Realidad a medida (por Luis Cabaneiro Santomé)
Ni las costumbres ni el carácter que los atrae de nuestro país evitan ahora que su sanidad les aconseje no visitarnos porque aquí ya no hay diversión sino peligro de muerte. Ese carácter que nos hace ver la vida de una forma positiva aunque sea algo negativa lo aplicamos también en la forma de afrontar esta pandemia: el virus no es ya tan malo, son casos más leves; no muere tanta gente.
Si en el mundo se preguntan hoy qué hacemos mal si las medidas adoptadas están bien, necesitamos, ahora ya sí, que un comité de sabios informe al Gobierno de lo que tiene que hacer y al resto, alto y claro, de la gravedad de la situación para ver si de verdad nos concienciamos de la siniestra realidad que se le escapa al optimismo patrio: peligro de muerte.
Permítanme opinar que si tengo que elegir prefiero un hijo sano a un hijo aleccionado, y preguntarme que, si un niño obligado a ir al colegio coge el coronavirus y reacciona mal a la enfermedad, ¿argumentará el Gobierno haber dispuesto de su salud por razones sanitarias, que necesitarían de mucha ciencia para poder explicarse, económicas, que necesitarían de mucha comprensión para aceptarse, o amorosas para lo que necesitarían ser sus padres? Aunque bueno, para qué argumentar razones si pueden imponer sanciones.
La forma en que gestionan esta pandemia y la ligereza con que a veces nos la tomamos hace pensar que estamos esperando a que nada pueda ir peor para resurgir de lo que quede; en todo caso, entre que toman pocas medidas y las que toman las ignoramos, no nos impacientemos pues parece que la espera será corta.
Luis Cabaneiro Santomé

































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