombre curtido que hizo la mili en zapadores y sabe cuándo al de por la mañana no le cuadran las cuentas pero le cuadran todos los problemas, por eso le resuelve uno ya de buena mañana para que circule el licenciado más ligero el resto de la jornada.
Al mediodía llega después de dejar 20 currículums y oír 21 disparates pero aún así no perdona el chato y lo disfruta de arriba a abajo leyendo, ahora sí, el periódico por derecho y por revés. Se retira temprano pues teme que la autoridad le reprenda encontrarse sin hacer nada en la calle pudiendo hacer lo mismo en su casa y ante el riesgo a decretar el juzgado el embargo de todos sus bienes: tres calzoncillos, dos pantalones, dos camisas, una cazadora de segunda mano, tres pares de calcetines y dos pares de zapatos; ya allí se prepara para la misma tormenta de siempre, la llamada que le avise que ya tiene trabajo, de momento se va a la cama recordando aquellos tiempos en que antes de acostarse cenaba un poco y veía la tele sin miedo a verse mañana en la calle.
En fin, se mete el hombre entre las raídas mantas para disfrutar de nuevo de su vida de ensueño hasta mañana a las 9; aún con insomnio leve coge el sueño rápido por debilidad severa reflexionando que esto no va nada, nada bien. Siendo hombre educado y de corazón noble, se permite antes de dormir una última licencia que le permita ser coherente con su existencia aunque inapropiado en el refinamiento: "me cago en mi puta vida".
Luis Cabaneiro Santomé

































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